Toni Torpedo.

Apretó un poco el ritmo, forzó tanto como pudo hasta dejar atrás el gris polígono industrial y sus chimeneas humeantes para entrar a la gran avenida que daba entrada a la ciudad. Estaba totalmente despejada, ni un abuelo vagando, ni una pareja paseando en bicicleta, nadie. Aunque era finales de mayo y el sol relucía, las tardes extrañamente aún eran frescas y la zona estaba libre de cualquier obstáculo. Encaró con determinación la recta final, conocedor de sus facultades. Una vez dentro de la espaciosa avenida, los últimos quinientos metros hay que exprimirse a tope; la frondosa y reciente vegetación de los árboles de la avenida protege del sol e invita a forzar la máquina. Vamos. Un último esfuerzo, piensa Toni, aprieta los dientes con energía y se lanza al último trecho, que realiza al ritmo más alto de la tarde. Al fin afloja y va soltando las piernas, para detenerse finalmente. Mira el reloj en el mismo instante que para, el Casio digital le devuelve los datos que espera 24:58, 24:59… 25:00. En ese momento la alarma comienza a sonar. Clavado, piensa, y deja escapar una sonrisa. Usa un banco cercano para acabar con los estiramientos y no piensa en absolutamente nada que no sea recuperarse durante los siguientes diez minutos, los músculos endurecidos y dolidos, así se lo piden. Una pequeña ráfaga de viento acerca entonces hasta sus pies varias hojas de periódico. Toni detiene las páginas bajo sus deportivas, mientras se protege del frió vistiéndose con la parte de arriba del chándal que llevaba hasta ahora atado a la cintura. Recoge las hojas de periódico. Mira de nuevo la hora, lleva el tiempo justo para relajarse unos minutos. Dirige sus pasos hasta el polideportivo de un barrio cercano, se cruza con varios tipos que animados hablan de la pelea de esa noche, él sin embargo se limita a ojear tranquilo el periódico,
“…a última hora de la tarde, la Real Sociedad hizo su entrada triunfal en San Sebastián cuyos habitantes prácticamente se concentraron ante el Ayuntamiento para corear a sus campeones, que llegaron con Luis Arconada al frente…”

A la entrada del polideportivo, donde un par de operarios descargan material de un camión Iveco a toda prisa, Toni hace un ovillo del periódico y lo lanza al suelo, imaginándose a si mismo protagonizando la portada de algún periódico nacional.
Se dirige entonces a su vestuario y comienza allí la última serie de sus ejercicios. Con un poco de suerte, aún puedo dormir media hora, se dice. Así lo hace. Sólo una hora, después se levanta y puntual como su reloj de saldo comienza en silencio de nuevo su ritual. En silencio. Sólo. Milimétrico.

El ruido de algo que parece ser música acaba con el silencio del vestuario. Toni, sentado en una camilla baja se incorpora, se acerca a la puerta del vestuario y asoma la cabeza. La gente está empezando a tomar asiento en sus sillas de plástico para presenciar la velada. Echa una ojeada rápida; un par de cuadrillas de jóvenes gritándose desde sus asientos unos a otros, algún viejo puro en mano esperando ansioso el comienzo y varios niños corriendo entre las sillas arrasando con todo mientras simulan que pelean a puñetazos. A coro con ellos, una irritante música a todo volumen viene del único altavoz de la cutre barra montada para la ocasión. Excelente panorama, piensa Toni. Sólo falta la cabra.

Vuelve a su camilla, la bombilla que cuelga del techo parpadea por momentos, una ojeada rápida a ella y Toni simula que le envía un par de directos. Izquierda, derecha, izquierda de nuevo. La bombilla se muestra impasible a los golpes que casi la rozan, simplemente se limita a ladearse tímidamente, proyectando una curiosa sombra en movimiento del boxeador en las paredes. La sombra lanza varios golpes más al aire, su cuerpo baila al son de la bombilla, aun moviéndose y tintineando. Trata de no perder la tensión que acumula tras el calentamiento, aumenta la frecuencia de sus movimientos y ahora los acompaña con respiraciones acompasadas. Está listo. No hay marcha atrás.

