[URL=http://www.elotrolado.net/showthread.php?s=&threadid=191362]CAPITULO IV
LAS REGLAS DEL JUEGO[/URL]
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Después de comer recibí la llamada de Redmo, me dijo de quedar en un par de horas, cerca de donde nos reuníamos para ir al instituto. Vivíamos relativamente cerca, y siempre era fácil encontrar un punto a medio camino entre nuestras casas para reunirnos. Dos horas después ya caminábamos juntos hacia el Centro Cívico.
Era un edificio situado en el medio de un gran parque, el cual solía estar lleno de parejas paseando y jóvenes tirados en las zonas verdes charlando animadamente. El centro contaba con cuatro plantas y un sótano, y su fachada era sencilla pero vistosa. Su planta era rectangular, con la entrada en uno de los lados mayores; las paredes, de cemento, estaban atravesadas por grandes ventanales que permitían ver el ajetreo del interior del edificio, lo cual siempre era un reclamo para la gente que viese la animación que reinaba en el interior.
En la puerta de entrada siempre había un cartel con las actividades programadas para toda la semana, así que nos acercamos y echamos un vistazo. La oferta siempre era variada: había campeonatos de distintos videojuegos, simuladores y deportes, y de un par de torneos de juegos de habilidad y estrategia, entre los cuales se encontraba nuestro preferido, el emowar.
Una vez mirado el cartel nos dirigimos a la segunda planta, a la sala donde normalmente se organizaban las partidas de emowar. Acostumbrábamos a mirar el tablón por pura curiosidad, ya que hacía meses que no jugábamos a otra cosa. La sala era bastante grande, con unas cuantas mesas con proyectores holográficos para jugar y grupos de mesas y sillas para que la gente se reuniera y charlara mientras tomaban algo y esperaban a su turno para la siguiente partida. Al entrar vimos que dentro habría una treintena de personas más o menos, de las cuales conocíamos a la mayoría. De pasar tantos fines de semana en esa sala acabamos conociendo, aunque solo fuese de vista, a todos los jugadores asiduos; aunque también es cierto que siempre había caras nuevas, ya fuesen espectadores o jugadores esporádicos.
Fuimos recorriendo la sala mientras buscábamos al encargado: Charnes. Era un chico alto y delgado, de pelo corto y color tan naranja como las llamas de una hoguera. Llevaba además gafas con monturas gruesas (por pura estética, por supuesto), a través de las cuales observaba el mundo con sus despiertos ojos de color verde oscuro. Tenía un par de años mas que nosotros, y aunque por su apariencia la gente le veía como una persona tímida y reservada, en realidad era vivaracho y muy extravertido, además de un tanto sarcástico y puñetero cuando había confianza. Eran ya tantas nuestras visitas al centro que acabamos entablando amistad con él, y al ver cómo nos acercábamos nos saludó:
- Buenos días pareja.
- Serán buenas tardes. ¿Has visto la hora que es? - Todavía no entiendo muy bien el porqué, pero a Redmo y a Charnes les encantaba sacarse de quicio mutuamente.
- Es la primera vez que os veo en lo que llevo de día, así que buenos días. Bueno, supongo que venís a participar en el torneo para variar. De momento tenemos... - Revisó la lista - a ocho participantes, con vosotros sumamos diez, os apunto a los dos, ¿no?
- Si, a los dos. Pero hay mucha gente hoy... ¿Cómo es que hay tan pocos apuntados? - Normalmente solía haber unos quince participantes, pero ese día habría casi mas espectadores que jugadores, cosa poco usual.
- Pues no se, será por el inicio del curso o algo por el estilo, de todas formas cuantos menos seamos mejor; menos trabajo para mi, así que si queréis replantearos vuestra participación....
- Anda y apúntanos, pedazo de vago, nos vamos a sentar un rato.
Nos despedimos y fuimos a sentarnos en una mesa después de haber comprado un par de refrescos en una máquina expendedora que había en la sala.
