La oscuridad se abre
ante mí.
Perlas de plata
forjan mi camino
llorado.
La oscuridad me atrapa
entre tonos
de violeta y rosa
sobre mi cabeza.
Gotas caen en mi cara
y corroen
el alma,
helando los ojos
en cuencas cristalinas
sin vida.
Vaho que baila
en la mirada,
difumina las cosas
tras de sí.
Pisadas vacías
que resuenan
creando ecos
dentro de mí.
Y al final del camino,
los nudillos temblando,
la mirada
perdida entre palabras,
entre sonidos.
Con las cosas superfluas
muertas
en la memoria.
Con el alma despierta
mientras amanece
en mis pupilas.