Vuelve a percibir entonces el ruido exterior, aumenta por momentos; sin duda ha llegado más gente y ya empiezan a agitarse. El alcohol impacienta a la gente y los hace violentos piensa Toni. Él nunca toma alcohol. A excepción de cuando hay algo que celebrar. Por norma general, Toni no tiene nada que celebrar. Quizá esta noche sea diferente.

En ese momento suena la puerta. Marco aparece tras ella con un par de toallas en las manos y una bata de un llamativo negro; colgado del hombro le cuelgan dos guantes Everlast atados entre sí. Guantes desgastados y cosidos con hilos de diferentes colores, de los que nada queda aquel rojo intenso que hizo que Toni se decantara por ellos. Marco tiene los ojos como platos. Tiembla cuando trata de poner los roídos guantes en las manos de Toni. Sólo tiene 15 años y es su primer combate. Toni no necesitaba ayudante, pero Marco insistió.
— 5 minutos Toni y entramos. ¿Estas preparado?
— ¿Tenemos otra opción?- Le lanza un guiño a Marco. Esto hace que el chaval se tranquilice. Termina con los guantes y se asegura que están perfectamente atados. Marco tiene quince años, pero no deja nada al azar.
—El que no tiene opción es el pelirrojo ese. Le he visto entrar al vestuario y es pura carnaza.
— ¿A que esperamos entonces?
Salen los dos del vestuario y mientras avanzan hacía el ring Toni se muestra totalmente indiferente a los estímulos exteriores. Se trata simplemente de una pelea de calentamiento para el público, por lo que no tienen favorito claro y los gritos que le ofrecen a él se multiplican cuando por el lado opuesto sale también su oponente. Marco ayuda a Toni a subir al cuadrilátero, y una vez arriba, trata de captar sensaciones. La lona esta vieja y desgastada por el centro de la misma. Manchas de lo que parece ser sangre vieja la adornan en varias zonas. Tampoco es para tanto se dice. Varios focos mal dirigidos apuntan directamente a su cara desde el bajo techo. Toni no se percata de que su oponente está también ya sobre el ring; él sigue concentrado. Sigue observando. Se trata de un pequeño polideportivo adecuado para la ocasión. Varias hileras de sillas alrededor del cuadrilátero. Pocos pero ruidosos espectadores, techo bajo y claustrofóbico. Toni siente en ese momento que se le agarrotan los músculos. Los gritos de los espectadores, los focos y la escasez de aire lo turban por un momento. Pero no hay marcha atrás. El presentador de la velada, micro en mano, está abriendo la gala. Una bandera escocesa se blande desde el lado de su oponente, al cual se le presenta como Steve McGullin, el cañonero de Glasgow. Toni hace una mueca. Aquel pobre diablo tiene de escocés lo que Toni de estrella del rock. También presenta efusivamente a Toni. Toni Torpedo, directo, desde los Altos Hornos. Mucha vibración para dos tipos cuyas peleas se pueden contar con los dedos de una mano piensa el bueno de Torpedo. Aun así, Toni gira sobre si mismo saludando al público, recobrando su seguridad. El público se vuelca con él. Por supuesto van con el púgil local, incluso llega a escuchar un “reviéntale la cara a ese jodido ingles” entre los gritos. Eso anima a Toni, que se siente de nuevo ágil y suelto.

