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Tiemblo porque creo que no puede ser,
pero hoy se que me quedare aqui,
muero con tus pasos, cuando vienes hacia mi
soy como tengo que ser y no se que hacer.
Quiero salir de este infierno,
quemar todo lo que llevo dentro,
negro yo, creo que estoy muerto,
tu sin palabra ni aliento, eres azul,
un beso fugaz, fue como la luz...
Ahora se que no voy a poder vivir
hasta que no te pruebe otra vez a ti.
Para asi guardarte en mis recuerdos
y sacarte cada vez que sueño
Se que ahora me toca sufrir,
me sentare a verla venir
la luz que ese dia,
no se si por azar
me vino a tocar.
Ni un día me olvido de este amargo sentimiento,
que es quererte y a la vez saber,
lo imposible de ese momento,
con el que sueño cada amanecer.
Con mil mujeres te olvido,
y nunca dejo de sentir,
ni con caricias ni con ratos prohibidos,
que por ti seria capaz de morir.
Cada minuto de mi vida que pasa,
el tormento se hace mayor,
por ver que todo intento fracasa,
aunque mi intención sea la mejor.
Pero rendirse es de cobardes,
por los sueños hay que luchar,
y aunque me ignores otras mil tardes,
mil más lo volveré a intentar!
ByR escribió:No suelo enseñar lo que escribo a gente que no conozco, pero me voy a animar a dejar una que escribí hace algún tiempo y que me gusta mucho:
Imposible pero eternoNi un día me olvido de este amargo sentimiento,
que es quererte y a la vez saber,
lo imposible de ese momento,
con el que sueño cada amanecer.
Con mil mujeres te olvido,
y nunca dejo de sentir,
ni con caricias ni con ratos prohibidos,
que por ti seria capaz de morir.
Cada minuto de mi vida que pasa,
el tormento se hace mayor,
por ver que todo intento fracasa,
aunque mi intención sea la mejor.
Pero rendirse es de cobardes,
por los sueños hay que luchar,
y aunque me ignores otras mil tardes,
mil más lo volveré a intentar!
el viciao del hl escribió:Esto es mas bien prosa, pero es una figura literaria muy importante en la poesía: el tempus fugit. Es de mi profesor de lengua Julio Eguaras. Espero que os guste.
EDIFICIO TERMINALFernando llamó al ascensor para salir a comprar el periódico como cada rutinaria mañana, desde que se jubilara hace ahora cuatro años, recién cumplidos los sesenta y cinco.
En el portal, vestido con el triste alicatado de los años setenta, una arquetípica esquela comunicaba a vecinos y curiosos la muerte de Hilario Rodrigo Baz, de setenta y dos años.
-¡ Otro!-murmuró resignado. En los últimos meses habían fallecido siete vecinos.
Fernando no pudo evitar el vértigo de la nostalgia: hace 41 años, las 20 viviendas del edificio habían sido adquiridas en su mayoría por matrimonios jóvenes o solteros que poco después formaron familias y tuvieron hijos.
Los llantos de bebés, las carreras y portazos infantiles, fueron sustituidos años después por los timbrazos de madrugada y los gritos de adolescentes rebeldes.
Ahora podían oírse de nuevo algunos llantos infantiles, de nietos, pero eran más habituales los de los funerales.
Fernando caminó lentamente hacia el quiosco, mientras se preguntaba cuántos periodicos compraría antes de protagonizar la esquela del portal.
Cuando estoy desbordado de sensaciones
pierdo ritmo y no controlo las emociones
como un crio chico que no puede parar
hasta que no lo ve de terminar
echo a mis fantasmas fuera de mi cuerpo
y me enfrento a ellos en este verso
en una batalla con mis sentimientos
donde no se si habra ganador o muerto
valiente, abro mi pecho
para que veas que hay dentro
ya no tengo ninguna fuga
ni mi antiguo mar de dudas
aunque un poco de paciencia
y otro tanto de mesura
muy buenas amigas serian
para no acabar llorandole a la luna
Lucho yo por convencerme,
hago tabla de valores.
¿La familia, los amigos,
o dos tristes corazones?
Mujer que me dio la vida,
o una niña que es mi sierva.
Desde que te conocí,
todo me importa una mierda.