A nuestro alrededor la gente charlaba o andaba de un lado a otro, esperando impacientes a que comenzase el torneo. La mayor parte de los jugadores entablaban pequeñas batallas amistosas mientras otros observaban curiosos. Pasado un rato después de sentarnos, Charnes se acercó a nuestra mesa y se dirigió a nosotros:
- ¿Pasando el rato, chavales? Os he visto aquí la mar de ociosos y se me ha ocurrido un pequeño favor con el que podríais ayudarme.
- ¿De qué se trata? - Hice notar en mi voz un tono de recelo. Reconozco que cuando Charnes quería era un autentico incordio de hombre, empiezo a comprender porqué a Redmo le gustaba tanto meterse con él...
- Tengo a un novato que ha venido por primera vez al centro, y no hay nadie libre para ayudarle a comenzar. El resto de los participantes están a otros asuntos y yo estoy bastante liado con asuntos de diversa índole, ¿os importaría encargaros uno de vosotros? ¿Qué me dices Námbdaro, te apetece hacer de instructor?
- ¿Y por qué yo? Sabes perfectamente que Redmo es mucho mejor jugador, y no tengo paciencia para enseñar a nadie.
- Vamos vamos... No seas tan negativo, Redmo sería capaz matar a una oveja de aburrimiento, tú en cambio eres la sal de la vida. Venga, se un buen chico y ayúdame, ¿vale? - Se acercó a mi silla y me obligó a incorporarme - Es la mesa más cercana a las máquinas de refrescos, en esa esquina, ¿la ves? Venga, si es pan comido campeón, cuando empecemos el torneo te aviso.
Recogí mi refresco y me marché de la mesa a regañadientes mientras Charnes se sentaba en mi sitio y entablaba conversación con Redmo. Bien que estaba ocupado con “asuntos de diversa índole”, pero parece que no lo suficientemente importantes como para perderse una pequeña charla... Vaya cara.
El problema fue cuando llegué a la mesa. Y dicho problema no era otro sino que no era un novato, sino una novata... En realidad esto no tenia demasiada importancia, pero si mi experiencia en el trato con la gente dejaba que desear, con las mujeres directamente no tenía experiencia. Por culpa de esto siempre me mostraba nervioso ante las féminas, lo que me llevaba a comportarme de forma “peculiar”, por decirlo de algún modo.
Cuando comprendí la jugarreta que me había gastado Charnes me volví hacia donde estaba sentado para contemplar su victoria. Y lo peor no es que este me mirase con cara divertida, sino que Redmo también parecía satisfecho con la traición de Charnes. Cuando me giré de nuevo la novata se había percatado de mi presencia y me saludaba con la mano, con lo que me acerqué a la mesa y me presenté:
- Ho... hola, qué tal. Soy Námbdaro.
- Encantada. Me llamo Shala.
Se levantó de la mesa y se acercó a mi para darme dos besos. Todavía no entiendo muy bien el porqué, pero le tendí la mano para estrechársela. Titubeó un par de segundos, para luego darme la mano con el ceño levemente fruncido.
Shala tenía mas o menos mi estatura, y su pelo negro y rizado le caía hasta la altura de los hombros. Tenía los ojos de color azul claro y la cara bastante redonda; llevaba unos pantalones vaqueros acampanados y una camiseta amarilla de manga corta algo ajustada. Reconozco que cuando la vi mis nervios se agravaron un poco, era una chica de muy buen ver.
Después del extraño saludo nos sentamos de nuevo y empezamos a charlar:
- ¿Qué tal? No te había visto anteriormente por aquí, y por lo que veo no has jugado nunca al emowar. ¿Sabes al menos en que consiste el juego?
- Pues no, hace un par de meses me mudé aquí con mis padres y hasta hace poco no sabía que había un Centro Cívico por la zona. Y del juego he oído hablar alguna vez, pero no tengo ni la más remota idea de cómo se juega...