El árbitro llama a los dos púgiles, hace que se saluden y les da las órdenes básicas. Ambos se saludan y una vez hechos los trámites Steve frunce el ceño, le dice algo a Toni. Le señala con uno de sus guantes sin tocarle y por su boca escupe palabras y saliva como una llama desquiciada. Toni cree entender parte de aquellas palabras, aunque Toni no sabe escocés, o ingles o el demonio de lengua que hable aquel condenado. Lo deja correr, el juego sucio no va con él, Toni sólo quiere luchar.
Ya en su asiento, Marco le prepara el banco y le da las últimas explicaciones.
—No lo olvides Toni, no pierdas de vista la zurda de este tío, acuérdate de lo entrenado estos días. ¡Dale duro!
—Directo de derecha a la cara, y sacando rápido pie izquierdo fuera. —Toni recuerda sus notas mentales.
Suena la campana. Toni se levanta de su silla, responde preciso al sonido metálico. Todo enmudece a su alrededor entonces, el banco se esfuma de la esquina y los espectadores que braman en las primeras filas están ahora a miles de años luz de la mente de Toni, que se acerca a su contrincante tanteando esa zurda como tanto han entrenado. El eco de sus palabras aún perdura en su cabeza. Directo de derecha y sacamos pie izquierdo, directo de…Toni esquiva un primer envite ligero de Steve. Un cruzado que busca tantear las defensas de su rival.
—Vamos camarada, me está esperando tu madre y no quiero que se enfrié la cama. —Las palabras de aquel tipo agitan a Toni. Observa su cara, en parte escondida tras uno de sus guantes, en posición defensiva. Cara redonda y salpicada de alguna peca, largos rizos pelirrojos le caen por la frente. Toni maneja un ritmo de piernas ágil, tratando de llevar a la esquina derecha a su oponente. Cuando lo tiene allí se percata de que finalmente Steve tiene los focos encima de su cara como buscaba, es entonces cuando ataca, y tal y como había planeado, saca un directo duro de derecha a la cara que coge de improvisto a su oponente, tras éste y sin haber asimilado todavía el golpe ya tiene encima un cruzado de izquierdas también en la cara, al son de los golpes saca su pie izquierdo hacia fuera para hacer más efectiva si cabe la tirada. Lo tiene acorralado, ni siquiera ha pasado un minuto y Toni le esta machacando todo el cuerpo con continuos y demoledores golpes. El supuesto Cañonero de Glasgow no logra rehacerse y cuando trata de escapar de la esquina por el flanco derecho un crochet de derechas en la cabeza lo deja visto para sentencia. Cae por su propio peso. El árbitro se interpone entre los dos luchadores, no hace falta más, Toni esta seguro de su victoria y se aleja de su adversario, que sigue sin lograr reponerse. El árbitro se dirige al suelo, comienza la cuenta, sin posibilidad para el boxeador derribado, que incluso segundos después, cuando el árbitro da por vencedor a Toni sigue parcialmente noqueado. Toni entonces se interesa por él, pero al ver acercarse a su verdugo este no hace sino escupir sobre sus botas.
— Perro traidor, esto no acaba aquí, disfruta de esta miserable victoria, te estaré esperando la próxima vez y no será tan fácil. ¡Maketo cabrón!
Toni hace oídos sordos a aquellas palabras, y con un gesto de desaprobación a su rival se retira a su esquina. Absorto en sus pensamientos ni siquiera repara en las felicitaciones de Marco, que no era prácticamente capaz de articular palabra y gesticulaba y se abrazaba con el paramédico auxiliar fuera del ring. Toni seguía allí sentado, tratando de dar sentido a las palabras de aquel fenómeno escocés que al final resultó ser más vasco que la vieja Mari. Unos mechones pelirrojos, tez blanquecina y un manager ingenioso habían bastado para crear un ídolo imaginario. Aunque si luego no sacudes, todo lo anterior se va al garete. Y da igual de dónde seas o de donde vengas pensaba Toni, encima de la lona estás hecho de la misma pasta que yo, y esta vez has mordido el polvo, y aunque le resultase extraño y antideportivo, se alegraba por aquella victoria contundente y humillante que muy probablemente acababa con su carrera.

