Narcos regresa a Netflix, con el Cártel de Cali como nuevo protagonista

Benzo
En octubre de 2015 Netflix llegó a España con un catálogo de series y películas donde se echaba en falta House of Cards u Orange is the New Black, pero que sí incluía Narcos, una producción original cuya primera temporada se había estrenado recientemente en todo el mundo. En ese momento aún era pronto para saber si esta serie triunfaría en España, pero dos años y dos temporadas después se puede confirmar que ha sido todo un éxito.

El próximo viernes 1 de septiembre Narcos volverá a la acción cuando Netflix libere la tercera temporada al completo. A pesar de la popularidad que la serie ha acumulado a lo largo del tiempo, la buena recepción de esta nueva tanda de episodios no está asegurada. El centro de la acción no se mueve de Colombia, pero ahora el protagonismo es para el Cártel de Cali de los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela. Dejamos atrás a Pablo Escobar, figura sin la cual no se explica el éxito de Narcos.

Yo soy Pablo Emilio Escobar Gaviria

Netflix no ofrece datos de audiencia o visionado de sus series, habla de su éxito cuando las renueva o no y Narcos tiene asegurada hasta una cuarta temporada desde hace un año, cuando aún no se había estrenado la segunda. En España su buena recepción se puede medir de diferentes formas. Una de ellas es el llamativo, inmenso y para algunos polémico cartel que se instaló el pasado invierno en la Puerta del Sol de Madrid, donde aparecía Pablo Escobar (Wagner Moura) y la frase “Oh, blanca Navidad”. La interpretación es fácil de hacer y no se entiende sin la complicidad del espectador.

Pero cuando realmente una serie o cualquier otro producto ha calado en una sociedad es el momento en que esta lo integra en su día a día. Los catalanes e Internet saben bien de qué hablamos al recordar la imitación de Josep Lluís Núñez (expresidente del F.C Barcelona) de Carlos Latre (o Alfonso Arús los más veteranos) y en el resto de España pocos son los que alguna vez no han usado o escuchado alguna expresión de Amador Rivas (La que se avecina) o de Emilio (Aquí no hay quien viva). Eso es tener éxito.

Imagen

Gracias a Narcos hemos aprendido (o como mínimo se pusieron de moda) nuevos insultos como “malparido", "hijueputa" y "gonorrea”; nuevas formas de amenazar como “te voy a quebrar" o "meter un pepazo”, el jefe pasó a ser el “patrón”, nos pusimos cariñosos con el “m’ijo” y tranquilos con “fresco”; aprendimos que “berraco” puede referirse a una persona bravucona o a una grosera y, por encima de todo, dimos a elegir entre “plata o plomo”. Todo eso lo consiguió una serie nacida y únicamente disponible en un servicio de pago, algo muy meritorio.

Narcos no es solo una serie que ha dejado palabras, frases y escenas para el recuerdo, es un buen producto de entretenimiento que lo ha fiado todo a una figura de leyenda como es Pablo Escobar; y la apuesta ha salido muy bien. Claro que tener a José Padilha (Tropa de Élite) detrás de las cámaras ayuda mucho, de la misma forma que lo hacen los géneros que toca la serie: drogas, asesinatos, fugas, traiciones, drama, corrupción, política… Todo ello bajo la premisa de que hablamos de una obra basada en hechos reales (aunque esos hechos reales siempre tienen un asterisco que nos lleva a posibles cambios por “motivos narrativos”). A pesar de ello los responsables de la serie siempre se han mantenido fieles a la cronología de los eventos.

Hay errores en Narcos e incluso algunas de sus escenas no ocurrieron como se relata en la serie (hasta 28 errores encontró el hijo de Pablo Escobar mientras vendía su libro, el mismo que te manda firmado por 50 dólares) pero, ¿importa? Posiblemente Pablo Escobar no quemó dinero para calentarse en su huida, nos podemos creer que su mujer nunca empuñó un arma y algún personaje quizás no estaba donde dice la serie en ese justo momento, pero el espectador no está mirando un documental ni estaba ahí para verlo. Solo quiere ver qué pasó y que se lo expliquen de forma atractiva y creíble. Algo que Narcos consigue.

