1 >> El Juicio del DruidaPrólogo La tierra estaba aún húmeda. Había llovido durante toda la noche y parte de la mañana y la esencia a hierba mojada se mezclaba con la sinfonía de olores que florecían con el aire del mediodía. El cervatillo degustaba las hebras de su verde comida como si cada bocado fuera un exquisito manjar, y mientras un viento calmado mecía suavemente las ramas de los árboles, entendió que en toda la vida que era capaz de recordar su memoria animal, jamás había probado plato semejante. Era un buen día para disfrutar.
Era un día pésimo para salir a cazar. Demasiado viento portando aromas indiscretos que podrían alertar a las presas. Pero no importaba. Tenía mucha hambre para rendirse antes de empezar.
La búsqueda de la comida es el instinto más básico de la supervivencia, pero en el reino animal hay seres que están obligados por naturaleza a desarrollar una habilidad especial para obtenerla. Eso es la caza. Matar para vivir.
Aunque en los seres inteligentes se habían desarrollado métodos más efectivos de alimentación, ésta había prevalecido en sus culturas jugando un papel menos vital y más... Recreativo.
Este hecho indicaba la complejidad de la caza, mostrando que era algo más que un mero comportamiento necesario para satisfacer la biología corporal.
La caza era un modo de vida. Rastrear, acechar, perseguir,atrapar. Con millones de señales filtradas, una miríada de ellas interpretadas y solo unas cuantas elegidas para planificar el ataque, el licántropo comprendió que había pocas cosas que pudieran equipararse a la amalgama de sensaciones que en ese momento sentía.
Si bien en algún rincón oscuro de su mente dividida sabía que había otras formas de sobrevivir, también era consciente de que no conocía ninguna otra que fuera tan placentera, tan justa o, por qué no decirlo, tan merecida.
El cervatillo levantó la cabeza y observó con su visión periférica los alrededores. Rígido como una estatua, y mientras sus inquietos ojos comprobaban la zona, comenzó a olfatear esperando encontrar un indicio que le negara la aterradora evidencia. Una evidencia con forma de depredador que acechaba entre las hierbas que tanto le gustaban.
El ataque fue fulminante. En una fracción de segundo, el lobo se lanzó sobre el cervatillo y alzando sus enormes garras, se preparó para hacer lo que había estado esperando...
-¡Argggghhhhhhhh!
-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!Un destello cegador de luz verdosa innundó la arboleda y dos segundos después, cazador y presa yacían tumbados uno frente al otro visiblemente cambiados. En el lugar del imponente licántropo dorado, un hombre joven de cabello pelirrojo contemplaba con mirada divertida al alter ego del asustado cervatillo.
-¡Eres un idiota! ¡Me has pegado un susto de muerte!-gritó enfurecida la dryada de pelo verdoso y, lanzando golpes a las partes más sensibles de su atacante, continuó con una retaíla de insultos que se referían expresamente a los antepasados del hombre.
Su ira estaba más que justificada porque Valendir no podía parar de reír. Pero la broma gastada solo era, en una muy pequeña parte, responsable de su incontrolada risa.
La verdadera gran culpable de su alegría era el sentimiento tan absoluto de felicidad que Valendir experimentaba al encontrarse de nuevo con Lilliaandar.
Hacía tres días que había luchado para defender la arboleda y, de no ser por la ayuda de sus aliados del bosque y por la protección de la Madre, habría perecido en el combate. Había estado demasiado cerca de no volver a escuchar los improperios de Lilliaandar. Demasiado de cerca de no volverla a ver...
Una certera patada en sus partes cortó de cuajo su ensimismación como si de una mala hierba se tratara. El dolor comenzó a hacer efecto y la mueca de su cara reveló a Lilliaandar
que se había pasado con la fuerza aplicada. La disculpa no se hizo esperar.
- ¡Oh, por la Madre! Lo siento muchísimo Valendir, de verdad-dijo con claras muestras de arrepentimiento
.-No pretendía golpearte tan fuerte, estaba enfadada y...No llegó a terminar la frase. Valendir se levantó con ella de un salto, agarrándola por la cintura, mientras la dryada soltaba un gritito de sorpresa. Durante un segundo permanecieron de pie mirándose fijamente y un instante después estallaron en carcajadas.
-Siempre me estas engañando-dijo Liliaandar aún con lágrimas de risa.
-Es que es muy difícil pillarte por sorpresa.- respondió Valendir risueño
-Y eso que siempre aprovecho cualquier oportunidad para hacerlo.El cielo se había despejado y las nubes grises preludio de una nueva tormenta se habían desplazado hacia el oeste. Hablaron durante horas sobre lo que habían hecho el uno sin el otro y cuando Valendir consideró que había llegado el momento, sacó algo de su abrigo que dejó a Lilliaandar sin habla. La dryada comenzó a llorar con un nuevo tipo de lágrimas y, aceptando con un gesto de asentimiento el regalo que la ofrecían, un emocionado Valendir posó con ternura la diadema floral en su cabeza.
Se miraron una vez más bajo el sol de atardecer testigo de la ceremonia y, mientras sus labios se juntaban fundiéndose en un apasionado beso, en una de las ciudades más importantes de Cyrodill sucedía algo que cambiaría sus vidas para siempre.
FIN PRÓLOGOPD:
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