Marco devuelve al vencedor a la realidad del ring con un par de tortas en la cara. Le limpia los restos de sudor con una toalla y le echa su bata por encima.
—Estaba seguro de que la táctica era perfecta, ese tío no veía ni por donde le venían.
Toni asiente. Una vez limpio y libre de los guantes se levanta de nuevo para saludar al público. Pero esta vez y de forma incomprensible no hay ánimos para él. La gente esta levantada de sus asientos abucheando al ganador. El grupo de jóvenes más ruidoso se dedica a arrojar las botellas de cerveza que bebían hacia el ring, buscando a Toni. Todo el mundo parece cabreado con el boxeador, todos han pagado una entrada y esperaban ver todo un combate de boxeo, no una masacre a cámara rápida. Desde arriba, Toni esquiva como puede los objetos, sillas de plástico, botellines de cerveza, incluso llega a esquivar varios (--) palos con escoba y todo. Finalmente consigue hacer un gesto a Marco para que salga de allí cuanto antes. Éste deja los útiles en su sitio y se desvanece entre la multitud. Cuando se percata de que su pequeño ayudante ha salido del recinto, él mismo busca como salir de allí. Todavía sigue en lo alto del cuadrilátero, que se ha convertido en un vertedero. Todavía faltan 2 combates más, con los boxeadores más curtidos y aquello ya se ha convertido en una batalla campal. Toni logra bajar al fin del ring y se dirige furioso a Amancio, el organizador de la velada, que trata de ocultarse sin éxito tras varios barriles de cerveza cerca de la barra del bar.
— ¡El Dinero! — Toni estira la mano delante de la cara sudorosa del organizador. Amancio suda a gota, le tiembla el pulso y las gotas le caen por la despejada frente que trata de secar a duras penas con un pañuelo. Amancio se lleva la mano al bolsillo interior de su chaqueta y le extiende un sobre con su nombre.
— Antonio, no me jodas ¡el espectáculo!, me has destrozado el chiringuito coño. ¡La gente quiere espectáculo, vamos a darles espectáculo!
Toni escucha las palabras cuando ya se encamina a la puerta de salida; los vándalos se preocupan de conseguir más cervezas y buscar nuevos problemas, esta vez acosando a las chicas que sirven el alcohol de garrafa. Vía libre, piensa Toni, puedes incluso aplastarle su estúpida cara a este capullo contra una de esas sillas que volaba poco antes por tu cabeza. Pero sabe que es inútil, es mejor no buscarse problemas más gordos.
— ¿El espectáculo? — Toni busca las palabras. — Sácale una txalaparta a tu escocés. Seguro que es más capaz de entretener a estos borregos con los palos que usando los puños. Cuando tengas un combate de verdad, ya sabes donde buscarme.
Amancio no dice nada, se seca las últimas y angustiosas gotas de sudor de la frente. Bastante trabajo tiene si quiere que se disputen los combates que restan, bien sabe que de otra manera, le faltaran bolsillos interiores a su chaqueta de los que sacar dinero. Toni desaparece por la puerta, a la salida, sus pies se topan de nuevo con el ovillo de papel. Hoy no habrá celebración, al menos aquí, piensa.


El texto no es la version definitiva, tiene varios arreglos y lo vuelvo a subir pq practicamente tengo el capitulo 2 y quiero conocer alguna opinion.
Hago una subida para colocar de nuevo el texto, ahora que tengo el Cap 2 practicamente en el horno.
Me gusta. Metes palabras de tu tierra y un ambiente de los 80 algo gris.
Me gusta el tema, ya lo sabes, y hay un par de detalles que ya te he comentado, per literariamente, me ha encantado.

A ver el segundo ;)
El ambiente ese gris me gusta que destaque sobre el resto.
Lo sé... y por eso también me gusta... era una observación, no una crítica ;)
vadin escribió:Lo sé... y por eso también me gusta... era una observación, no una crítica ;)


Lo sé. Jejejje, perdon si me he expresado mal.

Capitulo 2 en el siguiente mensaje,.
Me vuelve a encantar.
El ritmo pausado del principio, como te comenté, hace que te recrees en aquella época gris (esa que nos gusta XD) y se ve que te has informado al respecto.
Echo algo más de colegueo entre el entrenador y el púgil cuando se reencuentran, pero supongo que el caracter frío del ruso deja algunas marcas... de todas formas, genial en todo, como en el anterior, y muy bien llevada la historia... tngo ganas de ver cómo la sigues porque me tiene enganchado, a mi entender, has dado a los personajes historia y carisma, aunque no tengan nada de particular en un principio. ;)
Gracias Vadin, por lo demas parece que no tiene mucho exito el pobre Toni Torpedo XD
Capitulo 2 completo a falta de revision ortografica y temas menores.

