Apretó un poco el ritmo, forzó tanto como pudo hasta dejar atrás el gris polígono industrial y sus chimeneas humeantes para entrar a la gran avenida que daba entrada a la ciudad. Estaba totalmente despejada, ni un abuelo vagando, ni una pareja paseando en bicicleta, nadie. Aunque era finales de mayo y el sol relucía, las tardes extrañamente aún eran frescas y la zona estaba libre de cualquier obstáculo. Encaró con determinación la recta final, conocedor de sus facultades. Una vez dentro de la espaciosa avenida, los últimos quinientos metros hay que exprimirse a tope; la frondosa y reciente vegetación de los árboles de la avenida protege del sol e invita a forzar la máquina. Vamos. Un último esfuerzo, piensa Toni, aprieta los dientes con energía y se lanza al último trecho, que realiza al ritmo más alto de la tarde. Al fin afloja y va soltando las piernas, para detenerse finalmente. Mira el reloj en el mismo instante que para, el Casio digital le devuelve los datos que espera 24:58, 24:59… 25:00. En ese momento la alarma comienza a sonar. Clavado, piensa, y deja escapar una sonrisa. Usa un banco cercano para acabar con los estiramientos y no piensa en absolutamente nada que no sea recuperarse durante los siguientes diez minutos, los músculos endurecidos y dolidos, así se lo piden. Una pequeña ráfaga de viento acerca entonces hasta sus pies varias hojas de periódico. Toni detiene las páginas bajo sus deportivas, mientras se protege del frió vistiéndose con la parte de arriba del chándal que llevaba hasta ahora atado a la cintura. Recoge las hojas de periódico. Mira de nuevo la hora, lleva el tiempo justo para relajarse unos minutos. Dirige sus pasos hasta el polideportivo de un barrio cercano, se cruza con varios tipos que animados hablan de la pelea de esa noche, él sin embargo se limita a ojear tranquilo el periódico,
“…a última hora de la tarde, la Real Sociedad hizo su entrada triunfal en San Sebastián cuyos habitantes prácticamente se concentraron ante el Ayuntamiento para corear a sus campeones, que llegaron con Luis Arconada al frente…”
A la entrada del polideportivo, donde un par de operarios descargan material de un camión Iveco a toda prisa, Toni hace un ovillo del periódico y lo lanza al suelo, imaginándose a si mismo protagonizando la portada de algún periódico nacional.
Se dirige entonces a su vestuario y comienza allí la última serie de sus ejercicios. Con un poco de suerte, aún puedo dormir media hora, se dice. Así lo hace. Sólo una hora, después se levanta y puntual como su reloj de saldo comienza en silencio de nuevo su ritual. En silencio. Sólo. Milimétrico.
El ruido de algo que parece ser música acaba con el silencio del vestuario. Toni, sentado en una camilla baja se incorpora, se acerca a la puerta del vestuario y asoma la cabeza. La gente está empezando a tomar asiento en sus sillas de plástico para presenciar la velada. Echa una ojeada rápida; un par de cuadrillas de jóvenes gritándose desde sus asientos unos a otros, algún viejo puro en mano esperando ansioso el comienzo y varios niños corriendo entre las sillas arrasando con todo mientras simulan que pelean a puñetazos. A coro con ellos, una irritante música a todo volumen viene del único altavoz de la cutre barra montada para la ocasión. Excelente panorama, piensa Toni. Sólo falta la cabra.
Vuelve a su camilla, la bombilla que cuelga del techo parpadea por momentos, una ojeada rápida a ella y Toni simula que le envía un par de directos. Izquierda, derecha, izquierda de nuevo. La bombilla se muestra impasible a los golpes que casi la rozan, simplemente se limita a ladearse tímidamente, proyectando una curiosa sombra en movimiento del boxeador en las paredes. La sombra lanza varios golpes más al aire, su cuerpo baila al son de la bombilla, aun moviéndose y tintineando. Trata de no perder la tensión que acumula tras el calentamiento, aumenta la frecuencia de sus movimientos y ahora los acompaña con respiraciones acompasadas. Está listo. No hay marcha atrás.
Vuelve a percibir entonces el ruido exterior, aumenta por momentos; sin duda ha llegado más gente y ya empiezan a agitarse. El alcohol impacienta a la gente y los hace violentos piensa Toni. Él nunca toma alcohol. A excepción de cuando hay algo que celebrar. Por norma general, Toni no tiene nada que celebrar. Quizá esta noche sea diferente.
En ese momento suena la puerta. Marco aparece tras ella con un par de toallas en las manos y una bata de un llamativo negro; colgado del hombro le cuelgan dos guantes Everlast atados entre sí. Guantes desgastados y cosidos con hilos de diferentes colores, de los que nada queda aquel rojo intenso que hizo que Toni se decantara por ellos. Marco tiene los ojos como platos. Tiembla cuando trata de poner los roídos guantes en las manos de Toni. Sólo tiene 15 años y es su primer combate. Toni no necesitaba ayudante, pero Marco insistió.