- Bueno... Al principio es un juego un tanto extraño, pero con un poco de práctica engancha mucho. A ver... Lo primero que hace falta para jugar es esto... - Extendí la mano acercándola a uno de los laterales de la mesa, donde había una pequeña caja al lado del tablero. Lo hice tan rápidamente que no me percaté del refresco que había dejado en la mesa y lo golpeé. Al ver caer la lata al suelo reaccioné con un movimiento brusco; en un acto reflejo para intentar cogerla al vuelo me incliné y di con la cabeza en el borde de la mesa. Al momento me reincorporé frotándome la zona donde me había dado el golpe, y pude ver como Shala me miraba con la misma extrañeza y curiosidad con la que los niños miran a los animales del zoológico... Pues empezaba bien la cosa.
- ¿Te encuentras bien? - Había algo en su voz que parecía delatar que la situación le divertía... o más que la situación yo mismo.
- Si, si... No hay problema, solo es un golpecito de nada... Voy a buscar al encargado para que recoja esto, espera un momento...
- No me moveré de aquí - Al menos por su tono de voz parecía que no me había tomado por un idiota. Recé para que no cambiase de parecer.
Me levanté torpemente de la mesa mientras intentaba no pisar el liquido derramado y fui hacia la mesa en la que estaba Charnes. Ya de lejos pude verles a los dos recostados sobre la mesa mientras respiraban entrecortadamente... en otras palabras, se reían a pleno pulmón, y no me costó mucho adivinar la causa de sus risas.
- Ahora mismo saco la fregona, no te preocupes. - Se veían en los ojos de Charnes pequeñas lágrimas de tanto que había reído, y en los de Redmo igual. No conseguía controlar su respiración todavía. - Por cierto, ¿no te interesaría un puesto como instructor? Creo que pagaría por verte montar estos números todos los fines de... - Se le quebró la voz y le dio un nuevo ataque de risa mientras se ponía colorado como un tomate. Algo más calmado se levantó para arreglar el estropicio mientras hipaba levemente por el camino.
- ¿Supongo que a ti te parecerá gracioso también, no? – Estaba perdiendo el buen humor por momentos.
- Venga, no seas así. - Por lo menos Redmo se había calmado, aunque me hablaba con una sonrisa en los labios. - Ya verás como dentro de un tiempo recordaras esto riéndote, y de todas formas cosas peores se han visto; anda, vuelve allí y enseña a jugar a la muchacha. Y cálmate un poco, se te ve muy acalorado.
Me di la vuelta una vez más y fui de nuevo a la mesa de juego. La cara me ardía, y supuse que la tendría toda roja debido a la vergüenza y al mosqueo que llevaba encima. Cuando llegué a la mesa Charnes había terminado de limpiar el suelo y me dio un par de palmadas cordiales de ánimo cuando se alejó a sentarse con Redmo de nuevo. Creo que en el fondo sabía cuando tenía que parar de bromear.
- Esto... ¿Por donde íbamos?
- Me estabas diciendo que la cajita aquella - Señalo al lateral de la mesa con una dedo. - era necesaria para el juego.
- Ah, si, es cierto... Esto... ¿Alguna vez has usado un puerto de tráfico restringido? Para algunos juguetes son necesarios o incluso para diagnósticos.
Los puertos eran pequeñas aberturas que se podían abrir y cerrar en cuello y brazos. Servían para la transferencia de datos entre el usuario y el exterior, usando los aparatos conectados al cable como una extensión del cuerpo. Había distintos tipos de puertos con distintos grados de seguridad, y no todos podían ser abiertos sin tener a mano complejos aparatos. Los de tráfico restringido permitían la salida de instrucciones y mandatos de la persona, y le enviaban a esta información sensorial; además, bajo ningún concepto se podía alterar ninguna parte de la mente del individuo por medio de estos puertos, así que eran totalmente inofensivos si se usaban correctamente.
- Que yo recuerde si, pero jamás me han enseñado a abrirlos. No se si... - No la dejé acabar con lo que quería decir.