Estaba tendido sobre la cama, despierto, pero con los ojos cerrados. Sentía como una sensación de tranquilidad lo abrigaba allí dentro. Aunque para él era una nueva habitación, una nueva cama y nuevas y agradables sábanas, se sentía completamente a gusto y adaptado a aquel hábitat. El tímido y lejano dolor de los golpes del día anterior, acompañado del adormecimiento mañanero, le incitaban a no salir de allí, como el cobarde soldado que se oculta en una trinchera y espera que las balas dejen de silbar sobre su cabeza.
De la única silla de la habitación colgaban las ropas que Toni había usado la noche anterior. Los calzones rojos, con una franja blanca y la bata que Marco había sacado de sabe Dios donde. Los guantes, caídos en el suelo pugnaban con los muebles por el primer puesto en deterioro. Aparte de la silla, una mesilla, un viejo armario blanco roído por la carcoma y un espejo era el único mobiliario de la habitación. De las paredes, en su día blancas, bajaban chorretones de humedad de diferentes tonos, indiferentes a los inquilinos que habían pasado por allí sin prestarse atención los unos a los otros. Tampoco lo hacia Toni. No era aquello cosa que le inquietara. Hacía apenas dos días que había vuelto a Bilbao, a su ciudad, y aunque no había pasado siquiera un año desde su forzosa marcha, tenía la sensación de que todo había cambiado. A peor. No había más que respirar el aire para darse cuenta.
Esperó a que los otros inquilinos abandonaran la casa para salir al fin de su habitación. Una ducha rápida a hurtadillas, mochila al hombro y de nuevo a la calle. Por supuesto había perdido la opción a desayuno, pues como bien decía Begoña, la patrona de la casa de inquilinos, aquello no era ni un hotel ni una casa de señoritos. Por supuesto que no lo era, debía de ser el peor lugar del mundo, una especie de último refugio para los abandonados, aunque claro que esto, Toni no se lo decía a ella. Porque allí él se sentía a gusto.
Animado aquella mañana se permitió el lujo de desayunar en una moderna cafetería de grandes ventanales que no recordaba en aquel lugar. Aunque tampoco apostaría nada a ello. Escogió una mesa que daba a la calle, y allí, mientras untaba las tostadas observaba el ir y venir de la gente, más como el abuelo que mantiene el televisor encendido por pura compañía que por interés real. El ambiente de la cafetería era acogedor, pocos clientes y recogidos en sus asientos con sus asuntos, una decena de cuadros de barriles de vino colgados de las paredes y el suelo de madera le daban calidez al lugar. El camarero, se limitaba a limpiar vasos de manera mecánica a la espera de clientes. Un ligero sirimiri comenzaba a caer sobre la calle obligando a los despistados a acelerar el paso en busca de refugio. Una pequeña niña rubia se para un momento frente al cristal donde desayuna Toni. La niña se ajusta el gorro de su chubasquero y con la ayuda del reflejo se coloca los rizos que le tapan la vista. Entonces se percata en Toni, al otro lado, y le lanza un saludo con la mano. Toni le devuelve el saludo levantando su vaso de zumo. Después, la madre de la niña la coge de la mano y tirando de ella continúan su camino. Y después, la ligera lluvia se hace mas intensa y la gente abre sus paraguas, y todos van a lo suyo y nadie repara en nadie.
Apuró el desayuno, varias tostadas, un par de zumos de frutas y pan. Estaba totalmente vacío desde la pelea de la noche anterior, y no cumplir los horarios de la patrona significaba o bien tener que soportar el sonido de las tripas o gastar lo que era una fortuna para llenar el buche. Pero aquel día era diferente, Toni tenía algo de dinero en el bolsillo, había noqueado a aquel tipo fácil y tenía la sensación de que si lo buscaba, algo bueno podría caerle incluso del cielo, por muy encapotado que éste estuviera. Y si no, él mismo se sentía capaz de subir allá arriba a buscarlo.
Así es como se encaminó Toni dirección al gimnasio, saltando los charcos con la misma facilidad con la que esquivaba los golpes en el ring y silbando la usada canción que los chicos de Alec Guinness entonaban antes de construir el puente del rió Kwai.
Cuando llega a la puerta del gimnasio ha dejado de llover y allí se planta Toni, deja la mochila en el suelo y se sacude el agua de sus chaqueta. Nada ha cambiado, al menos allí. Los recuerdos de los días pasados llegan a su mente, como una foto en blanco y negro que aparenta más años de los reales. Al otro lado de la ría, los trabajadores de una gabarra se apresuran en descargar el carbón antes del hamarretako, mientras otro barco más grande parte cargado de material meciendo de manera constante las marrones aguas de la ría. La gran pintada que anuncia el gimnasio sigue allí, “Club de Boxeo Gran Iban”. A lo grande, ocupando toda la fachada principal, y dando la bienvenida a la antigua fábrica metalúrgica que se fue a la quiebra dejando paso al gimnasio.
Llevaba varios días vagando por la ciudad, no había dejado de entrenar en ningún momento, había pasado por su antiguo barrio, había saludado a viejos conocidos, alegres por su vuelta, había incluso compartido potes con compañeros, pero fue allí, a la puerta del gimnasio, cuando se sintió por primera vez de vuelta en casa.
Se decidió a entrar, sabedor de que allí difícilmente las cosas habrían cambiado. Un puñado de muchachos entrenaba concienzudamente. No se oía más ruido que el golpeo a los sacos y los saltos de los boxeadores al son de la cuerda. El local era amplio y la luz entraba por todos los costados. En una de las esquinas estaba el ring de prácticas, sobre el que entrenaba un boxeador que Toni no logro reconocer. Con él y haciéndole indicaciones un tipo de cerca de dos metros recibía golpes del extraño y le iba dando explicaciones. El extraño golpeaba sin ningún rigor a la mole rubia, que se protegía de los envites con unas protecciones.
— Vamos, saca esas manos como te he enseñado, pegas como un marica.
Las indicaciones enfurecían al boxeador, novato a todas luces, que trataba de contestar a las palabras con golpes duros y rápidos que se perdían en el aire o resultaban demasiado inofensivos.