Las horas ya no me quieren,
pues con tu cuerpo las mato.
Unas que van y otras vienen,
mientras pendras te arrebato.
Como miente el que más puede,
el que quiere no hace nada.
Y yo puedo, también quiero,
darle a tu espalda dos alas.
Y salir de un mundo blanco,
disfrazado en la mentira.
Es absurdo vida mia,
engañarse cada día.
Tengo un mapa que me guía.
Fantasía busco en lo bello,
Miré el cielo, que reía,
mientras te rozaba el cuello.
Hoy cansado de pensar
y expresar en el papel,
me di cuenta de que aumenta
me obsesión por esa piel.
De modo que borraré,
todo aquello que moleste.
Que deteste la pasión
y que al corazón secuestre.
Por ti hoy le prendo fuego
al amor de los terceros,
que solo es falso cariño
tristes besos pendencieros.
Demostrar los sentimientos,
me resulta imprescindible.
Increíble.
No te miento, contigo lo hago posible.
Mis gritos
en lágrimas son convertidos,
pero a mis penas, oh,
ni si quiera el viento se las lleva.
Llantos ahogados por la emoción,
sentimientos destrozados por el dolor.
La flor de mi existencia marchitó,
su actual apariencia, me horrorizó
y en mi interior germinó,
el sentimiento de la desesperación.
-¿Dónde estás, mi amor?
El silencio fue el único que contestó.
-Sin ti, mi existencia carece de valor.
-Sin ti, insufrible se me hará existir.
Atados a los hilos
caprichosos del destino,
yacemos las personas,
obedientes cual leal mascota.
Pero a la hora de la verdad,
ni el mas rico ni el más poderoso,
se verá capaz,
de evitar el final más desastroso.
Siente.
Sin sangre entre venas, sin carne y sin siquiera pena, sin hambre porque nada, nada vale realmente ya la pena, sin motivos para motivarme, sin cielos, sin celos ya y sin nubes blancas. Sin risa, sin mi tiempo eterno y sin tu frío viento azotándome el invierno, sin tus espinas, sin mis frutos, sin agua que derramar a tu costa sin querer y sin quererme pero queriéndote, sin ánimo, sin fuerzas y sin cartas. Sin estrellas, sin jazz, sin brújula, y sin norte, sin rumbo deambulando por el mundo. Volando sin alas, sin un suelo donde tocar fondo y sin un techo cuando escribo que no vivo. Sin ojos firmes y seguros, sin alegrías grises, sin labios sedientos, sin rostros encajados y sin el rastro de tus pasos. Sin unas manos fuertes para colgarme de tus sueños, y sin el oro en paño de mi empeño, sin días, sin paseos por la orilla de cemento, sin suelas, sin habla, sin valor y sin valores, y sin olores esperanzadores, sin sabores dulces, sin ásperas texturas, sin locura, cordura y ni siquiera con un futuro tibio. Sin un sentido para este amor que perdura aún cuando el final lo augura el ángel de amargura endemoniado por mis dudas, sin esos bosques de recuerdos que jamás sembramos, sin madera, sin fuego y sin vida, sin luz ni sombra en mi memoria. Sin uñas, sin yemas, sin eso que quieres que se esconde, sin los envites que me evitan, y sin cara pero con una cruz.
Y con vacío,
Rodeándome entre brazos del gentío,
Sin sentido cada latido que he sentido,
Esta es mi vida sin mi,
Sin ti.
Veintitrés truenos y relámpagos
salieron de la boca del incauto
y junto al vaivén de las olas
rogué que me llevaran.
Devolviéndoles, para devolverme,
volverme un grano de arena ínfimo
y disolverme por el tiempo.
Desde que los vi agarrados
y solo las desesperanzas me amparaban,
apagándome en mi extenuada llama
viendo que jamás volvían.
Entonces aquel nosotros no nato
nunca desembocó en su origen
y cambió todo, incluso yo
mas todos si me vieron lo supieron
o lo supieron en cuanto me vieron,
frente a un infierno candente y gélido
pagando con creces ambas cruces,
sumido en las pupilas más intempestivas
y lunáticas orbitando sobre aquel réquiem de los sueños.
Abrasando cada hueso, cada tacto de mi aprecio
en cada ápice de bondad ingrata,
habida dentro de mi cuerpo.
