Bueno, para ir abriendo boca, aquí os dejo esta especie de soliloquio que me dio por escribir hace algunos años. Reconozco que es algo extraño, pero tiene su sentido si se le busca (y no es difícil de encontrar). Espero que os guste, aunque sea distinto de todo lo que he posteado hasta ahora.
LUZ FINAL
Tan alzada…y tan hermosa. Arqueada y tensada entre los astros zodiacales, armada de incandescentes nebulosas que mis ojos difuminan entre la incierta oscuridad. Y yo sé dónde apuntan; conozco su destino, un destino vacío, carente de esperanza, loco, melancólico, refulgente sobre las tinieblas enjoyadas de diamantes silenciosos y espectrales. Todo, ¡todo! Condenado a desaparecer; a estallar víctima de los rayos albinos que marcarán su final, y también el mío.
La observo; te contemplo soberana y diablesa, ruborizada por el ángel que, con lágrimas pétreas, besa tu rostro. Bendíceme si me escuchas, no permitas que ambos caigamos en la misma desesperación del amanecer, otórgame el regalo de tu reino porque un día fuimos uno; porque ahora somos uno; porque mi sangre y la tuya han batido la misma tierra, y han bañado los mismos crepúsculos de occidente. Antes, no tenía más pasión que el golpear las paredes que me encierran como si se tratasen de alimañas hambrientas y agazapadas, dispuestas a saltar sobre mí para devorar mi corazón y mis huesos, pero esta noche, ahora, todo es distinto. Las fieras rugen con palabras aprendidas en los infiernos, y me destierran de su pavorosa presencia. Han cobrado vida, al igual que las víboras que agarro entre mis manos y me alzan hacia ti, furiosas por no poder escupir su insolente veneno de terror. Sin embargo tú permaneces inerte, tal vez sea porque ya has muerto conmigo, pues ambos nos mostramos incapaces de huir, rodeados constantemente de amarga y poética desolación.
Así, nos encontramos sometidos a una común justicia sin retorno, alguna clase de ritmo marcado por violines y tambores oscuros; ¿no puedes oírlo?, ¿no oyes la música?. Y al final, cuando se detenga creciente su última nota, cuando aquel violín oscuro rasgue su última cuerda oscura, lo único que destruirá el silencio bajo tu piel será el llanto, un sollozo perpetuo que no será tuyo, ni tampoco mío, porque los dos estaremos bailando en un recuerdo de lo que fue nuestra existencia. Por ti gemirán los campos; los nocturnos; los jóvenes vampiros que temen al día tanto como yo lo temo, y se fascinan observando tus perfiles con admiración. Por mí, lo hará este lugar, los sueños que en él habitan y que pugnan con ira por derribar su cautiverio; las mismas bestias que ahora me señalan, aullarán buscando en el cielo lo que el viento ha convertido en su ausencia, y en mi dolor.
La comedia ha finalizado, compañera; hemos roto las reglas y ha llegado el momento de resignarse y saludar. Y de sonreír también, compañera, ya que no somos más que caricaturas dibujadas en un fatal desenlace; sombras proyectadas de otros objetos, de otras personas, de otra tierra en otro espacio, y sobre él otros dioses que aplauden nuestro fallido intento de sobrevivir. ¡Oh, piadosa oscuridad, jamás te apartes de mi lado ni aclares tu presencia; que la única luz que traspase mis ojos sea el reflejo muerto del tiempo pasado; que el romántico, el pobre y el bohemio anclen tu etérea esencia con cadenas de esperanza!.
Aún no te ocultes, luna, es temprano, y el último paso lo daremos juntos. Como en tantas otras noches, nos confundiremos de la mano al tiempo que susurras el nombre maldito de tu amante, extraviado para siempre en un infinito real. Lo llamas, lo gritas, lo destruyes con vanas promesas y con un orgullo enraizado en tu naturaleza clarividente e hipnotizadora. ¿Y acaso no es así la muerte?, como una punzada fría y pálida; lo mismo que tu rostro, lo mismo que tus dominios: una mirada de horror sobre un manto aterciopelado, engastado en ópalos y cristales que derraman sangre hasta que el alba los hace estallar.
No pido más que eso, compañera, romper mi alma en tu seno perfilado de plata; ascender contigo cundo llegue el momento de abandonar mi corazón entre las bestias; ser uno junto a ti, convertirme en el centinela de tu aventura hacia la caída del universo. Hazme viento y mensaje, pluma y martillo, arco y perdón, escucha esta última plegaria de la vida, y condúceme a las tinieblas de oro blanco que coronan tus torres. Sé mi espada, compañera, y quizás los próximos que me sigan, porque habrá muchos; los próximos que aferren entre sus manos el veneno de la esperanza, y quiebren tu imagen entre barrotes ardientes, entonces, quizás lo único que escudriñen sea el vacío de mi rostro pegado al tuyo, mis ojos que no cesan de mirarte, nuestra fusión en cada noche bajo la misma brisa que llega de las aguas. Y quizás nos descubran abrazados en silencio, levantando alas invisibles como falsas murallas de carbón, mientras tú continúas fingiendo que me amas, y yo, sumido en tu perfume, continúo fingiendo que no lo sé.