Toni se colocó debajo del ring, curioso por ver como acababa aquel espectáculo. El novato seguía moviéndose por el cuadrilátero, siguiendo la estela que le marcaban los pies del entrenador. Continuaba lanzando absurdos golpes una y otra vez, castigándose físicamente sin haber logrado siquiera una buena sacudida, pero aún así, no perdía la fe y continuaba sacando las manos.
— Mil pesetas a que no llegas al cuarto asalto Iban.
Aquellas palabras despistaron al entrenador, que no había visto entrar ni acercarse a Toni hasta allí. El novato trató de aprovechar aquella última oportunidad sacándose un gancho bajo que buscaba el hígado protegido del entrenador, pero Iban fue incluso más rápido y logró zafarse del ataque, tanto que el golpe se fue al aire, provocando la perdida de equilibrio del novato que acabaría cayendo al suelo extenuado sin haber dado siquiera un solo puñetazo hábil.
— ¡De estás mil no te escapas viejo, casi me cuestan un golpe de los duros!
Iban seguía en lo alto del cuadrilátero, mientras se deshacía de las pesadas protecciones. Apoyado sobre las cuerdas asentía al comprobar el buen estado de su antiguo pupilo y sonreía de una manera especial, como los niños al cobijo del árbol de navidad la mañana de reyes. Al final bajó y se saludaron con un fuerte abrazo.

“El Gran Iban” era un fenómeno de cerca de 2 metros de altura, muchos más de cien kilos de peso y los pies más torpes en kilómetros a la redonda. Aún con esas era un portento. Sus genes habían heredado la casta de la resistencia soviética y había que ser muy bueno y fuerte para noquear a aquella mole y más aun para encajar los puñetazos que aquellas aspas que tenía por brazos repartían. Apenas tenía los dieciocho años cuando con lo puesto dejó atrás la revuelta Unión Soviética y se lanzó a Europa en busca de un futuro mejor, escapando de un paso obligado por el ejército y en busca de las peleas en el ring en lugar de las trincheras.
Nunca destacó en el ring, no era hábil con los pies ni rápido ni listo leyendo las peleas, pero era más fuerte que el sudor del demonio y aunque no logró ser campeón de nada su corpulencia imponía respeto, incluso miedo, y al final de su carrera se llevó para sí una marca con mas victorias que derrotas y un puñado de dinero que le permitió abrir aquel gimnasio.