En la noche de los Llantos de Fuego que dolían
nunca más volvimos a ser los mismos.
Pese a todo lo acontecido
este viejo mundo continuó girando,
ajeno a mi mayor desembarco de ilusiones.
Ignorando aquel crimen de mal gusto
del que jamás debí ser cómplice,
que jamás debí presenciar
y que jamás debió partirme el alma.
Aquellas penas valientes de tristeza ardieron
bajo un despotricar ígneo parido entre las dunas
por unos belfos purulentos ensangrentados en la agonía
más pútrida que surcaba aquella costa.
Ahora, adelantando los relojes,
olvidando aquel mal sueño
que viaja a la deriva por la marea
de recuerdos de esta mente.
Agarrándome desesperado,
recreándome en su angustia para salir a flote.
Y yo ahogando cada verso en la orilla del rencor
en la que continúo buscándome,
evitando encontrarte y encontrarme
e increpándote por todos.
Respirando por los poros mas
ya no más, doliendo por los codos.
En la noche de los Llantos de Fuego que dolían
nunca más volvimos a ser los mismos.
Jamás.
Vorágine de versos.
No sabes cuanto me gustaría
coger a este saco roto
de huesos quebrados
y llevarlos a otra parte,
allá donde puedan sumarse
los besos divididos y
las soledades compartidas.
Mi amor nunca fue recíproco,
nunca va a serlo, esta es la cruz
que arrastro desde siempre.
Y este es solo uno, uno solo
de tantos poemas arrepentidos.
Haciéndome más mal que bien,
teniendo que protegerme de ellos
desde el momento en que nacen.
En situaciones como esta
querría reunir fuerzas
para dejarte en la cuneta,
o para cerrarte la puerta.
Decirte, que ya me cansé.
Me cansé de enfrentarnos,
de hacer del amor guerra
y de la guerra amor.
Me cansé, de dejarte para siempre
y despertarme siempre en nunca.
Tu felicidad es mi mayor causa perdida.
Más aún que la mía propia, anclada.
Anclada en tu tristeza incondicional.
Esa parte de mí que no despierta,
que sueña en coma más allá de la vida.
Donde el Sol funde la felicidad del amanecer
y se pone de una vez el punto y final
al martirio que termino reiniciando
bajo tu solsticio de estíos vacíos.
Cuando la situación me supera
y negocio con mis injustas ganas
de echarte la indiferencia en cara.
Esa pequeña diferencia que nos separa.
Que es que ambos no queramos quererte
y sea yo el que nunca lo consiga.
Me arrojo a un nuevo precipicio,
caigo en cientos de contradicciones,
evaporo mi lágrima derramada
y le saco brillo al brote esquizo
encarnizando a mi dolor si me desquicio.
El viaje que arrancó hace días,
me puso firme frente al tren,
expectante ante el atropello de mi vida.
-Faltas por subir- me convenzo.
Pero no soy yo el que no aparece,
ni quien pone trabas a los días
e impide que el cauce avance.
-Coge mi mano, que vamos a alejarnos-.
Alejarnos de ti misma, quizás todo cambie.
Pero es el eco quien escucha mis latidos.
Pongámosle fin a cada uno de tus suspiros,
al desaliento alentado en la ansiedad
que me sepulta bajo la arena del reloj
inundándome a preguntas hacia la eternidad.
Las agujas de lo posible cosen la angustia
sobre mi piel y la antes bella flor de lo posible
tan reacia a la apatía, ahora yace mustia.
Mustia por esta incertidumbre desesperanzada
que nos seca las palabras desesperadas.
Revolcando versos en sentimientos presos.
Desde mi cielo azul hasta tu infierno de ébano, y viceversa.
Es este ingenuo don del que quisiéramos desprendernos.
Que felices seríamos si nos perdiéramos entre el gentío.
Ese querer a los demás, sin empezar por un querernos.
Que felices seríamos si nos encontráramos entre el gentío.
Tú, que pasas estoica ante todos y ante ti misma,
todavía más ante mis textos, pariendo propios,
transformando tu sufrimiento en el mío,
el mío en el tuyo, hasta que yo termino diciendo:
-Por mucho que me queme,
pongo la mano en el fuego
porque sé que estamos
hechos el uno para el otro-.