- No hay problema, extiende el brazo con la palma de la mano hacia arriba, hay un truco para abrirlos cuando uno no los controla a voluntad. - Me miró algo escéptica en principio, pero luego hizo lo que le había dicho. Con los dedos pulgar e índice de ambas manos hice una pequeña pinza a poca distancia de la muñeca con una mano, y del codo con la otra; apreté un poco y a medio camino entre mis manos se abrió una pequeña hendidura en su piel, dejando el puerto disponible para su uso.
- ¡Vaya! No sabía que la gente de calle supiese hacer eso, ¿quién te enseñó?
- Mi padre, aunque los míos los abro ya cuando quiero. - Le enseñe mi antebrazo y accionando un pequeño “músculo” se abrió una hendidura idéntica a la de Shala. - Bueno, ahora lo importante, coge un cable de esa cajita y lleva el conector hasta tu brazo para enchufarlo. No duele ni nada, así que no te preocupes; cuando estés conectada relájate e intenta enviar alguna señal a través del cable, sea lo que sea. Voy a entrar y preparar la partida.
Yo hice lo propio y cogí uno de los cables; eran de color azul y bastante finos, con una pequeña lengüeta metálica en el extremo. Me conecté insertando la pequeña placa en mi brazo, envié una señal de inicio de juego al dispositivo e instantes después me encontraba en un lugar distinto. Era una sala circular pintada de color azul oscuro y en el suelo resplandecía en un azul más claro una cuadricula de nueve por nueve casillas, cada una de las cuales tendría medio metro de lado. El techo de la sala era una bóveda, y en ella se proyectaba una imagen panorámica captada desde la mesa, en el exterior; era necesario saber lo que ocurría fuera del juego, para que los jugadores pudiesen volver a su cuerpo cuando quisieran, con el único inconveniente de que la partida finalizaba automáticamente, a menos que los jugadores decidieran aplazarla para otra ocasión. La única carencia en lo que a comunicación se refería era el sonido, no podía enviarse ningún mensaje hablado al exterior, ni ningún tipo de ruido o conversación llegaba al juego, dejando a los jugadores exclusivamente dedicados a la partida.
En el interior de los juegos normalmente se usaba un avatar, una imagen que representaba a la persona dentro del mundo del juego. Había mucha gente que no usaba avatares, sino réplicas directas de sus cuerpos. En mi caso tenía un avatar. Era un personaje alto y proporcionado, de pelo encrespado y rojo, y vestido con una armadura de color también rojo, grabada con motivos tribales en negro. Llevaba un manto negro y botas igualmente negras, y mi cara era la misma que tenia fuera del juego, solo que con la piel de un color grisáceo e iris blancas. Digo además personaje porque la mayoría de estos avatares no tenían aspecto de persona propiamente dicho, con lo que personaje quedaba mas apropiado; mi propio avatar era una prueba de lo que digo.
Comencé a preparar la partida. Extendí la mano derecha con la palma hacia abajo y describí un cuarto de circulo de izquierda a derecha a la altura de mi ombligo, a medida que mi mano completaba la trayectoria iba apareciendo debajo un panel luminoso y semitransparente de color amarillo pálido. Haciendo uso de un par de controles y el teclado que había en el panel cambié el tamaño del tablero de juego por una cuadricula de siete casillas de lado. Seleccioné el tipo de juego para principiantes y en la lista de fichas de juego escogí tres parejas de las más básicas: “Alegría/Pena”, “Amor/Odio” y “Humildad/Orgullo”. Una vez acabé puse la palma de la mano encima del panel y presioné hacia abajo: el panel desapareció.
Estuve esperando un rato hasta que apareció Shala; los que no habían jugado nunca al juego tenían que ser sometidos a un pequeño escáner de recuerdos, y algunos jugadores aprovechaban las primeras partidas para configurar un avatar propio. Cuando la vi aparecer pude ver que no tenía el mismo aspecto que en el exterior, había seleccionado un avatar.