Se sentaron en los viejos bancos de los vestuarios. Una nube de humedad lo inundaba todo, la ropa mojada e incluso ya podrida se amontonaba en los rincones; toallas usadas, camisetas raídas, restos de vendaje. Antes de nada, Iban se cobró la apuesta que acababa de ganar, todo sea por no perder las buenas costumbres, afirmó. Charlaron y rieron, como dos viejos veteranos de guerra recuerdan batallas vencidas, se lamentaron por el campeón que el mundo del boxeo acaba de perder en la figura del novato que ahora se duchaba desilusionado y cuando se quedaron solos, cuando el resto de boxeadores salió del vestuario, entonces callaron por un segundo y el gesto de sus caras cambió.
— Y bien Toni… ¿Qué tal te han tratado allí dentro?
— No tengo de que quejarme, ya sabes cómo funciona la cárcel, si no te buscas historias y pasas desapercibido sales por donde has entrado sin que nadie se entere.
— Bueno, eso es lo importante, y ahora ¿qué piensas hacer, volver a los hornos?
— No es mi idea…
— Toni… las cosas se están poniendo difíciles aquí, la gente no encuentra trabajo fácilmente, las empresas cierran y casi no hay opciones.
Toni jugueteaba con uno de los guantes que había sobre el banco. Escuchaba atentamente las palabras de Iban, juraría incluso que nunca lo había oído hablar tan seriamente, fruncía el ceño y le señalaba una y otra vez con el dedo índice. Esperó a que acabara y entonces Toni se enfundó el guante en su mano derecha.
— Esta es mi opción. – Le espetó levantando agresivamente el puño en alto.
Se levantó del banco, y comenzó a hablar apresuradamente, como el niño que encuentra un dragón en el fondo de una cueva y no es capaz de dar con las palabras y ordenarlas.
— He estado durante todo un puto año encerrado en la cárcel por partirle la cara a un chupatintas con enchufe. Desde que me levantaba hasta que apagaban las luces mi cabeza estaba en el entrenamiento de ese día o preparando el del día siguiente. He corrido miles de veces del mismo muro a al otro que estaba en frente. He hecho trizas un par de sacos en la cárcel de la prisión, incluso se organizó un campeonato con otros 4 tíos a los que noqueé sin que se dieran cuenta, necesito saber si valgo para esto.
Iban se mostraba sorprendido, Toni era un chaval que no hablaba demasiado, simplemente se dedicaba a entrenar y volver a casa satisfecho, no había disputado ni una sola pelea mientras estuvo en el gimnasio, nunca lo había visto con semejante determinación y por supuesto con aquella rabia y furia.
— Está bien, vamos a ver en que forma estás y buscamos algo en la feria de algún pueblo…
— Ya sé en que forma estoy. Ayer mismo peleé en el polideportivo de Barakaldo y aquel pelele no me duró ni un asalto. Tenías que verlo revolverse en el suelo….
— Estás loco, –Iban se llevó las manos a la cabeza- pelear con un boxeador del que no conoces nada, sin un entrenador, sin nadie que te asesore, podía haberte hecho mucho daño. ¿Cómo se te ocurre semejante idea?
— Estaba en deuda con alguien de dentro, alguien que me ayudó en su momento para que pudiera entrenar sin que los matones, yonkis y demás escoria me interrumpiera.
— Bueno, pues esperemos que ese alguien no quiera cobrarse de sobremanera esa deuda y le valga con un combate suicida.
— Yo también lo espero, no te quepa duda.
Vaya... algo nuevo lo de la cárcel. Me gusta que empieces a darle historia a un personaje al que, hasta ahora, sólo le habías escrito presente. Has añadido un diálogo más al segundo capítulo, y como te he dicho, me gusta. Sé que, al menos, no caerás en toooodos los tópicos de expresidiario, y de momento, ya me gusta que haya estado dentro sólo por dar un puñetazo (o pequeña paliza), a alguien, y no por matarle, por drogas o cualquier tema de esos a los que siempre se recurre. Ya empieza a tener forma el personaje principal, del que me estaba haciendo varias ideas de porqué "regresaba" a casa y porqué de momento no habías hablado de su pasado.
Espero que el tercero lo pueda leer este año ;)
vadin escribió:Espero que el tercero lo pueda leer este año ;)


Jejeje, mira que queda poco para que acabe y no tengo vacaciones estos dias. De todas maneras estoy con ello a ver si lo tengo...
(mensaje borrado)
Una subida para Toni antes del 3er Capitulo!
Que pasa con el tercer Capitulo!!!!

