Bueno, pues despues de un tiempo leyendoos desde la sombra, me he decidido a publicar lo que espero que algún dia sea un relato completo. Ni que decir tiene que no acepto críticas
solo lo pongo para que me regaleis los oidos. Y si hay alguna crítica, que sea suave por favooor..
Son las diez y cuarto pasadas, tendría que ir vistiéndome o no llego. Esto de los horarios de visita en los hospitales es un coñazo ¿por qué no puedo ir a ver a mi madre cuando me dé la gana?. Joder, al menos con los enfermos en esa fase de degradación podrían ser más considerados.
Las diez y veinte. O dejo de hacerme el remolón o de verdad que no llego.
¿Dónde he puesto mi jersey? Abro un poco la ventana, hace un frío de los de tres pares, el sol debería calentar, aunque fuera mínimamente, pero con esa capa de nubes negras casi parece de noche. La calle está tranquila, solo se ve a alguna vieja que va al mercado y unos niños jugando al balón, eso es pasión por el fútbol, con el frío que hace, la madre que los parió. Además, no entiendo por que no están en el colegio ¿o ya les han dado las vacaciones de Navidad?.
En cuanto consigo encontrar el jersey de lana me pongo los vaqueros. Me encanta este jersey, debe tener mas años que matusalén, pero no puedo dejar de ponérmelo, está lleno de pelotillas de esas que se hacen al lavarlo, y bastante gastado, sobre todo por los codos, pero me encanta. Los vaqueros son un poco más nuevos, las pibas me dicen que me hacen un culo bonito, y si a ellas les gusta pues a mí también. Me pongo las zapatillas de deporte, creo que la ultima vez que llevé zapatos fue el día de mi comunión, hasta a las bodas de mis primos he ido en zapatillas de deporte. Las diez y media pasadas, es que se me va el tiempo con nada, no voy a cambiar nunca. Bajo las escaleras que dan al salón, mi casa, bueno, la de mis padres, es pequeña, pero me gusta mucho, es una de esas casas antiguas que se construyeron los mismos inquilinos, esta era de mis abuelos, y la heredó mi padre. La reformamos nosotros mismos y la verdad es que quedó bastante bien, menudas fiestas nos hemos pegado aquí toda la tropa.
Suena el teléfono, lo que faltaba, a este paso si que no llego ni de coña. Estoy a punto de no cogerlo, pero paso de tonterías, si es algún pesado le doy boleto y listo.
- ¿Si?
- ¿Carlos? Es la voz de mi padre, como no deje de fumar, en cinco añitos no habrá quien le entienda, con lo joven que es y la voz que tiene, fijo que es por el tabaco.
- Sí. ¿Qué pasa?
- Vente para el hospital hijo. Ya está.
- ¿Ya?
- Sí hijo, ya.
Ese “ya” no deja dudas.. Mi madre acaba de morir en un hospital de mierda..
Cuando acierto a colgar el teléfono, me siento un minuto a tomar aire.
Mierda.
Lo primero que te pasa por la cabeza es el típico “¿por qué?”, Pero en este caso, joder, que tiene cuarenta y dos años. Mejor dicho, tenía.
– Tenía cuarenta y dos años.
Mi perro me mira con cara de “¿me estas hablando a mí?”.
Siempre he sido un chico de lágrima fácil, pero sorprendentemente hoy no soy capaz de llorar.
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Es sábado, aún me estoy recuperando de la “paliza” de anoche, últimamente parece que es obligatorio que los viernes nos pongamos hasta el culo, aunque ayer me lo pase bien, no fue tan monótono como las últimas veces. Son las cinco y media pasadas y empieza a entrarme hambre, creo que voy a bajar a comer algo, a ver si hay suerte y no está mi padre. Esto de la casa con escaleras es muy bonito, pero no veas como jode cuando estas de resaca, y más aún cuando vienes pedo. La de veces que las habré subido a gatas.
El día empieza bien, mi padre no está. El muy cabrón ni siquiera se ha molestado en dejarme algo para comer, asique toca comer frío. Abro la nevera y el espectáculo es patético. Si hubiera arañas, como en los dibujos, se habrían muerto de hambre. Pillo una lata de foie-gras y el pan bimbo para hacerme un sándwich, unto una rebanada hasta que rebosa y la tapo con uno de los culos del paquete de pan. Mi viejo siempre me da la vara diciendo que los culos son para que no se sequen el resto de las rebanadas, pero que quieres que le haga, a mí es la parte que más me gusta, además, si me hubiera dejado algo preparado no me tendría que haber hecho un sándwich ¿no? Pues que no proteste.