Tenía la misma silueta y rostro que fuera, pero su pelo e indumentaria habían cambiado. Vestía una única prenda ajustada que le cubría el cuerpo entero y que parecía hecha de lycra; era de color amarillo y le cubría el cuello y los brazos hasta las muñecas; incluso los pies estaban cubiertos por dicha prenda. El color de su piel y ojos era el mismo, pero su pelo era liso y había tomado un color azul algo transparente, además de que su longitud era el doble que la de su pelo real. Parecía una cascada de agua que le caía por los hombros, y con cada leve movimiento se producían ondulaciones y destellos de luz que recordaban a las de un arroyo. Si en el exterior ya era guapa, su avatar en el juego era realmente turbador.
Apareció colocada en el otro extremo del tablero, y nada más llegar lo primero que hizo fue recorrer la sala con la mirada. Después de haber echado un vistazo comenzaron las preguntas y explicaciones en si:
- Bueno, ya he llegado. ¿Me explicas un poco donde estamos y para que sirve cada cosa? - Esta primera pregunta no la llegué a oír ya que estaba demasiado embobado mirándola.
- Námbdaro, ¿te pasa algo? ¡¡Oye!! - Agitó un brazo en alto y me despabilé. - ¿Pasa algo?
- No no... Perdona, estaba pensando en otra cosa. ¿Me decías?
- Que me expliques en qué consiste todo esto, estoy bastante desorientada... - Parecía que no le había dado importancia a mi anterior lápsus.
Avancé un poco hacia ella para situarme en medio del tablero.
- Pues bien, este es el tablero de juego, como habrás podido deducir. Es bastante parecido al de cualquier otro juego que use fichas, y siempre tiene un número impar de casillas. Arriba - Señalé con el dedo mientras Shala dirigía su miraba hacia la bóveda - hay una pantalla que muestra lo que pasa fuera. No suele ser demasiado útil, pero a veces a uno le llaman y hay que salir del juego. A parte de esa pantalla, no hay otra manera de comunicarse con el exterior, tenlo en cuenta. Y ahora, el panel, aunque esto no lo usaras mucho por el momento. - Continué andando y me situé a su lado. Cuando la contemplé más de cerca, con sus ojos y su pelo de color azul acuoso, me alegré de que dentro del juego no pudiese sonrojarme...
> Para abrir el menú tienes que extender la mano y moverla describiendo un cuarto de circulo horizontalmente, así. - Repetí el mismo movimiento que había llevado antes a cabo y me imitó. Instantes después teníamos cada uno un panel delante nuestra. - Lo único que necesitas saber de momento de aquí son las opciones de guardar y cargar partida y salir. No puedes guardar la partida a menos que tu rival esté de acuerdo, y los datos se almacenan en la memoria de ambos jugadores, para ser cargados en otra ocasión. Para eso necesitaras usar esta otra opción, la de cargar... de todas maneras todo esto es básico. Lo mismo con la opción de salir, puedes salir de la partida siempre que quieras, pero no hay guardado automático, así que si quieres marcharte antes de acabar la partida procura hablar con tu contrincante.
> El resto de los controles y opciones es mejor dejarlos para otra ocasión, cuando hayas jugado un par de partidas. - Le enseñé a cerrar el panel y pensé si hacía falta aclarar algo más por el momento, pero en principio estaba todo explicado. - Eso es todo por el momento, ¿preparada para la primera partida?
- Por supuesto. - Tenía una leve sonrisa en los labios, por lo visto estaba impaciente y excitada por comenzar a jugar.
Volví al lado de tablero que me correspondía y volví a abrir el panel de control. Me cercioré de que todo estaba en orden y di comienzo a la partida.
El tablero que se interponía entre nosotros comenzó a brillar con más intensidad y las casillas se elevaron sobre el nivel del suelo, a la altura de un escalón. Un instante después aparecieron dos imágenes flotando encima: una estaba colocada en la fila mas próxima a Shala, y la otra en la fila mas próxima a mi; ambas se encontraban en la casilla central. Eran dos coronas de laurel que giraban sobre sí mismas con un ritmo pausado; estas eran la meta, el objetivo que debía alcanzar el rival: la Victoria.
La partida daba comienzo.