Al borde de un abismo, me paro a pensar. Permanecer en un infierno conocido, rodeado de fragilidades y mentiras, de caos y diversión superficial. Abajo, un cielo yaciente, donde prometen gloria y felicidad. Un edén fantasioso adornado por las habladurías. Pero nadie se tira. Miro a la gente pensante, paracaídas en mano, también al borde de ese abismo. Todos merodean y tiran piedras, y observan como las borra el olvido, pintándolas de distancia infinita. Día tras día cientos de personas visitan el enigmático abismo, con una intención evaporada por la incertidumbre.
Porque nadie volvió en persona para contarlo, porque el creer es tan complejo, porque tenemos vértigo tal vez. Ni siquiera los ángeles vuelan hacia abajo, flotan perplejos satisfechos con una vista panorámica. Porque el miedo tomó forma en una superproducción jolivudiense y el temor se respira oscuro, como ese edén del que nos hablan.
Y quién engaña no gana.
[COLOR=3]Dedicado a Florian, gracias por convertir en recíprocas nuestras reflexiones.
Música de fondo: ojos de brujo “Quien engaña no gana”
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