La última oportunidad. Recopilatorio. (No escribir)

La última oportunidad. Capítulo 1.

Como cada noche, Pablo Medina estaba sentado en su enorme sillón de terciopelo rojo en frente a su chimenea. Sonaba un viejo disco de vinilo de Frank Sinatra. A pesar de ser tan solo las diez de la noche, ya se le cerraban los ojos y parecía empezar a quedarse dormido. Sin embargo, esta noche iba a ser distinta. La rutina iba a abandonarle, aunque fuera solo por un rato.

Tres golpes sonaron en la puerta. Pablo, extrañado, se levantó y fue hacia la puerta todo lo rápido que le permitían sus ancianas piernas, lo cual no era mucho. Cinco habitaciones y un pasillo le separaban de la entrada pero, fuera quien fuera la persona que le esperaba afuera, no parecía ponerse nervioso.

Cuando Pablo abrió, vio tan solo una silueta y una lluvia incesante en el fondo.

-Buenas noches. ¿Es usted Pablo Medina? – preguntó aquel hombre.
-Si, soy yo –dijo Pablo con voz temblorosa.
-Mi nombre es John Peterson. Siento molestarle a estas horas pero…
-¡No, no! Si no es molestia. No se imagina el tiempo que hace que no tengo invitados. Pero por favor, pase, pase.

John entró en la casa, algo sobrecogido por la enormidad de ésta.

-Y bien, ¿Qué le trae por aquí? – continuó.
-Verá Pablo, querría hacerle unas preguntas a cerca de su padre.
-¡¡¿Qué?!! ¿Es usted otro estúpido periodista? Deje muy claro que no quería…
-No, no, tranquilo. Me explicaré mejor. He venido desde Nueva York porque, bueno…verá, allí he podido leer bastantes cosas a cerca él y…bueno, la verdad es que estoy interesado en escribir un libro sobre su vida.
-¿Cómo?
-Si, mire. No pretendo contar su vida como si de un reportaje se tratara. A decir verdad, pretendo escribir una novela en el que el protagonista sea su padre, y así narrar todo lo que sucedió en torno a el. Por supuesto de una manera completamente objetiva. Y tal vez, con su ayuda, pueda contar lo que verdaderamente pasó a su alrededor. Se que usted a sufrido mucho por todas las cosas que se dijeron de él y creo que sería una buena oportunidad para contar el otro lado de la historia.
-La verdad, no lo se. Me ha dejado sorprendido, no esperaba que viniera nadie, y mucho menos que tuviera que hablar sobre mi padre…
-Comprendo que este algo desconcertado, le dejo un tiempo para que se lo piense. Tenga, esta es mi tarjeta – se levantó y comenzó a ir hacia la puerta- Si por casualidad decidiese contarme algo llámeme a ese número.
-¡No! Espere…Tiene usted razón. Tal vez no tenga otra oportunidad para contarlo todo. Para serle sincero, en otra situación jamás aceptaría lo que me propone, pero mi corazón esta viejo y débil y quiero que se sepa lo que realmente pasó, antes de que sea tarde.

Ambos pasaron al salón. John se sentó en un sofá y Pablo se acercó a un armario al lado de la chimenea para coger dos vasos y una botella de whisky.

-Sírvase usted mismo.
-Gracias.
-Pues verá, mi padre, mi padre no es como se ha dicho, no tiene nada que ver con lo que le pueden haber contado… El… el era un buen hombre.
-No lo pongo en duda.
-Hasta 1908 nadie había dudado jamás de su integridad, sin embargo, el 4 de marzo de aquel año, mi familia recibió un duro golpe. Mi hermana Sara había sido encontrada en un callejón del centro de Madrid, muerta. Le habían violado, le habían robado y le habían matado. Le habían dado más de 15 puñaladas. Desde ese día, ni mi padre ni yo volvimos a ser los mismos.



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La última oportunidad. Capítulo 2. La locura.

-No veo a donde quiere llegar…
-¡Claro que no lo ve! Calle y escuche.

