Una semana en la vida de Afredo Montaner. Lunes
Una semana en la vida de Alfredo Montaner. Martes
Miércoles
El primer rayo del alba entraba por la ventana de la habitación cuando miles de partículas de polvo fueron atravesadas por la luz y privadas de su intimidad. Alfredo abrió los ojos, y distinguió una silueta postrada en la puerta de su dormitorio, aquella silueta le resultaba familiar, pero a su vez le era completamente desconocida, cuando se hubo acostumbrado a la luz, comprobó que se trataba de una mujer, una mujer de tremenda belleza, una mujer de piel completamente blanca y de labios tan cálidos como el sol. Podía comprobar como sus cabellos olían como las rosas del parque cercano a la casa, y como sus ojos eran del color del cielo. Su cara era tan hermosa que sintió que al instante se había enamorado de ella.
La mujer permanecía allí de pie, como esperando que le ordenasen hacer algún movimiento. Alfredo no sabía cómo reaccionar, pero sus labios se movieron y prácticamente en silencio, de su boca surgió un nombre: -“Lucía”-. Si, así se tenía que llamar aquella misteriosa mujer. Despacio, Alfredo se incorporó en su cama y se acercó a ella, notó como su mirada seguía cada uno de sus movimientos. Lentamente se fue acercando y cuando la hubo tenido suficientemente cerca, la besó. Entonces Lucía cobró la vida que parecía no tener, aceptó el beso y cuando Alfredo separó ligeramente su rostro para contemplar sus ojos, ella le devolvió una sonrisa.
Aquella mañana Alfredo y Lucía hicieron todo lo posible por recuperar el tiempo que habían perdido, todo ese tiempo en el que Lucía todavía no existía, y Alfredo descubrió que ella era exactamente como se había imaginado, exactamente como la imagen que había tenido en su mente. Ella hacía que mil ideas acudieran a su cabeza, así que junto a ella se sentó en la mesa de su escritorio, y dibujo, ya que la simple visión de la mujer era la mejor inspiración que un dibujante como él podía tener. Se sentía completamente inspirado, y de su lápiz salieron multitud de formas y personajes, en ninguna de ellos puso tanto cariño como el que puso en dibujar a la mujer el día anterior, pese a eso, creó numerosos dibujos, algunos muy bellos, otros no tan bellos, pero eso no le importaba. Mientras, Lucía, sentada a su lado, le susurraba al oído.
La tarde de miércoles entró de lleno mientras aquella feliz pareja se fue conociendo cada vez más a través de los dibujos. Rara vez comentaban algo, les bastaba la mirada para entenderse. Se sentían extenuados, Alfredo no recordaba la última vez que había estado tanto tiempo seguido creando personajes, pero estaban felices. De repente, el lápiz dejo de deslizarse por las hojas y, varios centímetros más pequeño de cómo era al comenzar el día, reposó por fin sobre la desordenada mesa de escritorio. Alfredo guardó todas sus creaciones en la carpeta de “dibujos concluidos”, junto con el bello dibujo de la mujer. Finalmente, cerró la carpeta y la guardó con celo.
La horas que le quedaban a la tarde y hasta bien entrada la noche, transcurrieron en absoluta quietud. Alfredo y Lucía se miraban fijamente y sonreían. No decían nada, solo se miraban, y sonreían.
Una semana en la vida de Alfredo Montaner. Jueves
Una semana en la vida de Alfredo Montaner. Viernes
Una semana en la vida de Alfredo Montaner. Sábado
Una semana en la vida de Alfredo Montaner. Domingo