Lleno un vaso de coca-cola y me voy al salón, a ver si hay algo decente en la tele. Una película del Alfredo Landa.. Tenis.. Fútbol.. Joder, esto es odioso, que mierda de televisión.. Y el vídeo estropeado. Dejo la tele en Telemadrid, el partido no vale nada, pero la voz del comentarista es monótona y me ayudará sobar un rato. Casi me he quedado dormido cuando suena la musiquilla del móvil. Me cago en la puta, me he dejado el teléfono arriba., Murphy no falla, parece que estaban esperando a que me durmiera para llamar y encima me toca subir las escaleras, pues que le den por culo, paso de subir, ya se cansarán de llamar. No han pasado ni diez minutos cuando suena el timbre de la puerta. ¿Quién cojones se empeña en joderme la siesta?
- “Bronko, abre tú chaval”
Mi perro lo flipa cada vez que le hablo, yo creo que me entiende. Con esas caras que pone me hace sonreír.
El de la puerta insiste, me pone de mala leche, a la gente no le basta con molestar un sábado a la hora de la siesta sino que encima lo hacen con mala educación.
- “Ya voy”, Protesto.
Abro la puerta, es Iván, lleva un pedo que casi no puede ni andar.
- Hola Nuno, que pasa.
Todos mis amigos me llaman Nuno, desde pequeño, dicen que es porque me encanta tocar la guitarra y me parezco al de Extreme, Nuno Betancourt, Ojalá supiera sacarle notas a mi vieja Fender la mitad de lo bien que lo hace el autentico Nuno.
- Coño Iván, son las seis de la tarde, ¿qué haces aquí?
- Nada tronco, que llevo un moco que te cagas, todavía no he ido a mi kely.
- Pasa anda, que no me apetece que las vecinas le vayan con el cuento a mi padre.
- ¿No está tu viejo?
- No, pasa.
Casi no ha terminado de sentarse cuando saca una bolsita con cocaína.
- ¿Y eso? Le pregunto casi recriminandole. Creía que anoche nos pulimos todo.
- Es que esta mañana cuando me iba a casa me he encontrado con el Jony en el parquecillo, que tambien venia de fiesta, le había sobrado farlopa y me invitó a un tiro, pero se nos hizo corto y fuimos a pillar.
- Ya te vale chaval
- Yo no puedo llegar a mi casa con este pedo tío, vente y nos comemos esto
- Una polla, como empecemos ahora esta noche va a ser larga, además, yo hoy paso de salir.
- Venga tronco, hazlo por mí, un tirito y nos vamos
- Que no colega, que yo paso, todavía me duele la tocha.
- Pues me voy y me lo pongo yo solo, tu verás
- Pero donde vas a ir tu con ese moco que llevas.
- Pues vente y conduces tu.
- Que no chaval, que paso de salir hoy.
- Entonces igual te llaman del samur para que vayas a reconocer mi cadáver.
Yo no soy su madre, que haga lo que le dé la gana, pienso, pero enseguida reacciono. Es mi mejor amigo, no puedo dejarle que se vaya solo tal y como va.
- Me cago en la puta chaval, esto se llama chantaje.
Me pongo un pantalón corto y salimos de allí.
Al salir me cruzo con mi padre, viene cargado de bolsas.
- ¿Dónde vas?
- Ahora vengo
- ¿Vas a cenar aquí?
- No lo sé, si se hace tarde cena tu.
Pues claro que voy a cenar aquí joder, lo que no soporto es que me haga tantas preguntitas estúpidas.
El cabrón de Iván se ha sentado en el asiento del conductor, el coche es un Renault Clio azul metalizado con adornos dorados, lo tiene pintado como si fuera uno de serie limitada que sacaron el año pasado, el Clio Williams, y que es una gozada de coche. Este, aunque no tiene la potencia del Williams está trucado para correr más, yo no tengo ni idea de mecánica, pero cada vez que veo a Iván me cuenta algún apaño que le ha hecho al coche. Abro la puerta y le cojo del brazo.
- Sal de ahí y dame las llaves anda
- Que no, que conduzco yo
- ¿Pero que coño vas a conducir tu? ¿Has visto como vas?
- Que voy bien tronco, sube o me piro
La madre que lo parió, al final me la lía. Paso por delante del coche (si doy la vuelta por detrás es capaz de largarse) y me siento a su lado lanzándole una mirada recriminatoria.
