- 1º parte: Comienza el día
Solo en casa por primera vez. –
Otra experiencia más que contar, si es que salgo vivo – pensé cuando mis padres cerraron la puerta.
Aun era temprano, serían aproximadamente las 12 de la mañana, y yo estaba tan placidamente tumbado en mi cama, recién despertado de una cabezadita que terminó cuando mi dichosa madre me despertó para explicarme el funcionamiento básico de las llaves inglesas y los tornillos de doble tuerca, las precauciones a tomar en caso de que los ladrones intentaran entrar en casa, la forma en la que debía de tirarme por la ventana en caso de incendios… En fin, todas esas cosas básicas que alguien debe de saber si se queda solo en casa.
Tenía todo el día por delante para desayunar, sin prisas, por fin no estaba mi madre allí para gritarme desde la cocina que me levantará ya, que estaba la leche con los cereales ya servidos y se estaban ablandando de forma considerable. Tampoco ella estaba hoy para meterme prisas en desayunar y mandarme justo después a la ducha, y con el cuerpo cien por cien enjabonado, cortarme el agua caliente, y obligarme a aclarar mi cuerpecito en agua con temperaturas similares a las del polo Norte. –
Desayunaré dentro de un rato, cuando tenga hambre, y me haré unos huevos fritos con bacón, si, eso me haré, y luego un zumo de naranja bien coladito, no como el que me hace mi madre lleno de pellejos . Aunque no me dio tiempo a pensar que haría después, cuando el teléfono empezó a sonar, la primera llamada de un largo día. -
¡Qué bien, a ver si es Alex, o Álvaro, o Juan, y les invito a desayunar conmigo! – pensé mientras me levantaba y corría hacia el salón.
- ¿Si, dígame? Seas quien seas, antes de que contestes, que sepas que estoy solo en casa, si eres un ladrón no vengas a robarme que mi mama me ha dicho lo que te puedo hacer si vienes, si llamas del banco o del juzgado, mis padres se han muerto, y si llamas del videoclub, mañana te pago lo que te debo.
- ¿¿Qué le debes dinero a la del videoclub?? – contestó mi madre al otro lado del hilo telefónico.
- Ejem… ¡¡Qué es broma mami, si ya sabía yo que eras tú!! – la dije en un alarde de improvisación, y pensando por dentro “
menuda cagada la mía ”, y no sería la única… - ¿Qué tal el viaje? ¿ya habéis llegado a Barcelona?
- Si, ya hemos llegado hace un rato, cacho melón, en menos de una hora desde Madrid hasta Barcelona, ¿qué te crees, que nuestro SEAT Ibiza es el coche fantástico? Como se nota ese suspenso en Geografía, menudo hijo más patán… tierra trágame…
- Esta madre, no sabe distinguir una broma… -
Segunda cagada.
- Bueno Arturito, ¿que tal has desayunado? No se te habrán quedado blanditos los cereales, ni la leche fría, ¿verdad Arturito?
- Ejem… Claro que no, ya he desayunado mi leche con cereales, estaban perfectos, ni muy duritos ni muy blanditos, y la leche perfecta, ni muy fría ni muy caliente.
- Te he pillado aguililla... ¿Qué cereales?, los habrás pintado ¿no?, porque en casa pocos cereales quedaban vivos desde que papa se los ha terminado esta mañana…
- ¡Claro, eso he hecho, los he pintado! –
¿qué estoy diciendo?
- Yo a ti te voy a dar cuando llegue a casa, ya sabía yo que aun eras pequeño para quedarte solo en casa.
- Pero si tengo 17 años, mama, ¡¡por Dios!!