— 5 minutos Toni y entramos. ¿Estas preparado?
— ¿Tenemos otra opción?- Le lanza un guiño a Marco. Esto hace que el chaval se tranquilice. Termina con los guantes y se asegura que están perfectamente atados. Marco tiene quince años, pero no deja nada al azar.
—El que no tiene opción es el pelirrojo ese. Le he visto entrar al vestuario y es pura carnaza.
— ¿A que esperamos entonces?
Salen los dos del vestuario y mientras avanzan hacía el ring Toni se muestra totalmente indiferente a los estímulos exteriores. Se trata simplemente de una pelea de calentamiento para el público, por lo que no tienen favorito claro y los gritos que le ofrecen a él se multiplican cuando por el lado opuesto sale también su oponente. Marco ayuda a Toni a subir al cuadrilátero, y una vez arriba, trata de captar sensaciones. La lona esta vieja y desgastada por el centro de la misma. Manchas de lo que parece ser sangre vieja la adornan en varias zonas. Tampoco es para tanto se dice. Varios focos mal dirigidos apuntan directamente a su cara desde el bajo techo. Toni no se percata de que su oponente está también ya sobre el ring; él sigue concentrado. Sigue observando. Se trata de un pequeño polideportivo adecuado para la ocasión. Varias hileras de sillas alrededor del cuadrilátero. Pocos pero ruidosos espectadores, techo bajo y claustrofóbico. Toni siente en ese momento que se le agarrotan los músculos. Los gritos de los espectadores, los focos y la escasez de aire lo turban por un momento. Pero no hay marcha atrás. El presentador de la velada, micro en mano, está abriendo la gala. Una bandera escocesa se blande desde el lado de su oponente, al cual se le presenta como Steve McGullin, el cañonero de Glasgow. Toni hace una mueca. Aquel pobre diablo tiene de escocés lo que Toni de estrella del rock. También presenta efusivamente a Toni. Toni Torpedo, directo, desde los Altos Hornos. Mucha vibración para dos tipos cuyas peleas se pueden contar con los dedos de una mano piensa el bueno de Torpedo. Aun así, Toni gira sobre si mismo saludando al público, recobrando su seguridad. El público se vuelca con él. Por supuesto van con el púgil local, incluso llega a escuchar un “reviéntale la cara a ese jodido ingles” entre los gritos. Eso anima a Toni, que se siente de nuevo ágil y suelto.
El árbitro llama a los dos púgiles, hace que se saluden y les da las órdenes básicas. Ambos se saludan y una vez hechos los trámites Steve frunce el ceño, le dice algo a Toni. Le señala con uno de sus guantes sin tocarle y por su boca escupe palabras y saliva como una llama desquiciada. Toni cree entender parte de aquellas palabras, aunque Toni no sabe escocés, o ingles o el demonio de lengua que hable aquel condenado. Lo deja correr, el juego sucio no va con él, Toni sólo quiere luchar.
Ya en su asiento, Marco le prepara el banco y le da las últimas explicaciones.
—No lo olvides Toni, no pierdas de vista la zurda de este tío, acuérdate de lo entrenado estos días. ¡Dale duro!
—Directo de derecha a la cara, y sacando rápido pie izquierdo fuera. —Toni recuerda sus notas mentales.
Suena la campana. Toni se levanta de su silla, responde preciso al sonido metálico. Todo enmudece a su alrededor entonces, el banco se esfuma de la esquina y los espectadores que braman en las primeras filas están ahora a miles de años luz de la mente de Toni, que se acerca a su contrincante tanteando esa zurda como tanto han entrenado. El eco de sus palabras aún perdura en su cabeza. Directo de derecha y sacamos pie izquierdo, directo de…Toni esquiva un primer envite ligero de Steve. Un cruzado que busca tantear las defensas de su rival.
—Vamos camarada, me está esperando tu madre y no quiero que se enfrié la cama. —Las palabras de aquel tipo agitan a Toni. Observa su cara, en parte escondida tras uno de sus guantes, en posición defensiva. Cara redonda y salpicada de alguna peca, largos rizos pelirrojos le caen por la frente. Toni maneja un ritmo de piernas ágil, tratando de llevar a la esquina derecha a su oponente. Cuando lo tiene allí se percata de que finalmente Steve tiene los focos encima de su cara como buscaba, es entonces cuando ataca, y tal y como había planeado, saca un directo duro de derecha a la cara que coge de improvisto a su oponente, tras éste y sin haber asimilado todavía el golpe ya tiene encima un cruzado de izquierdas también en la cara, al son de los golpes saca su pie izquierdo hacia fuera para hacer más efectiva si cabe la tirada. Lo tiene acorralado, ni siquiera ha pasado un minuto y Toni le esta machacando todo el cuerpo con continuos y demoledores golpes. El supuesto Cañonero de Glasgow no logra rehacerse y cuando trata de escapar de la esquina por el flanco derecho un crochet de derechas en la cabeza lo deja visto para sentencia. Cae por su propio peso. El árbitro se interpone entre los dos luchadores, no hace falta más, Toni esta seguro de su victoria y se aleja de su adversario, que sigue sin lograr reponerse. El árbitro se dirige al suelo, comienza la cuenta, sin posibilidad para el boxeador derribado, que incluso segundos después, cuando el árbitro da por vencedor a Toni sigue parcialmente noqueado. Toni entonces se interesa por él, pero al ver acercarse a su verdugo este no hace sino escupir sobre sus botas.
