Que queda de aquello;
campos de miradas,
bosques de pasión,
susurros
de la aurora.
Un sello de amor
en nuestro rostro
imposible
de despegar.
Que queda,
nada más que restos
de pegamento
que chillan al viento
volver a ser parte
del mismo sello,
que queda, qué.
Y chillo al viento
y susurro a la aurora
y quedas sólo tú
llenando un recuerdo
de campos de miradas
y bosques de pasión
lamiendo el sello
de una carta de amor
líbidamente roída
por el olvido.
Que queda de nosotros,
que queda de aquello,
que queda.
No me lo digas,
seguiré soñando.