Así terminó la primera conversación vía teléfono… Ahora ya, quisiera o no, no podía desayunar cereales, así que decidí seguir adelante con mi plan, huevos fritos con bacón. Sería algo fácil de hacer, en las películas siempre que no se tienen ganas de cocinar, o se piden una pizza o se hacen unos huevos fritos, el bacón lo pongo yo porque me apetece. –
Digo yo que una sartén, un poco de aceite, unas rajas de bacón y un “par de huevos “será lo que se necesite, no más – volví a pensar, yo como siempre tan pensativo…
Así que me puse manos a la obra. Lo primero sería buscar las herramientas de trabajo. Los huevos estarían en la nevera, junto con el bacón. Directo que fui, la abrí, y no tuve muchos problemas en encontrar ambas cosas, bueno, miento, tuve un problema, un huevo que se me cayó al suelo, pero lo recogería más tarde, ahora estaba concentrado y no podía dedicarme a otra cosa. El aceite seguro que está………. ¿¿dónde está el aceite?? ¿¿¿Y la sartén??? Volví a abrir la nevera, ni rastro. El cajón de los vasos, de los cubiertos, de las latas de judías, allí no aparecía ni la dichosa sartén ni el queridísimo aceite. Tal era mi desesperación que me fui a la habitación de mis padres a buscar, y tampoco… A punto estuve de tirar la toalla, pero en una inspiración divina, pensé… -
debajo de los fogones hay un cajón, no lo he mirado, seguro allí está todo lo que busco – y no fallé. Fue abrirlo y mis ojos se iluminaron como si la Virgen se hubiera aparecido en aquel cajón. Pero no, esta vez no fue la Virgen, pero si la ansiada sartén y el aceite. Ya tenía todos los útiles, ahora había que ponerse manos a la obra, aunque antes fregué la parte de la cocina en la cual se había caído el huevo, y gran parte de la casa en la cual, a través de un medio de transporte tan sencillo como la suela de mi zapato, se había extendido.
-
¿Por donde empiezo, echo el aceite, enciendo el fuego, quito la cáscara al huevo, o directamente me como el huevo crudo con cáscara y aceite por encima? Empecemos echando el aceite a la sartén, para después ponerla en el fuego y encenderlo. Cogí la botella de aceite, estaba medio llena (o medio vacía), y la incliné lo menos posible para no echar más cantidad de la debida, aunque en realidad no sabía cuanta cantidad había que echar. La incliné tan poquito que no caía ni gota, la incliné un poquito más, otro poquito, y ya me cansé y la puse totalmente vertical, gran error. En apenas un par de segundos la sartén parecía una piscina de estas para niños pequeños que se ponen en los jardines de los chalets. Pero bueno, no iba a tirar el aceite por nada del mundo, que había oído a mi madre decir que estaba muy caro, así que decidí hacer los huevos con todo aquel liquidillo verdecino… Así que ya de carrerilla, sin pensar lo que hacía, como si llevara toda mi vida cocinando, puse la sartén encima de uno de los cuatro fuegos que tenía mi cocina (no se las demás), saqué una cerilla (estas si que sabía donde estaban), y aquí me volví a quedar atascado… Aquella especie de ruedecillas que había debajo de la cocina, sabía que había que usarlas, pero lo que no sabía era el momento de ello. ¿Antes de encender la cerilla, o después? Probemos de las dos formas, si no es de una es de otra (como se notaba que aquel día estaba inspirado mentalmente). Por suerte, fui a probar primero el girar la rueda y después encender la cerilla para encender el fuego. Esta vez si que acerté. Salió todo redondo. Como un auténtico cocinero había logrado encender aquel fuego, y ya estaba mi sartén con el aceite sobre él. Solo faltaba meter el huevo, pero antes había que quitarle la cáscara. En mi primer intento, cuidadosamente con mis manitas intenté poco a poco quitar aquella cáscara blanca, pero aquello no iba por buen camino, aparte de ser aburrido de narices. Ese huevo fue a la basura. Mi segundo intento fue con un cuchillo, aquello no hacía nada, la cáscara seguía aguantando firmemente ante aquella arma afilada, yo cada vez lo intentaba con más fuerza, y claro, pasó lo que tenía que pasar. El cuchillo asesino atravesó el huevo de punta a punta, haciendo que del susto se escapara de mis manos y explotara en el suelo. Otra vez a recoger el suelo, pero esta vez ya tenía práctica. Y mientras fregaba, Dios me iluminó. -
El huevo se ha caído, y se ha abierto, puedo tirar un huevo a la sartén y se abrirá……. Pero no, se quedarían las cáscaras… Pero bueno, si le doy un golpe agarrándolo con la mano, ¡quizás salga el huevo y no las cáscaras! Habrá que probarlo . – definitivamente, era mi día. Se me había ocurrido aquella genial idea a mi solito. Terminé de recoger el suelo y emocionado cogí el cuarto huevo de la mañana de la nevera. Suavemente, lo llevé hasta la sartén, le di un pequeño golpe con la esquinita, y el huevo salió perfectamente cayendo de lleno en medio de la piscina, quedando la totalidad de la cáscara en mi mano.
-
¡¡He triunfado!! - me dije a mi mismo.