Imagen

A favor de Narcos juega la frase “la realidad supera a la ficción” y los narcotraficantes son especialistas en ello. Ves algo inverosímil en una serie y resulta que ha pasado. ¿Fugarse por segunda vez de una cárcel de máxima seguridad gracias a un túnel de 1,5 kilómetros perfectamente iluminado y ventilado? El Chapo lo hizo real. ¿Construir una prisión con todo tipo de lujos para entregarse? Ahí está La Catedral de Pablo Escobar. Los ejemplos son interminables y solo se pueden discutir los detalles.

Al otro lado teníamos a Steve Murphy (Boyd Holbrook) y Javier Peña (Pedro Pascal), los agentes de la DEA. Ambos persiguieron a Pablo Escobar, aún están vivos y tienen una buena opinión sobre la serie, en la que según su showrunner realidad y ficción están al 50%. Ellos han dado su aprobación a la espectacular fuga de Escobar de La Catedral o a la corrupción de policía y ejército en favor de Los Pepes. Incluso se muestran encantados con la decisión narrativa de eliminar al Coronel Carrillo, personaje inspirado en Hugo Martínez, máximo responsable del Bloque de Búsqueda y persona presente (esta foto da fe de ello) el día que mataron a Escobar. Hoy vive retirado en Bogotá.

Se puede criticar la visión estadounidense en la serie, donde en ocasiones parece que si no fuera por sus recursos e insistencia Pablo Escobar aún estaría campando a sus anchas. Pero no debemos olvidar que Narcos está narrada desde el punto de vista de Murphy, agente de la DEA que persiguió a Escobar hasta su muerte (otro documento gráfico así lo avala) y que el guión está elaborado en Los Ángeles. Otro reproche podría ser la elección del brasileño Wagner Moura para hacer de Pablo Escobar. En la primera temporada se nota que el acento aún no estaba listo, en la segunda este aspecto mejoró bastante (o quizá nos acostumbramos a él). Sin embargo, a Moura es imposible criticarlo por su interpretación.

Pero la serie se llama Narcos, no Pablo Escobar. En la tercera temporada los protagonistas serán los hermanos Rodríguez Orejuela, máximos responsables del Cártel de Cali, que ya hemos podido ver en algunos capítulos anteriores. La decisión de seguir con ellos parece la lógica. Se enfrentaron a Escobar, intentaron matarlo y fueron los más beneficiados de su caída y posterior desintegración de su organización. Pasaron de ser el número dos al número uno.

Del Salvaje Oeste del Cártel de Medellín a la profesionalidad del Cártel de Cali

Imagen

No hace falta ser un lince para ver que en Narcos las formas y métodos de Pablo Escobar son muy distintos a los empleados por Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela. Escobar era respetado por pocos pero temido por muchos, retaba al gobierno en televisión, se presentó a las elecciones y no dudaba en apretar el gatillo o en poner bombas que acabaron con la vida de políticos, policías, militares y civiles. En cambio, los jefes del Cártel de Cali se han mostrado como dirigentes sofisticados, más respetados que temidos, con predilección por un ejército de abogados y banqueros a uno de pistoleros. Eran hombres de negocios que querían ser ricos, no famosos.

Pero hablamos del Cártel de Cali, que ya demostró en su guerra contra el Cártel de Medellín de Pablo Escobar que detrás de la fachada se esconde (como no podía ser de otra forma) una corrupción rampante, bombas, asesinatos, traición, sangre, blanqueo de dinero y droga, toneladas de droga. Por lo visto en los tráileres mostrados la carnicería está asegurada. Además, Netflix promociona la tercera temporada de Narcos describiendo a los hermanos Rodríguez Orejuela como “los señores más grandes de la droga de los que probablemente nunca has oído hablar”.

Narcos se basa en la historia real a la que se añade el ingrediente de “motivos narrativos”, así que lo divertido es ver cómo lo explicará y llegará al final (todos sabíamos que Escobar muere y cómo acaba el Cártel de Cali). No vamos a contar aquí todo lo que pasará para hacer una lección de historia, pero sí podemos ofrecer cuatro pinceladas para intuir por dónde irá Narcos en su tercera temporada. Para empezar, hay que saber que el reinado del Cártel de Cali después de la muerte de Pablo Escobar en 1993 fue corto, en 1996 ya estaban de capa caída, no sin antes haber conseguido controlar entre el 80% y 90% del tráfico mundial de cocaína. Pero años atrás, a finales de los 80 cuando aún no había empezado la guerra contra Medellín, también gozaron de una época esplendorosa.

