Piensa dónde están las fronteras.
Están lejos… o pueden estar cerca.
En la cima de la colina lo veo todo… las casas, los coches, la gente y el movimiento. Es mío, sólo mío.
Muchos años he trabajado para construirlo y mis manos ya pueden descansar tranquilas.
Pero algo me remuerde en la conciencia. Sé lo que es… pero lo quiero decir en voz alta, por miedo, no a que me oigan, sino a oír mi propia voz pronunciando su nombre.
El viento me da en la cara y yo cierro los ojos pensando en varias cosas… quizá en demasiadas, pero no puedo evitarlo.
Poco a poco aparecen imágenes por mi cabeza…son recuerdos, son deseos, son caras, amigas o no amigas…Y una canción suena desde el horizonte golpeando mis oídos y haciéndome llorar.
El viento cesa, y vuelvo a abrir los ojos. Algo me llama a mis espaldas, y yo me giro.
Puedo ver una enorme montaña, y en la cima a su dueño. Me mira, serio pero a la ver alegre.
“Por fin has mirado”, me dice
Yo no sé a qué se refiere, así que le pregunto qué quiere decir, pero no alcanza a oírme. Está muy alto. Así que tengo que subir, y empiezo a escalar.
El viento vuelve a soplar e intenta tirarme. Me quiere retener abajo, pero no lo consigue; yo llego a la cima y le pregunto por la frase enigmática. Él, sonriendo, me dice “Por fin has escuchado la canción, ahora puedes cantarla tú”.
Piensa en el horizonte.
Quizá no se acabe en el mar.
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canta el viento, canto yo