Y puede que un día quites toda esa escarcha
de tus ojos, ojees esto y mires a lo lejos.
Verás cuanto estuvo en tu mano
y cuanto voló, en esta vorágine de versos.
Me estoy moviendo por verte,
siempre he sido sedentario.
Aún encima, mi autoestima,
se ha quedado sin salario...
Al reflexionar me pierdo,
en lo interno de mi mente.
Otro viernes esperando.
Y te tengo tan presente...
Tu cuello, tan blanco.
Tu sangre, tan roja.
tus ojos me miran.
Tu cuerpo, se moja...
Cuanto querría quererte,
pero quiero ver tu cielo...
Es normal que no compredas...
Soy inerte y pendenciero
Lujurioso de la noche,
del derroche de energía.
Vida mÍa, encima tuyo,
muestro signos de alegría
La sonrisa, los fluidos.
Tuyos, míos.
Corazones.
Que laten por estos ríos,
de placeres y pasiones.
Sahara.
Yo soy desierto, arena fina,
viento del Sahara ondeando
alto la bandera de la vida.
He nacido del incendio
vilipendiando al anciano
que no arde y esconde
al niño de mis adentros.
He muerto en muerte
exánimes nos encontré,
piezas que no encajaban
ni en la orilla del puzzle.
Entre las dunas de los cuerpos
resuenan aquellos gritos cálidos
rezumando sudor del alba en poros
bálsamo latente para hombres ávidos.
Borbotones de sangre roja hirviendo
engullendo ciudades muertas a su paso,
lo que pudo ser y no fue, urbe de ocasos,
bienvenidos versos a mis ruinas de fracasos.
Oasis del mundo seco que está a mi alcance,
yo solía romperme junto a las olas del amanecer
ahogándome bajo la espuma de los días de ayer,
esos que se olvidaron de mis cenizas al renacer
quienes con el horizonte quisieron verme yacer.
Agarré a mis demonios por los cuernos,
los miré súbitamente esperanzado
gracias al susurro de la lejanía
y se cuartearon porque venías.
Tras tantos años, volvería.
Ahora me veo prenderme
bajo los ilícitos segundos,
en su color de tierra y oro
como los bienes que atesoro.
Exhalo el fuego del mañana
y te aliento si, a regocijarte
dentro de las cálidas sábanas
donde brotan ignífugas llamas
y amainan torrentes de lágrimas,
allí donde el magma funde labios
erupción viva del volcán de bocas,
cráter rusiente de candentes besos
donde te calcinaría hasta los huesos.
Y eso no hay hielo que lo aguante,
ni cielos azules que lo igualen.
En el fondo sé que lo sabes
por eso se hace el silencio,
los versos no discuten.
Solo fluyen así,
incombustibles
cuando arrecia
mi Sahara en ti.
Una noche turbia yo te conocí
nacida del puro sentimiento y la pasión
Aquella misma noche yo te perdí
y no he vuelto a encontrarte dentro de mi corazón
Busco y busco, pero no lo encuentro
Muero y muero cada vez que lo intento
Frustración se llama mi tormento
Pero tiene que estar aquí dentro
Mirada de verdadera pasión y dulzura
Belleza sin artificios, natural y pura
Encerrada en una cárcel falsa y sin ternura
Buscando esa salida que tanto augura.
Reflejo de un alma perdida
Tan solitaria y malherida
Así sonaba la melodía
Tan anónima como infinita.
Aquí estoy en el final del camino
el mundo se rendirá a mis pies
un cara a cara con mi destino
al fin podré sentir tu piel
Tantas miradas aisladas
dejemos atrás la indiferencia
Tantas fantasías apasionadas
rindámonos a la vehemencia
Aquí donde el fuego cobra vida
y los sueños se hacen realidad
Se despierta el alma dormida
se desata una tempestad
No hay mañana, no hay ayer
no hay tiempo por el que correr
Déjame saborear tus labios de miel
Deja que las llamas puedan arder.
¡Oh señor de la música celestial!
Déjame olvidar el hoy y el mañana poder visitar
Haz que todos mis sueños se hagan realidad
Déjame traspasar los límites de la felicidad
Llévame por los senderos por los que nunca pude caminar
Hazme llegar a las cimas que nunca pude alcanzar
Hazme sobrepasar las nubes y el Sol poder apreciar
Luego déjame libre para así poderlo atrapar
No me importa arder si puedo volar.