A la hoguera el autor !
Eso digo yo, ¿qué pasa con el tercero?
Me lo he leído del tirón, ya volveré a hacerme una lectura lenta para asimilar bienm todos los detalles.
Me gusta el ambiente en el que se desarrolla y que sea "tan" directo.
A ver si nos subes otra parte ya!
Me gusta sobretodo porque me recuerda a mi abuelo que fue boxeador XD
ClipClip escribió:Eso digo yo, ¿qué pasa con el tercero?
Me lo he leído del tirón, ya volveré a hacerme una lectura lenta para asimilar bienm todos los detalles.
Me gusta el ambiente en el que se desarrolla y que sea "tan" directo.
A ver si nos subes otra parte ya!
Me gusta sobretodo porque me recuerda a mi abuelo que fue boxeador XD



Gracias por tomarte la molestia, ya que se trata de un par de buenos tochos. La tercera parte esta en canino, tengo escritos un par de folios, el tema es que quiero que sea una historia larga y estoy documentandome, creando personajes posteriores y tengo muchas cosas de la historia ideadas pero la cosa va poco a poco.

Tu abuelo fur boxeador? Como se vive por ejemplo, por parte de tu abuela que tu pareja sea boxeador? Estra bien tener los puntos de vista de gente del mundo directamente.
Te explico un poco, a ver. Todo esto es "orientativo" ya que no he hablado con mi abuela del tema pero si con mi padre.
Cuando boxeaba, no estaban juntos mis abuelos pero se conocieron y casaron (ya sabes todo el royo xD). Cuando nacieron los 3 primeros hijos siguió boxeando pero cada vez estaba menos en el mundillo puesto que había necesidades que cubrir y el boxeo no daba como para mantener a 3 hijos. Se retiró cunado nació mi tía puesto que ya eran cuatro hijos, unos habían empezado a estudiar y no había dinero. Se puso a trabajar de paleta y hastá ahi sé. Lástima que no le pueda preguntar más [angelito].
Cabe decir que mi abuela ha sido siempre muy preocupadiza y no le gustaba que boxeara. Es más le pidió que lo dejara unos años después de casarse porque llegó de un combate con el tabique hecho trizas. Y bueno que me acuerde... no hay mucha cosa más.
Ah.. mi padre boxeó hasta los 12 siguiendo el ejemplo pero se devió jajaja.
No es gran cosa pero espero que te haya servido para algo.
ClipClip escribió:Te explico un poco, a ver. Todo esto es "orientativo" ya que no he hablado con mi abuela del tema pero si con mi padre.
Cuando boxeaba, no estaban juntos mis abuelos pero se conocieron y casaron (ya sabes todo el royo xD). Cuando nacieron los 3 primeros hijos siguió boxeando pero cada vez estaba menos en el mundillo puesto que había necesidades que cubrir y el boxeo no daba como para mantener a 3 hijos. Se retiró cunado nació mi tía puesto que ya eran cuatro hijos, unos habían empezado a estudiar y no había dinero. Se puso a trabajar de paleta y hastá ahi sé. Lástima que no le pueda preguntar más [angelito].
Cabe decir que mi abuela ha sido siempre muy preocupadiza y no le gustaba que boxeara. Es más le pidió que lo dejara unos años después de casarse porque llegó de un combate con el tabique hecho trizas. Y bueno que me acuerde... no hay mucha cosa más.
Ah.. mi padre boxeó hasta los 12 siguiendo el ejemplo pero se devió jajaja.
No es gran cosa pero espero que te haya servido para algo.



Gracias, toda aportacion es siempre valida para tener diferentes puntos de vista de diferentes epocas
17 respuestas