Aquí comienza un relato cómico basado en un caso real... Lo iré escribiendo estos días, porque todo del tirón es imposible..
Primera parte: Un viaje movidito
Una fría mañana de domingo, suena mi despertador a una hora típica de día de diario, pero ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡NOOOOOOO, es domingo, y hoy me voy a Andorra!!!!!!!!!!!!! "
lo que me espera " pensé, y que razón tenía...
Me duche, desayuné y me vestí rápidamente, estaba deseando llegar ya a mi instituto, y ver aquel maravilloso autobús en el que tantas horas pasaría y que me llevaría a la felicidad. Con 10 minutos de retraso, debido a la tardanza de una chica del grupo, salimos rumbo a lo desconocido. No tardaron en llegar los problemas. Apenas llevábamos 30 minutos de viaje, de echo no habíamos salido de Madrid, cuando me doy cuenta de que algo va mal. Cada 20 metros paramos, nos quedamos un rato pencaos y seguimos, así 3 o 4 veces. Nuestro gran Carlos, profesor mío de gimnasia, se hace dueño del micrófono del autobús, y nos comunica que el motor del bus se recalienta, que si es nuevo y es algo normal, que si solo tiene 5000 km, que si es un mercedes modelo tal, en fin, historietas que no nos sirvieran de nada... Así, parando cada 20 metros, llegamos al concesionario de autobuses y camiones de mercedes, tardamos a lo mejor 1 hora en un trayecto que en condiciones normales se tararía 5 o 10 minutos. Nosotros nos lo tomábamos con filosofía, solo queríamos que aquello se arreglara pronto y llegar a ser posible hoy a Andorra, pedíamos algo fácil. Después de casi una hora arreglando el dichoso motor, volvemos a montarnos y a circular... Pasa el tiempo, el viaje sin mas incidencias, incluso me permito el lujo de echar una cabezadita... Hacemos una parada para comer, la cosa va bien, continuamos con el viaje. Aproximadamente una hora y algo después de la parada de la comida, oímos un tremendo golpe en la parte trasera del autobús. Todos se alarman, yo me echo a reír. Nos asomamos, el conductor frena. Parte del techo del autobús sé había salido. ¡Sí!, Lo que oís... Aquello ya nos dio que pensar, sin exageraciones... ¿llegaremos vivos a Andorra? Ahora lo recuerdo y me río, pero estabamos realmente acojonados. En fin, otra horita, quizás un poco menos, para arreglar todo aquello, además en medio de la nada, en una carretera que fuera hacia un frío de pelotas, y había las típicas bolas de tronquitos marrones típicas de películas del oeste que ruedan justo antes del duelo, y bueno, pasamos el rato pinchándonos y tirándonos de esas. Cuando retomamos la marcha, nos ponen en la tele la comunidad del anillo, yo ya la había visto sin exagerar 5 o 6 veces, así que opté por escuchar música hasta quedarme dormido. Del viaje poco más que añadir, simplemente comentar que antes de salir de Madrid calculábamos 8 horas en llegar, y se quedó en 11 casi 12.