A John le molestó ese tono soberbio y arrogante de Pablo. Se suponía que esto iba a ser una entrevista para recopilar información y no un viejo verde contando historias pasadas que poco tenían que ver con lo que a él le interesaba. Sin embargo se tragó su orgullo, se recostó en el sillón y se puso a mirar las llamas de la chimenea mientras escuchaba. Pablo, por su parte, continuó.
“Como le decía, la muerte de mi hermana fue un duro golpe para mi familia (o lo que quedaba de ella). Dos años atrás mi madre había perdido la vida en un accidente de tren y mi hermana había asumido el papel de cabeza de familia. Con mi padre sumido en una depresión desde entonces y un hermano de 5 años (yo), ella se había hecho cargo de mantenernos, de cuidarnos, de llevar la casa, llevar la economía familiar… Afortunadamente el dinero no era un problema ya que mi abuelo, había hecho una fortuna enorme en América y a su muerte lo heredó todo mi padre.

Pues como iba diciendo, la falta de mi hermana supuso la locura de mi padre. Incapaz de afrontar la perdida, se volvió completamente loco. Como comprenderá, no recuerdo demasiado bien aquella época, era tan solo un crío. Todo lo que le estoy contando son conclusiones a las que he llegado tras oír todo tipo de habladurías y malas lenguas.

El panorama era menos que deprimente. Mi padre, fuera de sus cabales, era incapaz de hacer nada a derechas, y yo, un niño incapaz de asumir ninguna responsabilidad. Todavía cierro los ojos y veo a mi padre llorando y maldiciendo a Dios. Además, él tenía el convencimiento de que yo había sido el culpable de la muerte de Sara. Cuando ocurrió aquella desgracia, ella estaba de camino al mercado para comprarme algo para mi cumpleaños y por eso, él pensaba que si yo no hubiera nacido, nada hubiera ocurrido, aunque por otra parte, no deja de ser cierto… Por eso, cada día tenía que soportar los reproches y los insultos que salían de la boca de mi padre. “Ojalá no hubieras nacido” o “eres peor que el demonio” eran palabras que tenía que aguantar diariamente. Por si eso fuera poco, cuando su ánimo empeoraba aun más, solía desquitarse golpeándome. Aun recuerdo la última paliza que me dio. “Pablo, ven aquí” me dijo. Al llegar a su lado me desnudó, y empezó a darme bofetadas, una tras otra. Le rogaba que parara, pero el seguía y seguía. Una vez vio que yo no me movía de lo aturdido que estaba, me tiró al suelo. Me golpeé en la ceja. Si se fija, podrá ver la cicatriz encima del ojo derecho. Empecé a sangrar y entonces él, se arrodilló a mi lado y empezó a llorar pidiéndome perdón. Era un llanto ahogado, lleno de sufrimiento, de dolor, de arrepentimiento, de pena. No le guardo odio por todo aquello, se que estaba enfermo y que en el fondo me quería, me necesitaba.

La locura de mi padre no consistía en no creer la muerte de mi hermana. Al contrario, el sabía muy bien todo lo que había pasado. Su locura, aparte de la depresión y de la poca estabilidad emocional, consistía en no aceptar ese final para mi hermana. Estaba convencido de que sería capaz de devolverle a la vida. Ya se que suena algo estrambótico, pero es la pura verdad. El tenía el convencimiento de que si trabaja duro (como usted sabe, él era medico, uno de los más importantes de España en aquella época) sería capaz de revivirla, y no solo lo creía, sino que se obsesionó con ello. Quería jugar a ser Dios y a recuperar lo que Él le había arrebatado. Un juego que le costaría demasiado caro.”

Al decir esto, Pablo dejó caer su cabeza hacía el respaldo, cerrando los ojos. Su rostro mostraba una imagen desencajada, desolada, atormentada. Una lágrima descendió a través de las arrugas para desembocar en la barbilla. Este silenció incomodó a John, que estaba empezando a interesarse por la historia. Pablo se incorporó de nuevo y continuó.

-¿Quiere otro whisky?
-No, gracias, no quiero pasarme.
-Como quiera.
-Le veo algo afectado. ¿Quiere que continuemos mañana?
-No, no. Preferiría acabar cuanto antes.
-Está bien. Pero si ve que no puede seguir no se preocupe por mí, comprendo que esto es complicado para usted.
-No se preocupe.

Pablo se levantó y se acerco a un armario al fondo de la habitación. Intentó buscar en la parte de abajo pero no conseguía agacharse.

