Esta historia esta basada en un hecho real que ocurrio en mi ciudad. La pareja en cuestión iba a mi mismo intituto... Admito que no es una historia muy buena (si siqueira se por que la posteo). Pero estoy pasando una sequia de inspiracion y nesecitaba escribir algo.
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Una mano se poso en un estomago liso, acariciándolo suavemente, la mano subió poco a poco. Tanteando cada pequeño pliegue de la piel.
-Andrés, no podemos seguir así- dijo una voz joven con de miedo y temor-
El chico se giro y quedo cara a cara con la chica, sus ojos destilaban comprensión y amor. Alzo la mano y acaricio la tez blanca de ella. La joven suspiro entrecortadamente mientras su amado la tocaba tan suavemente.
-No hay mas remedio, líala, no tenemos a donde ir, sabes que por mi nos hubiéramos escapado hace mucho a un lugar lejano. Pero no tenemos a donde huir.
-Andrés…-Dijo la chica mientras se aferraba a su compañero en un abrazo que parecía no tener fin-
-¡¡No!!, Y es mi ultima palabra Andrés –grito furibundo el hombre, en su cuello palpitaba una vena- No volverás a verla. ¿Es que te lo tengo que explicar una vez más?, ella es una maldita hindú. ¿Quieres que tus hijos nazcan con los ojos rasgados y la piel amarilla? Te prohíbo terminantemente que vuelvas a verla.
Las palabras de su padre aun retomaban en su cabeza cuando Andrés se despertó, no podía comprender a su padre. ¿Como podía ser hijo de un ser tan abyecto? Miro a su lado y observó como Líala dormía placidamente. Sumida en sus sueños, ¿con que soñaría?, preguntaba Andrés viendo su calmado gesto mientras andaba por los reinos de mofeo.
La suerte con la familia de Líala no había sido mejor. Su padre había entrado en cólera al saber que su hija mantenía una relación con un chico que no era indio, incluso entre los indios se separaban en castas… ¿Cómo iba a permitir una relación con un chico blanco? Ni siquiera Líala se había atrevido a preguntarle si era posible casarse algún día. Su madre, había muerto cuando ella no tenía uso de la razón, en la lejana tierra de sus antepasados.
Quizás nunca debieron conocerse, quizás solo fue una broma del destino que dos personas de mundos tan diferentes compartieran la misma clase en el instituto. Aunque durante las primeras semanas no se dirigieron palabra, fue necesario una vez más que el destino jugase una carta en sus vidas.
Andrés lo recordaba bien, había quedado impreso en su memoria, era un día normal en el instituto. Un chico con ganas de guasa se reía de la chica hindú de clase.
-Mirad a esta chica, tiene los ojos rasgados, Ni siquiera ha nacido aquí, es una sucia extranjera- Decía el chico, encendiendo los ánimos de sus compañeros, pues ninguno veía con buenos ojos que ese estúpido dijese esas palabras-
Fue el temperamento de Andrés lo que le hizo adelantarse al sus compañeros y atizar un puñetazo en la barbilla del que había insultado a la joven Hindú. Para su sorpresa la chica en vez de agradecérselo se arrodillo junto al chico que la había insultado y le dirigió unas fuertes palabras a Andrés.
-¿Estas loco o que?, como se te ocurre pegarle- grito la chica a Andrés que no salía de sus estupor ante la reacción de ella-
El timbre del final del recreo rompió el silencio que se había formado entre los dos. Durante el resto de las clases no se dirigieron más que pequeñas miradas. A la salida la joven se le acerco cuando ya se marchaba a su casa.
-Lo siento, no debí gritarte como lo hice- Dijo La chica- Pero mi religión prohíbe completamente la violencia injustificada y ese chico solo me había dirigido unas pocas palabras mal sonantes. Se que lo hiciste con buena intención. Me llamo Líala encantado de conocerte.
Andrés se disculpo por su compartimiento y tomo la mano que le ofrecía Líala. Es irónico como juega el destino con las vidas de los mortales, que solo creen conocer su signo. A partir de ese día, Andrés y Líala, fueron hablando cada un poco mas, compartiendo bromas y risas. Surgió entre los dos una férrea amistad que se fortaleció con el paso de los días. Líala ayudo a Andrés con los estudios pues ella era muy buena estudiante. Y con la dedicación y tesón de los dos, Andrés comenzó por primera vez a sacar buenas notas.
Andrés se acaricio la barba que comenzaba a picarle. Miro a su alrededor, midiendo mentalmente el tamaño de la habitación que compartían, entre el baño, la minúscula cocina y la habitación habían fácilmente 10 metros cuadrados. Era un pequeño pero cómodo hostal que habían encontrado cerca de la playa. Dedicaban el día a pasear por la playa y a estar juntos, a la tarde Andrés salía a trabajar a un bar cercano y Líala ayudaba en la limpieza del hostal. Pasaron así tres semanas, felices por estar juntos sin nadie que les molestase.
