Elena llevaba ya cinco de sus 12 años en el orfanato. Sus padres la abandonaron cuando era un bebé a en la puerta de una casa, en la que no la aceptaron, y fué de familia en familia (por ser rara), hasta que finalmente, se acabó entre esos muros de piedra, última en las listas de adopción, con sus lágrimas por familia...
Era justo su momento; cuando la noche dormía, salía por la ventana a sentarse en su árbol. Le encantaba la oscuridad, decía que tenía luz propia, de la que no se veía, pero se podía sentir...
Entre molesta y curiosa, escuchó el llanto de aquel niño, abajo, a muchas hojas de distancia. Bajó por las ramas con precaución, pero con la agilidad y la seguridad, y segundos después estaba en el patio, observando atónita aquél bebé, envuelto en una sábana, y rodeado de palomas blancas...
Se armó un gran revuelo con todo aquello. Las monjas, desconcertadas, no encontraban el modo de saltar la valla con un niño en brazos y dejarlo allí, pasada la media noche. Una vez calmadas, Elena fué castigada por su "evasión nocturna".
- Pero si he salvado a un niño de morir congelado.- Decía entre llantos Elena.
- Y Dios te lo agradece sin duda, pero tu rebeldía merece un castigo. ¿Y si te hubieses caído del árbol?- Le replicaba Madre Carmen.
- (Si estuviese tan gorda y torpe como tu, si me hubiese caído seguro).- Decía Ele para sus adentros.
Pasada la noche, las monjas acordaron llamar al bebé, ÁNGEL.
--- Bueno, eso no se muy bien si fué cosa de Dios, una casualidad, o que le falló la memoria a mi abuelo y usó el recurso fácil, pero ese fue el nombre que le pusieron...
Al día siguiente, cuando Elena amaneció (con unos azotes más que con los que vio caer el sol), supo que su encuentro con Angel, no había sido casual, y una sonrisa, iluminó su rostro, por primera vez, en mucho tiempo...
Si tuvieses que mandar a alguien a la tierra, a hacer pequeños milagros, un orfanato es un buen sitio para empezar no?.