Totalmente emocionado, me quedé unos segundos inmóvil, comprobando como aquel huevo empezaba a freírse él solito, incluso me saltaba el aceite hirviendo, no me importaba, estaba feliz. Aunque no duraría mucho. Otra vez sonó el teléfono, - ¿
Será mi madre otra vez?
- ¿Si, dígame? Seas quien seas, antes de que contestes, que sepas que estoy solo en casa, si eres un ladrón no vengas a robarme que mi mama me ha dicho lo que te puedo hacer si vienes, si llamas del banco o del juzgado, mis padres se han muerto, si llamas del videoclub, mañana te pago lo que te debo, y si eres mi madre, todo lo que he dicho antes era broma.
- Hola, buenos días, le llamaba del juzgado de inspección número 41, ¿se podría poner la señora Martínez un segundo, por favor?
Un segundo de silencio total, dos segundos de silencio total… y colgué.
- Piiiiii – Me quedé un par de minutos pensativo, - ¿
sería mi madre una ladrona? ¿Una asesina? ¿Una violadora? - Y yo tan preocupado de que sería mi madre, que me olvidé por un momento de mis maravilloso huevo frito. Cuando recordé que aquello estaba en la sartén, un tremendo sprint desde el salón hasta la cocina, y aquello que pretendía ser un rico huevo, con una clara blanquita, y una yema blandita, terminó siendo algo parecido al carbón que el año pasado me trajeron los reyes magos. Mi desilusión fue más que notable. Una lágrima recorrió mi mejilla derecha. Pero no me desanimé y decidí cargar con mis propios actos y comerme aquello. Eso si, ya no tenía ganas de hacerme bacón frito. Directamente de la sartén, para no tener que fregar platos, con un palillo y con mucha maña, para no tener que fregar cubiertos, me comí el huevo “frito”. Nunca había probado nada tan asqueroso, pero tal era mi hambre, que me sentó bien y todo. El desayuno ya había concluido.
-
He pasado mi primera prueba, y con nota – pensé.
- 2º parte: Siguen los problemas
Después de aquel accidentado desayuno, aun quedaba el resto del día para “disfrutar” solito. Después de desayunar, serían aproximadamente las 12:45 de la mañana, es decir, ¡tres cuartos de hora en prepararme un asqueroso huevo frito!
-
Si es que el que nace con talento… - me dije interiormente como riéndome de mi mismo.
Aun quedaba parte de la mañana libre para poder bajarme un rato con los amigos por el barrio, y así de paso, antes de subir a comer YO SOLO, me pasaría por el Telepizza a comprarme una Hawaiana con piña y jamón de York. Me puse unos vaqueros, la camiseta de Soulfly, y después de vaciar mi vejiga, me bajé a la calle en busca de alguien con quien pasar el tiempo. Lo primero que hice fue ir a llamar a Álvaro, que era el que más cerca mía vivía, de hecho vivía justo debajo de mí. Bajé un piso en ascensor, y llamé al timbre. Unos segundos de tensión, y nadie contestaba. Volví a llamar al timbre. Más segundos de tensión, y cada vez me daba más la sensación de que en casa de Álvaro no había nadie. Aun así, lo intenté por última vez, a la tercera va la vencida me dijo mi abuela cuando repetí 2º de primaria por tercera vez, y cual fue mi sorpresa, doble, que salió Álvaro a recibirme, aunque sin mucha ropa que digamos, o, para que mentir, sin ropa. Era algo descomunal. Nunca había visto nada tan grande en mi vida, y eso que estaba boca abajo.
- Ehm… Hola A...A…Álvaro…. e, era por si te, te apetec….ía venirte..un rato a… ¿oye, tu tomas algo para tenerla tan grande? – le dije sin poder contener mi excitación, digo, mi curiosidad.
- ¿Cómo? ¿De qué me hablas? – justo a tiempo de rectificar.
- Nada, eso, que si te venías a tomar algo a un sitio de estos que tienen tiendas tan grandes…
- ¡Claro! Me acabas de dar una alegría, yo que estaba en la cama sin nada que hacer. Me visto y cuando esté subo a buscarte, ¿vale?
- Perfecto. ¡Hasta ahora Rocco!
- ¿¿Qué??
- Jode, estás sordo. ¡Que hasta ahora, loco! –
mis improvisaciones eran de un nivel casi profesional.
Así que nada, sorprendido por una parte, y envidioso por la otra, me subí a mi casa a esperar a Alvarito. Apenas me dio tiempo a entrar por la puerta y a beber un vaso de agua, antes de que el timbre sonara.