Lo que más le aterraba ocurrió una tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, Andrés y Líala estaban en un pequeño supermercado cercano al hostal, haciéndose con algunas existencias cuando un hombre Hindú que estaba en si mismo momento pasando por la caja, reconoció a Líala, decidido, se dirigió a ella y le grito unas palabras en su idioma mientras señalaba a Andrés, Líala se abrazó a Andrés y le contesto:
-Dejadme en paz, hago con mi vida lo que quiero-
El hombre lejos de rectificar, se adelantó y agarro a Líala por el brazo tirando de ella a la vez que le gritaba palabras intangibles para Andrés. Este ya no pudo mas, se sentía impotente al no poder entender que le gritaba ese hombre a su amada, con un brusco movimiento aparto al hombre mientras le amenazaba con su puño. El hombre pareció calmarse ante esto y tras gritar una ves más, dio media vuelta y desapareció en la calle.
Líala se derrumbo en los brazos de Andrés, que a duras penas intentaba calmarla. Marcharon juntos al motel que se había convertido en su hogar y permanecieron abrazados toda la noche.
A la mañana siguiente, Líala despertó con los ojos marcados por las lagrimas vertidas en la noche, Andrés llevaba rato despierto y acariciaba su cabello con ternura.
-Andrés… ese hombre conoce a mi familia, seguro que ya saben que vivo por aquí y me estarán buscando por los alrededores- Líala se abrazo a Andrés con fuerza- ¿Es que no podemos estar juntos Andrés? ¿Por qué el destino no pone tantas trabas en nuestro camino?-
-No lo se Líala, sinceramente no lo se- contesto Andrés- Pero nuestro amor es importante, lo que siento yo por ti es lo importante, lo que me impulsa a vivir. El amor debe tener una razón de existencia.
-Y yo te quiero con toda mi alma Andrés, pero me he cansado de luchar…- líala rompió en llanto mientras apoyaba su cabeza en pecho de Andrés- Si supiéramos que es el amor… hallaríamos respuesta…-
No hablaron más, no hacia falta. Quedaron juntos hasta que el sol llego a su cenit y comenzó su recorrido que le llevaría a su muerte. Finalmente Andrés se levanto y marcho a trabajar al bar, aunque se sentía incomodo al dejar sola a líala.
Cuando regreso líala le esperaba en la puerta. A petición de ella fueron a caminar a la playa cogidos de la mano. Paso a paso dejaron sus huellas en la arena que no tardaría en limpiarse por olas del atardecer.
Cuando pasaban cerca de un hombre que parecía meditar contemplando el mar sentado en la arena. Líala se acerco a él y le preguntó:
-Señor ¿Qué es para usted el amor?-
-esto…. ¿el amor? –El hombre se rascó su calva rodeada de canosos cabellos- El amor es cuando sientes algo muy intenso por otra persona-
Líala le dio las gracias, ante la mirada atónita de Andrés y continuaron andando hasta llegar a una pareja que caminaba como ellos a lo largo de la playa.
-¿Qué es para vosotros el amor?- preguntó nuevamente Líala-
La pareja se detuvo y miro de forma extraña a Líala. La chica sonrió y contestó:
-El amor es el fuego que te quema por dentro cuando piensas en tu amado-
-El amor es la alegría de la vida que te inunda cada paso –contesto el chico sonriendo y llevando la mano de la chica a sus labios.-
Líala, dio nuevamente las gracias y tiro de Andrés para seguir andando.
-Andrés… creo que el amor es una maldición que nubla nuestra mente- dijo Líala cuando llevaban unos minutos andando- El amor no puede ser algo tan maravilloso si tanto dolor nos ha provocado…
Andrés callo, no sabia que responder a esto, por su cabeza pasaban toda clase de ideas, a cada cual mas desalentadora. Continuaron caminado hasta que se acabo la playa. Esto no pareció importar a Líala que continúo andando como si tuviera un destino en mente.
-¿Sabes Andrés?-dijo Líala en un momento que los dos descansaban en un banco- He tomado una decisión, no puedo seguir con este dolor, si amar significa sufrir y la vida es amar prefiero no vivir-
-Entonces no tenemos oportunidad de ser felices- contesto Andrés que bajo la mirada mientras tomaba entre las suyas las manos de Líala- Iré contigo, Líala.
Líala levantó la vista y comenzó a caminar hacia un puente cercano. Andrés la siguió. Cuando llegaron a la mitad del puente Líala se subió a la barandilla, Andrés también lo hizo. Sin mirar abajo, se tomaron de las manos y las apretaron con todas sus fuerzas.
-te amo- dijeron sus labios antes de abandonar un mundo que les había traicionado, quizás si hubiera existido un dios, un ángel de blancas alas les habría salvado…