Pero la pregunta real es: ¿a quién le importa?
Tenemos su legado, maldita sea, para qué necesitamos más. Fue un hombre del mundo que sufrió y vivió por y para el mundo.
¿Acaso nos hace más grandes o mejores saber dónde lloró al salir del vientre de su madre? ¿Me hace mejor que Goya fuese aragonés; me hace más grande saber que Miguel Servet también lo era?
Y, del mismo modo, ¿nos hace peores saber que otros monstruos nacieron en la tierra donde acometimos nuestra primera, e invonluntaria, libación del aire vital cada uno de nosotros?
Qué sería yo, no obstante, sin aprehender parte de la sabiduría de los grandes hombres y gloriosas mujeres que hollaron este mundo antes que yo; qué sería yo sin aspirar a ser mejor de lo que todos ellos fueron sin importar dónde dieron sus huesos al cesar el tambor sanguíneo que nos sostiene a todos por igual; sin importar dónde buscaron con ansia y éxtasis el pezón sagrado y materno.