- ¡A eso lo llamo rapidez, vámonos!
- Venga, vamos. Por cierto, ¿estás solo en casa?
- Siiiiiii, ESTOY SOLO EN CASA – dije en un tono eufórico.
- ¿Y has cogido las lla…? – me dijo Álvaro cuando terminé de cerrar totalmente la puerta. – ¿ves?
- ¿Qué llaves? – y otra vez ese infernal silencio que tanto miedo me da. - ¡¡¡Mierda!!! ¡Me he dejado las llaves en casa! ¿Qué hago Alvarito? ¡Ayúdame!
- Joder Arturo, ¿cómo se te pueden olvidar las llaves en casa? Pues nada chico, a llamar al cerrajero.
- ¿No queda otra?
- No queda otra.
- Pues nada, si hay que llamarle se le llama. Pero antes vámonos al Telepizza a comer, que estos descuidos dan hambre – dije quitándole hierro al asunto.
El camino al Telepizza fue muy duro. Álvaro no paraba de echarme la bronca por aquel descuido de novato (lo que yo era), y yo una y otra vez diciéndole que la culpa no era mía, sino suya por vestirse tan temprano y no dejarme tiempo para pensar en lo que tenía que coger y no coger. Una vez llegamos al “restaurante de comida basura”, tampoco nos poníamos de acuerdo en qué pizza pedir. Yo tenía unas ganas imperiosas de tomarme una Hawaiana, mientras que Álvaro odiaba la piña y el Jamón, y la quería de champiñones con alcaparras.
-
Menudos amigos más raritos que me echo – pensé.
- Bueno, ¿en qué quedamos? La pedimos mitad de una cosa y mitad de otra.
- ¡No! Que estos pizzeros no tienen cuidado, y como me echen un trozo de piña en mi parte, yo me muero, me dan nauseas.
- Pues nada hijo mío, nos pedimos una mediana cada uno, si el que come poco eres tú, yo con una mediana ando servido, ni falto ni sobrado, además, esta mañana he desayunado fatal.
- ¿Qué has desayunado?
- Cuando nos den las pizzas te lo cuento, así te hago amena la comida.
- Venga, pues hecho, una mediana para cada uno.
Una vez logramos llegar a la cajera, después de media hora esperando aquella tremenda cola (la de Alvarito no, la de la pizzería), y nos sirvieron nuestras sabrosas pizzas, nos sentamos en una arrinconada mesa a degustarlas. La comida, como ya advertí en un principio, se pasó volando, sobre todo para mi queridísimo amigo, que no paró de reírse y de atragantarse. ¡Incluso se tomo la pizza entera!
- Bueno, ¿y después de que te llamaran los del juzgado que hiciste? – me preguntaba de forma atosigante, se le veía metido en la historia.
- Vámonos camino a casa, que ya hemos terminado de comer y aquí hay gente comiendo de pie, y por el camino terminó de contarte la historia, que ya está a punto de terminar.
Y otra vez logré manejar a Álvaro tal y como quería, así que en el trayecto, cumplí con mi promesa y le conté todo lo sucedido hasta el final. Antes de llegar a casa, nos paramos en una cabina cercana y llamamos a un cerrajero que se anunciaba en el calendario que me dieron hace no mucho por la calle, junto con otros servicios del mismo estilo. No puso muchos impedimentos en acercarse a ayudarnos, aunque al principio su voz mostraba desconfianza al oír al otro lado del teléfono a dos jovencitos.
- En media hora aproximadamente estaré en la puerta de tu casa.
- Muchas gracias señor cerrajero, le espero.
- 3º parte: Punto y final
Así que, ya estaba todo controlado. Directos de la cabina nos fuimos a casa, que, aunque pillaba a cinco minutos andando, más valía prevenir no nos fuera a suceder algún altercado por el camino que nos retrasara. No fue así, y en las escaleras de mi piso estuvimos los dos sentados, charlando, hasta que aquel cerrajero apareció. Lo primero, muy educado, se presentó y nos dio la mano, y luego directamente se puso a currar.
- Esto es muy sencillo – dijo al ver que, obviamente, no había ninguna llave echada. En una media horita aproximadamente tenía mi casa de nuevo abierta al público, pero lo peor vino al pagar.
- ¿Cuanto le debemos señor cerrajero? Le pregunté serenamente y con ganas de taparme los oídos para no asustarme.
