La ultima Curva.
_______La luna llena que reinaba en el cielo no hacia sino aumentar el dolor de su sufrimiento, no por la luna en si, sino por la claridad que de ella manaba y que hacía que el pobre Juan se diera cuenta y viera su situación. Situación delicada que dirían los bomberos, Juan se encontraba en su coche, alejado de la gran urbe, estrellado contra un árbol, fuera de la carretera. Tenía suerte de estar aún vivo, pues había caído por un alto terraplén, fuera de todo ojo que por la carretera pasase y de difícil acceso con cualquier medio. Juan estaba atrapado, tenia las piernas inutilizadas, y únicamente movía la cabeza y los brazos. De vez en cuando gritaba, le gritaba a la luna y le gritaba al sonido. No gritaba al sonido de los coches que pasaban allí arriba, en la carretera, absortos en sus cosas y totalmente indiferentes a lo que metros más abajo pasaba. Juan gritaba al sonido que tenía en su cabeza, el sonido constante de un zumbido atormentador que aumentaba poco a poco. Quería morir, caer desvanecido en un sueño profundo en el que no hubiera dolor, en el que todo fuesen imágenes sin padecimiento. Pero Juan no era ignorante, pues bien sabia el que si cerraba los ojos muy probablemente lo haría para siempre, que no habría vuelta atrás. Y luchaba y luchaba contra ese sentimiento de angustia y temor que le provocaba el no poder huir de allí, el marchar corriendo y dejar aquel horror atrás. De nuevo miraba a la luna, y ahora maldecía el poder verse en aquella situación, preferiría quedarse en la más absoluta oscuridad, con su dolor, su coche y aquel maldito árbol que le salvo de caer al rió. Entonces se le ocurrió una idea, estúpido de mí, pensó, cómo no lo pensé antes. Tocó y tocó el claxon una y otra vez, con las ilusiones recargadas de poder ser rescatado y llevado a casa. Tocaba y tocaba y el zumbido de su cabeza aumentaba y el dolor aumentaba, pero le daba igual, pues creía que la salvación estaba cerca. Entonces ocurrió, una niña salió de detrás de un árbol. Tenía el cabello rubio y vestía un manto blanco. Sonría mientras se acercaba a Juan, éste la vio y dejó morir el sonido del claxon y también intentó sonreír. Detrás de la niña apareció su madre, vestida también de blanco, rubia como su hija y ambas llegaron hasta el coche. Sonreían pero no decían nada, y ofrecieron sus manos a Juan, quien gustosamente las atrapó, y tirando las dos mujeres de sus manos hicieron salir a Juan del coche. Juan sintió como si levitara, como si pudiera volar y antes de poner pie en tierra echó un vistazo al coche. Un escalofrió de espanto recorrió su alma, al ver su cuerpo aún en el coche, completamente ensangrentado, inmóvil y con los ojos cerrados. Las mujeres tiraban de él, querían que las acompañara, no había marcha atrás. Se había convertido en un fantasma, un fantasma que vagaría por las carreteras hasta que su cuerpo sin vida tuviera reposo. Entonces vio que no estaba sólo, que las dos mujeres que la habían sacado lo llevaban con muchos, que erraban sin rumbo por aquella carretera maldita sin que ningún vivo se percatara de su presencia.