-Écheme una mano, por favor. Busque un disco llamado “Proyectos”. Tiene que estar por ahí abajo.

John se acercó al armario y se puso a buscar ese disco. Una vez encontrado, se lo dio a Pablo.

-No, no me lo de. Póngalo usted mismo.

Hipnotizado por la curiosidad, fue hacía el tocadiscos. Sacó cuidadosamente el disco de Frank Sinatra y puso el otro en su lugar.

- Aquí grabó mi padre sus ideas, sus hipótesis, sus intenciones y sus planes de por qué y cómo iba a resucitar a mi hermana. Hace más de 50 años que no se movía de ahí. Es la primera persona que va a oírlo, a parte de mí. Podría decirse que es la prueba más fehaciente de que no estaba equilibrado, al contrario de lo que muchos decían, y dicen.



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La última oportunidad. Capítulo 3. Las pruebas.

El disco comenzó a sonar. La calidad era muy mala. Una voz distorsionada comenzaba a hablar.
“Hoy, día 19 de septiembre de 1914 he tomado la decisión de llevar a la practica los planes que, desde hace bastante tiempo, llevo maquinando. Mi deseo de devolver a la vida a mi hija Sara es la única preocupación que me ocupa y así pues, voy a comenzar a trabajar en ello.

Con esta grabación pretendo que, si en vida no consigo terminar mi trabajo, alguien pueda continuarlo a partir de mis investigaciones. Todos mis avances quedaran explicados detalladamente en este disco. Ahora, voy a empezar a trabajar.
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Día 24 de septiembre de 1914. Hace 6 días que comencé a trabajar y todavía no he conseguido nada. Para empezar me he centrado en intentar crear sustancias que aceleren el metabolismo de algunas bacterias. Aun no he dado con ninguna, pero no he de desesperarme. La investigación es un proceso lento y largo.
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Día 19 de Octubre de 1914. Creo que he dado con algo. Voy a seguir trabajando sobre ello, pero creo que un polisacárido basado en la glucosa y en la galactosa ha hecho reaccionar a algunas bacterias de una manera sorprendente. Acelerando la realización de los procesos que lleva a cabo. Es un mundo sin explorar así que no puedo asegurar nada. Dentro de unos días tendré una idea más clara de lo que ocurre.
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Día 29 de Octubre de 1914. Falsa alarma, no se cual fue la razón de la aceleración de su metabolismo, pero no se volvió a repetir. Tengo que trabajar más. A este paso no lograre nada. A partir de ahora le dedicare más tiempo. No volveré a actualizar el disco hasta que no tenga pruebas fehacientes de que mis planes comienzan a hacerse realidad.
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Oh, Dios mio, ya no me acordaba de este disco. Hoy es 13 de noviembre de 1933. Siento decir que todo mi trabajo aun no ha producido nada. No tengo nada en que basarme. Le he dedicado todos estos años y no he conseguido ni un pequeño avance. He de trabajar más. A mis 68 años no me resulta fácil y menos teniendo al pesado de mi hijo y a su prometida dándome la lata. Ese par de psicólogos que están empeñados en que tengo un problema. Seguro que es ese Franco el que no quiere que termine mi trabajo y me los ha mandado. Se ha empeñado en frustrar la ciencia y el arte españoles. Pero a mi no me va a parar, ni muchísimo menos. No, mi Sara esta por encima de cualquiera, y conseguiré devolverla a mi lado. Eso seguro.”

El disco dejó de sonar. John lo sacó del tocadiscos y lo guardo en su funda.