- 20 € de la visita y otros 20 € del arreglo. – me contestó de forma totalmente automática, mientras que abría la cremallera de su riñonera para meter el dinero.
-
Ay mi madre que me he gastado mucho en las pizzas… - Espere un momentín, voy a por el dinero. -
¿qué hago? ¿de dónde saco yo los 40 €? Pensemos Arturo, no te pongas nervioso… A ver, en mi cartera tengo 10 €, solo tengo que conseguir 30 más… - ¿Cuántos tienes tu, Álvaro?
- Otros 10 € en un billete y luego tendré algunos centimillos sueltos.
- Déjate de céntimos piltrafilla –
vale, ya sumamos 20 €, restan otros 20… ¡Lo tengo! Cogeré parte de los 30 € que me ha dejado mi madre para urgencias, y luego ya pensaré como suplirlos o como excusarlos.
Rápidamente, antes de que el cerrajero empezara a sospechar de mi falta de capital, fui a la habitación de mis padres y allí estaban los 30 relucientes euros. Solo me hizo falta coger el billete azul, que sumado a mi billete rojo y al rojo de Álvaro sumaban lo que aquel hombre nos pedía.
- Hoy no le podemos dar propina señor cerrajero, tenemos el dinero justo, espero que nos entienda.
- Bueno, no pasa nada – dijo defraudado aquel pobre hombre. – Hasta la próxima.
- Adiós y gracias por todo – contestamos los 2 a la vez.
Otro problema más que había logrado esquivar. Después de que Álvaro me pidiera como muy tarde para mañana sus euros, yo le dijera con total seguridad que los tendría, nos despedimos con un mísero “deu”, y yo cerré mi puerta, esta vez desde dentro, para volver a encontrarme solo en casa.
El día había pasado muy rápido, ya era media tarde, pero no tenía nada de ganas de merendar, cosa rara en mi. Así que directo a tirarme en el sofá y a ver la tele, prefería estarme tranquilito lo que restaba de día, antes que volverla a liar de nuevo. Encendí el televisor, y no encontré nada interesante, así que decidí dejar la telenovela de la 1, que no entendía la mitad de lo que decían, pero algunos nombres me hacían gracia y me los guardaba para decírselos a mis compañeros de clase, y luego había una chica que salía muy de vez en cuando, pero merecía la pena verse la seria aunque solo saliera cada 2 o 3 capítulos, - esperemos que hoy sea mi día de suerte y salga – pensé de forma pilla. Aunque no duré mucho viendo aquel pestiño, y a los 10 minutos estaba soñando profundamente con aquella señorita de la serie, un capítulo en el que ella era la protagonista, pasaba de ser la criada del apuesto señorito a ser una auténtica empresaria, y en aquel capítulo se intenta seducir al jefe, y justo cuando se iba a quitar el sujetador… ¡¡Suena el teléfono!! Mi plácido sueño había concluido, como pasa en todos los sueños, en la mejor parte. Ahora mi dilema era:
- ¿Lo cojo, no lo cojo? ¿Y si son del juzgado otra vez? ¿O del videoclub? ¿O si es mi madre? Prefiero cogerlo por si es mi madre, para que vea que chico más responsable que soy que no me he ido de juerga y sigo vivo en casa . Así que, otra vez en un intenso sprint, ya que con todo lo que había pensado desde que empezó a sonar el dichoso teléfono ya habían pasado dos tonos, corrí directo a pillarlo, pero esta vez me pillaba más cerca, no tenía que cambiar de habitación.
- ¿Si, dígame? Seas quien seas, antes de que contestes, que sepas que estoy solo en casa, si eres un ladrón no vengas a robarme que mi mama me ha dicho lo que te puedo hacer si vienes, si llamas del banco o del juzgado, mis padres se han muerto, si llamas del videoclub, mañana te pago lo que te debo, si eres el cerrajero, te he pagado todo lo que me pedías y no te pienso dar propina, más que nada porque no tengo, y si eres mi madre, todo lo que he dicho antes era broma.
- Ah bueno, si es broma no pasa nada Arturito.
- ¡Hola mama! ¿Has visto que hijo más responsable que tienes, con la de perrerías que podía haber hecho, desayunar un huevo frito, más que frito, en vez de los cereales, irme por ahí de juerga con Alvarito y dejarme las llaves en casa para luego tener que llamar a un cerrajero y que me clave 40 €, a lo que le tienes que sumar también el atraco que es el Telepizza, en vez de comer la carne en salsa que me habías dejado en la cocina, y lo bien que me he portado?