Vagabundo de repetidas calles
nacidas de los pozos de tu mente,
oscuras, vacías, insustanciales,
en cada rincón se respira muerte
En este lugar, no hay verdad
como la mentira, y la mentira
nunca pudo ser verdad.
En este lugar, todos te miran,
aquellos a los que dejaste atrás,
aquellos por los que suspiras
Eres una gaviota aturdida,
un soñador que no puede dormir.
Tus alas, gravemente heridas,
no encuentras lugar adonde ir
Eres la nada aspirando al todo,
un cofre sin tesoro.
Un corredor que no puede andar
por temor a poder tropezar
Eres un orador que no sabe hablar
cuyas ideas permanecen atadas
en un vano intento de liberarlas
y deshacerte de la nada
El hambre trasvasa tu cuerpo,
buscas un lugar donde refugiarte
Pero aún no es el momento
y en la calle sigues, agonizante
Te compadeces de ti mismo,
expulsando lágrimas secas,
maldiciendo tu pasado,
maldiciendo a quien te dejó allí.
Ahora estás perdido, no sabes adonde ir.
Todo es oscuro, y el centelleo de las estrellas
demasiado tenue como para seguir.
Tus ojos, tu única guía,
gritando torpes melodías
con la ingenua intención
de que traspasen la noche
y la conviertan en día
Oyes aquellas sinfonías
sonando en la distante lejanía,
llorando por su homogénea compañía.
Anhelas una sonrisa,
anhelas un amor
anhelas poder asomarte a una cornisa
y saltarla sin temor.
Anhelas el cielo,
anhelas las estrellas
anhelas el Universo
pegado a tu vera
Pero ahí permaneces
en algún lugar del laberinto
perdido, confuso
atado como un recluso
Ahí permaneces, estático trotamundos.
En uno de estos eternos viajes
por estas oscuras y andrajosas calles
He encontrado tu morada
tan escondida, tan aislada
Con tu máscara tan atada
ocultando el rostro entristecido
Observando tras tu ventana
el mundo frío y dormido
mientras gime y grita tu alma
Pero puedo ver a través de tu rostro
tu centelleante sonrisa no me engaña
puedo ver las lágrimas de tus ojos
la oscura profundidad de tu mirada
la belleza que de ti emana.
Tras todas estas falsas apariencias
escondemos nuestras emociones
nos alejamos de la vulgar audiencia
Reprimimos nuestras pasiones
nos compadecemos de las dolencias
Incansable buscas tu esencia
y no te percatas del vagabundo
que tras tu puerta hace presencia.
Encerrada tras ese incansable muro
mientras yo espero con impaciencia
Aunque caminamos en el mismo lugar
perdidos en busca de respuestas
no puedes verme tras tu muro de cristal
mientras cargas con la piedra a cuestas
En la calle espero a que estés dispuesta
mientras que el agónico frío de la melancolía
sube a través de mi espalda con agonía
Ansiando de ti alguna respuesta.
Los escritos del muro de soledad
Las canciones torpemente cantadas
La poesía que ansía libertad
Mi miedo e inseguridad
mis intenciones siempre frustradas
Mi amor sin final
¿Debería dejarlo todo tras tu ventana?
O dime, ¿debería esperar?
Entonces el cielo empezó a cambiar
El violeta se tiño dejándose penetrar por un rosa tenue,
como si por temor a mudar su color al completo debiera hacerlo sutilmente
las nubes tornaron en un color rojizo alimentado por la luz que el astro emanaba,
de pronto el espacio reventó en un viento luminoso,
se multiplico en lanzas de oro, hiriendo de pleno y traspasando a las nubes,
que sin saberse por que ni cuando, habían crecido y eran ahora formidables,
barcos gigantescos navegando en un eterno mar de sinfonías celestiales,
que mecían sus velas incandescentes, haciéndolas bogar en un sinuoso mar sin fin.
El despertador sonó, pero el ya estaba soñando despierto,
admirando la inconfundible belleza que nuestro mundo a pesar de sus maldades,
es capaz de brindarnos.