En contraposición con Medellín, Netflix nos presentará el Cártel de Cali como una organización más compleja y disciplinada, un organismo multicelular que estaba protegido por un sistema político y económico tejido por sus propios responsables. A pesar de que Gilberto Rodríguez Orejuela (Damián Alcázar) se presenta como el jefe de jefes, al lado tiene a su hermano Miguel (Francisco Denis) considerado el cerebro en la sombra. En la cúpula también encontramos a Pacho Herrera (Alberto Ammann), jefe de sicarios y responsable de la conexión mexicana, y Chepe Santacruz Londono (Pepe Rapazote) que actúa como el satélite de la organización en Nueva York, un personaje inédito en la serie.


Al ser el Cártel de Cali una parte del sistema, se espera que la tercera temporada de Narcos muestre los efectos de la cocaína y la corrupción (compraron mucho más que voluntades) en Colombia. También es posible que se explore más terreno debido a que los hermanos Rodríguez Orejuela entablaron provechosas relaciones con cárteles mexicanos, que demostraron ser unos expertos en el contrabando de cocaína hacia los Estados Unidos. Narcos siempre se ha definido como una serie sobre la guerra contra las drogas, así que su evolución (como la del narcotráfico) podría pasar por un traslado de la acción hasta México. La conexión con el Chapo es muy fácil de hacer.

Por parte de la DEA tenemos una vez más al agente Peña. Sigue el actor, pero el personaje en el que se basa no participó en las operaciones contra el Cártel de Cali. En esta ocasión se usa a Peña para reclutar a dos nuevos agentes: Chris Feistl (Michael Stahl-David) y Daniel Van Ness (Matt Whelan). Los personajes a los que interpretan sí estaban en Colombia como parte del contingente de la DEA y participaron de la caída del Cártel de Cali.

Difícilmente sucederá, pero estaría bien que en esta tercera temporada la DEA se quitara un poco la máscara. Sí, representan a los buenos y a los narcos no se les puede mostrar como personajes imitables o con una vida deseable, pero los estadounidenses también se sobrepasaron y seguro que no siempre lo hicieron por un bien mayor como en ocasiones da a entender la serie.

Entre los nuevos rostros de la tercera temporada de Narcos también destaca el de Kerry Bishe (Halt and Catch Fire), una mujer estadounidense casada con un colombiano involucrado con el cártel que busca protección en la embajada estadounidense, y Arturo Castro (Broad City), que interpretará a William Rodríguez, hijo de Miguel Rodríguez. Más de cerca nos tocan los fichajes de Javier Cámara y Miguel Ángel. El primero será un narcotraficante mientras que el segundo formará parte de la maquinaría usada por el Cártel de Cali para lavar dinero de la droga.

Imagen

Por el momento se desconoce qué periodo de tiempo abarca la tercera temporada de Narcos. La primera transcurrió durante 10 años para mostrar el ascenso de Pablo Escobar, mientras que su caída en la segunda cubrió 18 meses de tiempo. Netflix insiste mucho en que Cali son los herederos, así que esta tercera temporada debería estar centrada en el reinado de este cártel después de la muerte de Escobar. La emisión no aclara si veremos su desarticulación y posterior caída en la cuarta temporada o si esta se reservará para nuevos protagonistas.

Independientemente del tiempo que decidan cubrir con la tercera temporada de Narcos, el reto no es pequeño. La sombra de Pablo Escobar es muy alargada y la serie ha estado íntimamente ligada a su personaje, uno que en la realidad consiguió convertirse en una leyenda y en la ficción cautivar al público. El espectador se tendrá que acostumbrar a un reparto más coral y olvidarse de la voz del agente Murphy, hasta ahora narrador de la serie.
Sobre el autor » Benzo

Empecé con una NES a finales de los 80 y todos los 90 los pasé junto a SNES, N64 y una PlayStation prestada. El nuevo siglo me trajo una PS2 y más adelante una Xbox. Jugador de PC desde hace años, seguidor de Blizzard, lector y seriéfilo.

Más publicaciones de Benzo »

Avatar de Benzo
Síguelo en