— Perro traidor, esto no acaba aquí, disfruta de esta miserable victoria, te estaré esperando la próxima vez y no será tan fácil. ¡Maketo cabrón!
Toni hace oídos sordos a aquellas palabras, y con un gesto de desaprobación a su rival se retira a su esquina. Absorto en sus pensamientos ni siquiera repara en las felicitaciones de Marco, que no era prácticamente capaz de articular palabra y gesticulaba y se abrazaba con el paramédico auxiliar fuera del ring. Toni seguía allí sentado, tratando de dar sentido a las palabras de aquel fenómeno escocés que al final resultó ser más vasco que la vieja Mari. Unos mechones pelirrojos, tez blanquecina y un manager ingenioso habían bastado para crear un ídolo imaginario. Aunque si luego no sacudes, todo lo anterior se va al garete. Y da igual de dónde seas o de donde vengas pensaba Toni, encima de la lona estás hecho de la misma pasta que yo, y esta vez has mordido el polvo, y aunque le resultase extraño y antideportivo, se alegraba por aquella victoria contundente y humillante que muy probablemente acababa con su carrera.
Marco devuelve al vencedor a la realidad del ring con un par de tortas en la cara. Le limpia los restos de sudor con una toalla y le echa su bata por encima.
—Estaba seguro de que la táctica era perfecta, ese tío no veía ni por donde le venían.
Toni asiente. Una vez limpio y libre de los guantes se levanta de nuevo para saludar al público. Pero esta vez y de forma incomprensible no hay ánimos para él. La gente esta levantada de sus asientos abucheando al ganador. El grupo de jóvenes más ruidoso se dedica a arrojar las botellas de cerveza que bebían hacia el ring, buscando a Toni. Todo el mundo parece cabreado con el boxeador, todos han pagado una entrada y esperaban ver todo un combate de boxeo, no una masacre a cámara rápida. Desde arriba, Toni esquiva como puede los objetos, sillas de plástico, botellines de cerveza, incluso llega a esquivar varios (--) palos con escoba y todo. Finalmente consigue hacer un gesto a Marco para que salga de allí cuanto antes. Éste deja los útiles en su sitio y se desvanece entre la multitud. Cuando se percata de que su pequeño ayudante ha salido del recinto, él mismo busca como salir de allí. Todavía sigue en lo alto del cuadrilátero, que se ha convertido en un vertedero. Todavía faltan 2 combates más, con los boxeadores más curtidos y aquello ya se ha convertido en una batalla campal. Toni logra bajar al fin del ring y se dirige furioso a Amancio, el organizador de la velada, que trata de ocultarse sin éxito tras varios barriles de cerveza cerca de la barra del bar.
— ¡El Dinero! — Toni estira la mano delante de la cara sudorosa del organizador. Amancio suda a gota, le tiembla el pulso y las gotas le caen por la despejada frente que trata de secar a duras penas con un pañuelo. Amancio se lleva la mano al bolsillo interior de su chaqueta y le extiende un sobre con su nombre.
— Antonio, no me jodas ¡el espectáculo!, me has destrozado el chiringuito coño. ¡La gente quiere espectáculo, vamos a darles espectáculo!
Toni escucha las palabras cuando ya se encamina a la puerta de salida; los vándalos se preocupan de conseguir más cervezas y buscar nuevos problemas, esta vez acosando a las chicas que sirven el alcohol de garrafa. Vía libre, piensa Toni, puedes incluso aplastarle su estúpida cara a este capullo contra una de esas sillas que volaba poco antes por tu cabeza. Pero sabe que es inútil, es mejor no buscarse problemas más gordos.
— ¿El espectáculo? — Toni busca las palabras. — Sácale una txalaparta a tu escocés. Seguro que es más capaz de entretener a estos borregos con los palos que usando los puños. Cuando tengas un combate de verdad, ya sabes donde buscarme.
Amancio no dice nada, se seca las últimas y angustiosas gotas de sudor de la frente. Bastante trabajo tiene si quiere que se disputen los combates que restan, bien sabe que de otra manera, le faltaran bolsillos interiores a su chaqueta de los que sacar dinero. Toni desaparece por la puerta, a la salida, sus pies se topan de nuevo con el ovillo de papel. Hoy no habrá celebración, al menos aquí, piensa.
El texto no es la version definitiva, tiene varios arreglos y lo vuelvo a subir pq practicamente tengo el capitulo 2 y quiero conocer alguna opinion.