-¿Ve? Como le había dicho antes, es cierto que estaba loc…
-Pero, ¿por qué no utilizó este disco antes para probar la locura de su padre?
-Lo siento, pero está equivocado. Una copia llego a manos del que era director de TVE por aquella época, pero nunca fue emitido. Obviamente a esta gente solo le interesa vender, aunque para ello tengan que engañar o hacer daño a la gente.
-No entiendo…
-¿No se da cuenta John? Los medios de comunicación juegan con nosotros. Solo nos muestran lo que les interesa que sepamos, lo demás lo cambian, o simplemente, lo omiten. Juegan con nuestros sentimientos, con nuestras ideas. Juegan a eso que intentó mi padre. Juegan a ser Dioses que tienen el poder sobre todo, manipulándonos a su antojo.
-Ya veo.
-Mire, en mi vida he visto muchas cosas, y he conocido a mucha gente importante, influyente. He oído como esas personas se mofan de todo el país sabiendo que tienen a todo el mundo en la palma de su mano. Pensará que yo tampoco estoy demasiado cuerdo, tan solo soy un viejo solitario que tiene demasiado tiempo para pensar las cosas y sacar conclusiones tontas, pero estoy seguro que si recapacita sobre lo que le digo, se dará cuenta de que no estoy diciendo ningún sinsentido.
-No, si no me parece un sinsentido. No es la primera vez que oigo hablar del tema. ¿Y qué ocurrió mientras su padre estaba investigando? Es decir, ¿que fue lo que hizo que las cosas acabaran de esa manera? Al fin y al cabo su padre solo trabajaba en su laboratorio. ¿Qué necesidad tenia de hacer aquello?
-No se preocupe, ya llegan las respuestas.



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La última oportunidad. Capítulo 4. Una historia de amor (primera parte).

La habitación desprendía un aspecto dramático, triste… El anciano estaba agotado de contar la historia. Llevaba tanto tiempo sin hablar, que le costaba horrores mantener una simple conversación. Una atmósfera algo tétrica rodeaba a Pablo.

-Mientras mi padre realizaba sus precarias investigaciones, muchas cosas pasaron fuera de su laboratorio. Yo emprendí mi carrera en la psicología convencido de ser capaz de curar a mi padre. Obviamente, me equivoqué. También empecé a salir fuera de ese ambiente en el que vivía, conocí a gente interesante, y también a Elena…

John se percató de la tensión en el rostro del viejo. Intentaba mantener las lágrimas que luchaban por escapar de sus apagados ojos.

-Hay un sitio donde puede leer perfectamente lo que ocurrió los últimos meses antes de que todo acabara… Miré en aquella aleja, la del fondo. El libro pequeño de tapas rojas.

Lleno de curiosidad, el escritor se levantó y fue hacia la estantería.

-¿Este de aquí?
-Si, ese es.

Cogió el libro con sumo cuidado y volvió a sentarse.

-Es mi diario. Ahí escribí todo lo que aconteció hasta ese día. Lea a partir del día 24 de diciembre de 1932.

John abrió el diario lentamente hasta dar con la fecha exacta.

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24 de diciembre de 1932

Ya iba siendo hora. Por fin hemos inaugurado la clínica Pedro y yo.
Era increíble, estaba lleno de gente importante, muy influyente.
Ya sabes a lo que me refiero. Todo parece funcionar por fin.
Tengo un buen trabajo, suficiente dinero, amigos, fama, en fin,
todo lo que deseaba. Voy a seguir trabajando, solo me queda
curar a padre. Bueno, tengo prisa, pronto escribiré y espero que
sea con buenas noticias.



4 de enero de 1933

Que cantidad de trabajo, Dios mío. Así da gusto. Creo que
tenemos que meter a alguien más en la clínica porque Pedro y yo
no damos abasto. Me ha comentado que su prima podría estar
interesada en el puesto. ¡Qué gran trabajo para una mujer,
¿verdad?! Psicología. Ya te contaré si al final la cogemos o no.

Por otra parte, mi padre sigue encerrado en ese maldito
laboratorio. No hace mi caso a mis palabras. No se que hacer…
Empiezo a desesperarme y solo hace un mes que lo estoy
intentando tratar. Ya veré como me las apaño.



15 de enero de 1933

¡Hoy he conocido a una chica increíble! Aun estoy algo aturdido.
Se llama Elena. ¡Que ojos! Estaba con Pedro tomando algo en
la cafetería., esa que hay bajo la clínica, esperándola. Es su
prima. Ya comenté que era posible que viniera a trabajar con
nosotros. Nada más verla me pareció preciosa, pero al oírla
hablar… No solo es guapa, también es inteligente, graciosa,
elocuente… increíble. Es extraño, nunca antes había sentido algo
así. Estoy deseando volver a verla. Le hemos dado el puesto, así
que estaremos juntos a diario. Creo que yo también le he caído
bien, o eso espero. Te mantendré informado.