- ………………….
- ¿Mama? ¿Sigues viva?
- Más de lo que tu te crees espabilado…
- ¡Qué toda esa historia que te he contado es broma! Parece mentira que no me conozcas.
- Bueno, más te vale que nada de eso haya sucedido, que yo lo se todo, aunque parezca mentira…
- Que si mama… - dije en tono medio cagueta medio pasota. – ¿Algo más mama?
- Nada más Arturito, que ya hemos salido de Barcelona y en 2 o 3 horitas llegaremos a casa, te echo de menos mi vida, cuídate, no seas malo, no abras a nadie, ya sabes si hay un incendio…
- Adiós mama. – y colgué. -
Nunca en mi vida había colgado a nadie por teléfono, y en solo unas horas ya van 2, si es que vaya día más rarito.
Me volví a tumbar en el sofá, y la serie de la 1 ya había terminado, ahorráis que no había nada de nada en la tele, bueno, un documental de la reproducción en los animales –
Mejor que nada, habrá que consolarse con esto – y lo dejé puesto. Después de un rato viéndolo y aprendiendo muchas cosas, el timbre de la puerta hizo que pegara un tremendo bote que me hizo levantarme directamente. Antes de abrir, me aseguré de que no era un extraño, un guiño de ojo a través de la mirilla de la puerta y un “¿quién es?” al que contestaron “soy yo”, fueron suficientes para identificar a mi amigo el superdotado.
- ¡Qué pasa Arturito!, me vengo aquí a estar un rato contigo ¿vale?
- Vale, guay, estaba aquí aburrido consolándome con los documentales de la 2…
- ¿Jugamos a algo? – me dijo Álvaro, y yo malinterprete sus palabras…
- ¿Pero tú que dices? Yo no soy lo que tu te crees, puede que nunca haya tenido ninguna experiencia, pero hoy quiero seguir sin tenerla, por muy superdotado que seas.
- ¿Superdotado yo? Si he una vez más que tú, si yo soy superdotado, ¡tú eres un alienígena! –
Otra vez me he vuelto a colar - y otra vez tendría que recurrir a mi ingenioso ingenio.
- Claro, por eso no quiero tener la experiencia de jugar contigo al Trivial, para pegarte una paliza, y ganarte en cinco minutos, mejor no jugar…
- ¿Me estás retando, pequeño saltamontes?
- Si, eso mismo, te estoy retando –
puff, y ahora por cagarla, me toca jugar al Trivial, que nunca acabaremos, porque con lo garrulos que somos los dos…
- Tú sabes donde están mis juegos, ve a cogerlo porfí
Y, como siempre, el pobre Álvaro fue a mi armario a coger el “gran” Trivial. Empezamos a jugar nada más lo trajo, se le veía con ganas al chaval. Estuvimos como una hora hasta que conseguí el primer quesito de la tarde, aunque poco después llegaría el empate.
- Sociedad, pregunta para quesito: Se dice que la medida media del aparato reproductor masculino en España es de 13,5 centímetros en posición eyaculable, ¿verdadero o falso?
- ¿Y cuanto son 13,5 centímetros? Artur, tráeme una regla a ver.
- A sus órdenes, general. – y, evidentemente, le traje una regla.
- Vamos a ver, vamos a ver. – Y empezó el show. Álvaro se bajó los pantalones, se bajó los calzoncillos, cogió la regla, ¡¡y se midió su aparato reproductor en posición señalando al sur!!
- Joe, si a mi me mide 15 centímetros dirección sur, dirección norte me tendría que medir más, así que la respuesta es… - y mi madre apareció en aquel preciso instante.
- ¡¡Hola Arturito, ya estoy en casa!! – dijo mi madre de camino al salón, sin que yo pudiera oírla.
- Hombre Alvarito, ¿qué tal? – comentó cuando entro en aquella habitación.
- Ho…o….hola mama. – dije con voz de pánico. Pero lo peor estaba por llegar.
Cuando mi querido amigo se dio la vuelta, sin darse cuenta de que la parte de delante de sus pantalones y sus calzoncillos estaban bajados, mi madre contuvo la respiración un par de segundos antes de caer de espaldas contra el suelo. -
¿Quién me mandará a mi quedarme solo en casa?
Todo lo que sucedió de aquí en adelante contiene escenas violentas que han sido censuradas por el escritor.