Madre Lourdes, digiría el orfanato hacía ya veinte años. Una mujer enérgica pero justa, que amaba como nadie a "los hijos que se van", como solía llamar a los niños que pasaron por su tutela. Más por cariño que por obligación, calculaba el cumpleaños de todos aquellos que no tenían uno, como era el caso de Ángel. Con un rápido vistazo, restó dos semanas y un día a la fecha actual, y con letra firme escribió en sus papeles: Ángel, nacido el 26 de Julio de 1980, acogido en los castillos el 10 de agosto del presente año.
Se decició que el aquél joven no se daría en adopción, hasta pasados los 5 años, y así se cumplió. En ese tiempo, Elena no se separó nunca de él. Para ella, era un hermano pequeño, en una familia de padres perdidos... Madre Lourdes, como dije, era severa pero justa, y Elena tuvo que corregir mucho su rebeldía para poder compartir el día con Ángel y la noche con las estrellas, pues esa costumbre nunca le abandonó.
- Menudo cambio ha dado esa chica - Decían algunas.
- Es una pena que sea ahora; nunca la adoptarán siendo tan
mayor - Se lamentaban todas.
Y así fue, Elena estuvo allí, hasta que, cumplidos los 17 años y tan sólo dos días después de "la despedida", se marchó con lo puesto, en busca, de una vida.
El día en que los papás de Ángel le vinieron a recoger, el orfanato entero contuvo las lágrimas (bueno, casi todos).
Elena esperaba en el Pabellón dormitorio, y allí fué él, a encontrarse con su hermana... Sentada en la ventana, con la mirada en el suelo, más pensativa que triste, alzó la cabeza para encontrarse con un niño pequeño, de pelo rubio (revuelto) y ojos azules, que le observaba con tranquilidad.
- Tengo algo para ti, pequeño.- Le dijo arrodillándose a su lado. Extendió su mano vacía y le susurró al oido: - Es un hilo invisible, muy resistente y largo, éste es tu extremo, yo me quedo con el otro, y asi nunca estaremos separados-.
Ángel cerró su pequeña mano con fuerza, y cuando Ele fué a abrazarle, éste la detuvo, y sacó una pequeña caja de galletas, que escondía en su espalda.
- Quería hacerte un regalo de despedida - comenzó a decir - pero no tengo dinero, asi que, te he guardado un trocito de noche en esta caja. Pero no la abras, o se escapará!.-
Elena, sin palabras, no pudo sino romper en llanto y abrazar, a aquél niño que con 5 años, había podido leer en su corazón como nunca nadie, pudo o quiso hacerlo.
Ángel se separó, le secó las lágrimas, y con una sonrisa en la cara le dijo: - Algún día te buscaré, al otro lado de este hilo...- y caminando despacio se alejó por el pasillo, con su mano fuertemente cerrada...