Subimos hasta la Avenida de Entrevías, el semáforo del cruce se acaba de poner en rojo, pero este se hace el ciego y se lo salta. Sé que si le digo algo va a ser peor, asique intento que me hable para que no piense en el coche y conduzca más tranquilo.
- ¿Dónde vamos?
Lo sé de sobra, donde siempre vamos a ponernos cuando aún no se ha hecho de noche, solo hablo por hablar.
- ¿Dónde vamos a ir? Detrás de la vía
El muy capullo acelera cada vez más
- Iván, córtate colega.
- Tranquilo, que yo controlo
Bajamos a toda hostia por la avenida, son dos carriles de bajada y dos de subida, por suerte no hay mucha gente todavía. Nos acercamos temerariamente a dos coches que bajan a la par ocupando los dos carriles, Iván le da las largas al coche de la izquierda, pero a este no le da tiempo a apartarse y si frena nos lo comemos. Este cabrón en vez de frenar pisa a fondo, pongo la mano en el salpicadero, nos la damos fijo…
En el ultimo momento Iván invade el carril contrario, por suerte la parte invadida va vacía, y vuelve a su carril justo antes de que aparezca un Seat Ibiza conducido por una niña que ha puesto cara de cagarse en los pantalones. Iván no hace ni un gesto, como si lo que acaba de hacer fuese lo más normal del mundo.
- ¿Qué coño haces?
- Pues adelantar, ya lo has visto.
- Cómo que adelantar gilipollas, casi nos matas
- No te rayes tronco, no ha sido para tanto
- ¿Qué no ha sido para tanto? Como hagas otra de esas me bajo y te dan por culo.
- Venga tío, tranquilo, ya no lo hago más.
Que poca memoria tiene, aun no ha terminado de hablar cuando está acelerando otra vez, eso sí, ahora sin hacer ni una pirula más.
Llegamos al semáforo de Méndez Alvaro y paramos en el carril derecho. Se para en el carril derecho porque tiene que girar, que si no de que. Para Iván el carril derecho no existe, ir por el es una especie de degradación. Enfrente se ve uno de los tres edificios nuevos que terminaron de construir el año pasado, creo que son los que ganaron un concurso de arquitectura, uno de ellos se parece a la torre Picasso, solo que mucho más pequeño. Detrás de las torres está el edificio de El Corte Ingles, no veas la vidilla que le dio al barrio la construcción del centro comercial, lo primero que hicieron fue derribar la zona de chabolas de Pies Negros, en la avenida que acabamos de bajar. Cuando hay dinero de por medio todos los problemas burocráticos desaparecen como si nada.
Iván mete primera y empieza a acelerar nerviosamente, sin soltar el embrague. Me mira sonriendo como diciéndome “Voy a salir quemando ruedas” , pero no dice nada. Le miro con cara de mala leche, para que entienda que no me apetecen más jueguecitos. El semáforo se pone en ámbar para girar a la derecha. Iván sale rápido, pero no demasiado, portándose bien. Subimos por la paralela a la que acabábamos de bajar, pero por el otro lado de la vía, hasta que llegamos a una plaza cerrada, enfrente de un colegio. Nada más parar, saca la carpeta con los papeles del seguro de la guantera, se la coloca boca abajo sobre las rodillas y empieza a currarse dos tiros de los guapos, casi medio gramo ha volcado el cabrón. Me dice que me haga un turulo y me pide mi carné y se lo paso sin mirarle, mientras yo enrollo un billete él aplasta la coca y la corta dándole golpes con el borde del carné. Cuando ha terminado de cortarla me ofrece la carpeta.
- Ponte.
- Ya te he dicho que yo hoy paso.
- Ponte joder, solo un tiro, que ya me lo he currao.
- Que no tío, termina y vamonos.
- Pues me pongo yo los dos…
- Tu mismo.
Afortunadamente no insiste más, y digo afortunadamente porque se que si se pone pesado me hubiera convencido, y tampoco le habría hecho falta ponerse demasiado pesado.
Agacha la cabeza sobre sus rodillas, se lleva el billete a la nariz y aspira una de las hileras del polvo blanco, y cuando lo ha hecho se recuesta en el asiento y levanta la mirada, aspirando los restos de farlopa que le quedaban en la nariz.
Cuando reacciona me mira, ofreciéndome con la cabeza el tiro que le queda. Sin decir una palabra vuelvo a negarme.
Él repite la operación, pero esta vez le cuesta mas y tiene que pararse a mitad del tiro.
Me mira, sonríe y me pregunta.
- ¿Y ahora que?