Sarah estaba anonadada. Se había tumbado un poco en la litera de una de las dependencias de las habitaciones de los soldados de las FS. No la dejaban volver a casa.
-"Por motivos de seguridad, señorita Millers, usted ya no volverá a casa. El viaje hace tiempo que está organizado y solo nos hacía falta convencerla a usted- Cuando el Gobernador había dicho esto Sarah le río de mala gana el sarcasmo-. Comprendalo. Además no se preocupe, a todos los efectos legales y universitarios Sarah Millers no tendrá ningún problema. Nadie notará tu ausencia".
Y ya está, nada más. Absolutamente nada más. La reunión acabó y unos soldados la acompañaron hasta allí por si quería dormir algo. Claro que, debido al ajetreo y a las sorpresas que se había llevado aquella mañana a Sarah le era imposible dormir. Y allí se encontraba, tumbada en una litera con la mirada perdida en el techo intentando asimilar todo lo que se le venía encima. Y lo que vendría más adelante. Todo aquello se le escapaba de las manos y ante aquella infinidad que se le presentaba, ante aquél vacío eterno que ahora rellenaba su vida, sintió impotencia y rompió a llorar. Hacía años que Sarah Millers se había permitido por última vez llorar, y aquello le volvió a coger con tanta sorpresa de nuevo, ver como había caído en aquello, que, sin querer evitarlo, rompió a llorar con más fuerza. Así se pasó cerca de una hora, descargando toda su ira contra la almohada, llorando con desesperación. Hasta que le dolieron los ojos, entonces, cuando el cansancio cayó como una maceta sobre la cabeza de Sarah, entonces, se quedó dormida en un sueño intranquilo.
***
El gobernador estaba sentado de espaldas a la puerta por la que anteriormente había entrado la chica y miraba al militar, que estaba de pie, con los brazos en la espalda mirando atentamente la puerta.
-Pobre chica, en realidad no es justo que le hagamos esto
-Piensa en la victoria, Tim- Cuando estaban solos el militar llamaba al gobernador por su nombre de pila
-Lo sé, lo sé...pero no dejo de pensar en que tiene parte de razón
El militar hizo un gesto con la cara en señal de que no entendía
-Me refiero a lo de la traición. Sabes que es verdad. Esto se castiga con traición.
-No hay tiempo para esto, Tim. Si nos equivocamos con esto, el consejo pedirá cabezas. Y la que primero rodará será la mía
-Y cuando se enteren de que el gobernador está detrás de esto, después rodara la mía
Ese momento al General se le ocurrió un chiste que creía gracioso acerca del asunto, pero antes de que pudiera soltarlo, Jack Reed entró por la puerta. El gobernador se giró, se secó la frente y preguntó que todo estaba listo ya. "Todo listo" contestó Jack.
-La chica está en las dependencias de los soldados de las FS, ve a hablar con ella, preséntate y llevala al hangar de salida. Tenéis que salir lo antes posible.
***
La luz de la habitación estaba apagada. Jack entró con sigilo, sin hacer ruido cuando la suela de goma de sus botas pisaban con mesura el frío metal del suelo. La luz entrana directamente por la puerta entre abierta y enfocaba directamente media cara de la muchacha y parte de la espalda. Parecía un ángel dormido, por eso Jack se resistía a despertarla. Al final, recordando su misión, la movió despacio. "Señorita Millers, señorita Millers".
Si Sarah había sido la quinta persona que había recibido la llamada de ir hasta allí, Jack Reed fue el primero. Tampoco se lo esperaba, pero nunca lo descartó. Siempre fue partícipe de la idea de poder ir al exterior. Por eso era el piloto de una de las dos naves que de vez en cuando salían al exterior para realizar exploraciones.
"Teniente Jack Reed" es lo primero que vio Sarah cuando abrió los ojos. Después los subió para ver al dueño de la placa y del brazo que la había movido hasta despertarla. Se trataba de un hombre vestido con un mono azul y blanco de una pieza como el que le habían dado a ella. Debería rondar los treinta años, tenía el mentón un poco salido y el pelo cortado como un militar.
-Señorita Millers- Volvió a susurrar el hombre- Tiene usted que levantarse. Vamos, acompáñeme.
De mala gana Sarah recordó qué es lo que estaba haciéndo allí, para que la habían llamado y anheló estar en su clase de Aplicación Práctica de la Ciencia Magnética. La chica acompaño con paso cansado por el pasillo. Tenía los ojos hinchados de tanto haber llorado antes de dormirse. En verdad había estado ni tres cuartos de hora durmiendo, pero a ella le habían parecido lo menos treinta y seis.
Llegaron al hangar. Allí vio Sarah al Gobernador, al General que había estado en la reunión, cuatro soldados vigilando y tres hombres más vestidos también con el mono azul y blanco que llevaban ella y Jack.