27 de febrero de 1933

Estoy algo confundido. Ahora veo a Elena todos los días y
empiezo a no poder pensar en nada más. Pero ella siempre esta
hablando de ese tal Juan con el que esta flirteando… Lo malo es
que el también siente algo hacia ella. Que mal me siento cada
vez que lo oigo. Desgraciadamente creo que me estoy
enamorando de ella. Si, ya se, parece una locura. No hace ni 2
meses que la conozco y ya me estoy enamorando, pero tú no la
has visto. Hablar con ella es toda una experiencia. Tiene una voz
tan profunda y a la vez, tan dulce. No se que hacer. Voy a hablar
con Pedro, que él la conoce bien.



4 de marzo de 1933

Últimamente solo hablo de Elena, ¿eh? Prefiero no pensar en mi
padre. Cada vez veo más complicado que recobre la cordura.
Varios de mis colegas lo dan por imposible. Se pasa todo el día
ahí encerrado mezclando esos potingues. No se da cuenta de
que la idea de devolverle la vida a Sara es una locura. Hoy hace
25 años de su muerte… y aun recuerdo esos gestos que tenía.
Como se apartaba el pelo de la cara, como me arropaba por las
noches, como cuidaba de mi padre, de todo. Parece una tontería,
no era más que un crío. La verdad es que solo recuerdo
pequeños detalles estúpidos, pero soy incapaz de recordar su
cara.

He decidido decirle mañana a Elena lo que siento. Ya veremos como se da el asunto.



5 de marzo de 1933

Ya está. Le he escrito una carta diciendo todo lo que pienso.
Espero que sirva de algo… Esto es lo que le he escrito:

“Ese sentimiento. No lo soporto. No dejo de preguntarme qué hago aqui, en silencio, sin hacer nada, quieto, inmovil. No lo entiendo. Debería estar allí, contigo, diciendote lo que de verdad pienso, lo que realmente creo. No dejo de pensar en ti desde que apareciste en mi vida. Somos casi desconocidos y, sin embargo, siento la necesidad de tenerte cerca. ¿Crees que es incomprensible? Normal. Yo a veces tampoco me entiendo. Dicen que esto del amor es una locura. Hacemos cosas que carecen de sentido. Cierto. Pero yo no tengo la culpa. Necesito tenerte cerca, sentir tu piel rozando mi rostro. Sentir como respiras junto a mi cuello. Sentir como tus labios acarician los mios para sumirse en ese deseado beso. Te necesito a ti y sigo sin saber por qué. Me alivia saber que no soy el unico que "sufre" o "disfruta" esta sensación. Todos pasan por esto alguna vez en la vida. ¿Qué tontos somos, verdad? No contentos con la dificultad que supone sobrevivir a cada día, se nos ocurre dejarnos llevar por esos ideales romanticos. Pero, ¿Y qué? ¿Qué tiene de malo? No hay nada que llene más la vida de cualquiera de nosotros, que el amor que nos puede regalar esa persona. Estoy seguro de que teniendote cerca, todo tendrá sentido de nuevo. No se. Tal vez no. Pero, quizás, tal vez, pudiera volver a creer en todo esto. No se, eres distinta a las demás. Cada vez que te oigo hablar, algo siento por dentro. No se explicarlo. Solo se, que te necesito. Pero yo sigo aqui, en silencio, sin hacer nada, quieto, inmovil. Pero es normal. ¿No es normal temer a ser rechazado? ¿No es normal tener miedo de que de tus labios salga un "no" desolador y doloroso? No hay nada peor que amar y no ser amado. Yo lo se. ¿Aunque qué soy yo?¿Qué credibilidad tiene un cobarde que se esconde detras de una cortina ficticia para no decirte lo que siente por miedo a que le digas que no le amas? Ninguna, o toda. No lo se. Solo se que te quiero. No consigo quitarte de la cabeza. No quiero quitarte de mi cabeza. ¿Habria algun pensamiento más bello que la ilusión de darte un beso? No, yo creo que no. Sin embargo, yo sigo aquí, en sliencio, sin hacer nada, quieto, inmovil...”
Crucemos los dedos…








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