Habló el gobernador
-Señores, les presento a la señorita Millers, será nuestra arqueóloga. De ella depende en gran medida que se lleve a cabo esta misión y de ella dependerá también que se complete con éxito- Lejos de sentirse halagada, Sarah buscó los ojos del gobernador para atacarle con la mirada. El gobernador hizo caso omiso de ella y prosiguió- Cuiden de que no le pase nada a ella, va a ser un importante arma en caso de que lleguen allí y no vean la máquina. Esta muchacha piensa de forma eficaz y contundente. Acepten sus opiniones.
Sarah vio que cuando el gobernador dijo esto miró claramente a Jack, como si el mensaje de aceptar sus opiniones estuviera directamente relacionado con él. Y comprobó que sí una vez el gobernador hubo reanudado la explicación
-El teniente Reed estará al mando de la expedición. No solo por su graduación dentro de las FS, también porque conoce el exterior mejor que nadie. Cualquier decisión que él tome será irrebocable. ¿Entienden?. Solamente irán armados él y el sargento Connors. Nadie más podrá llevar armas a menos que éstos lo autoricen.
El sargento Connors era Jim Connors. Un hombre gigantesco. Tenía una complexión increíblemente grande. Parecía un oso, en fuerza y en tamaño. Medía casi dos metros de altura y tenía más espalda que cualquier campeón de lucha libre. En verdad era tremendo. El arma que llevaba era una ametralladora pesada que la mayoría de los hombres necesiaría apoyar en el suelo para disparar. Tenía la cara marcada por numeroso "agujeritos" de una enfermedad que sufrió cuando era chico. Estaba sentado sobre una caja metálica y miraba al fondo con aire distraído.
-También irán a la expedición el Doctor Graham, que es el credor de los Trajes de Lluvia que llevareis durante el viaje y el Padre Tomas, director espiritual del General.
-¿Trajes de Lluvia?-Preguntó por primera vez Sarah
-Sí, sin ellos no podrías sobrevivir. Han sido diseñados para esta expedición. Nunca nadie ha salido al exterior a pie en vez de volando. Ustedes serán los primeros. Por eso va el Doctor con ustedes, por si tienen alguna complicación.
En aquel punto el nerviosismo de los expedicionarios subió varios puntos, no solo se acababan de enterar de que irían a pie en vez de en nave, además, el traje que les tendría que salvar la vida acababa de ser diseñado.
Lo que más extraño le resultó a Sarah fue que hubiera presentación del Padre Tomas, pero no explicación de porqué iba. Reed y Connors con las armas, Graham por el traje, ¿pero Tomas?
***
Una vez se hubieron presentado entre ellos y quedaron marcadas las directrices iniciales, el gobernador y el General se fueron por la puerta y subieron hasta el cuarto cuya cristalera daba al hangar. Desde allí vieron como se ponían los trajes. Graham explicaba
-Tienen un sistema de compensación térmica, transpiran y pero no calan. Tienen aparatos de radio para comunicarse entre nosotros y con los de aquí. En vez de capucha o gorro he diseñado un casco, para evitar cualquier filtración. Es completamente transparente, parecido al que llevaban los buzos antiguamente. Llevarlo nos librará de morir ahogados si por accidente cayeramos al agua en vez de ir por tierra firme. Cuando estemos en la superficie hay que tener en cuenta que la lluvia no nos dejará ver. Lleven el casco entonces echado para atrás para que el agua no impida la visión. si se cayeran al agua aprieten el botón rojo del lateral que cerrará herméticamente el casco y extraerá el agua a través de la base del cuello. Si se hunden tiren de esta anilla, el traje se inflará como un globo para que floten. Creo que no me dejo nada. ¿Alguna pregunta?
-Nadie dijo nada de tener que hacer el camino a pie- Masculló Connors
Como si de Dios se tratase, la voz del gobernador que observaba y escuchaba todo desde el cuarto de observación sonó por megafonía
-"Las naves no tienen tanta autonomía. Levantaríamos sospechas y necesitaríamos repostar en otras ciudades. Tienen que hacerlo a pie, cueste lo que cueste. No se acerquen a las otras ciudades."
-¿A cuanto está nuestro destino de aquí?- susurró Jack al oído de Sarah
Ella estaba completamente derrotada. ¡A pie! eran miles de kilómetros. ¿Estaban locos? ¿Como lo harían a pie?. Se estaba empezando a poner nerviosa. El traje le apretaba, estaba incómoda. Le volvieron las ganas de llorar. A pie, eso, seguro supondría muchos meses caminando. ¡Cielo santo, a pie!
-¿Señorita Millers?, decía...
-A muchos teniente, a demasiados. A más de los que ninguno de nosotros ha caminado jamás. Y todo bajo la lluvia, con estos malditos trajes. No lo conseguiremos. Eso es seguro...no es poco probable, ni muy difícil. Reed, es imposible.