Era una tarde de sábado, debía ser como cualquier otra, tras conseguir levantarme luchando con la resaca del viernes. Me dispuse a ordenar el cubil de leones al que llamaba hogar. Primero comencé a limpiar el polvo que se había acumulado en todas las superficies. En esta tarea estaba inmerso cuando limpiando una estantería, con el codo tire una de las cajas que había en el estante. Al caer se había abierto y su contenido descansaba ahora desparramado por el suelo de la habitación. Eran en su conjunto fotografías, en su gran mayoría de fiestas en las que había estado. Curioso me agache y comencé recogerlas mientras las miraba y trataba de recordar donde y cuando se habían hecho. Algunas fotografías me trajeron a la memoria buenos momentos en compañía de mis amigos, pasaba mi mirada por los rostros inmóviles tratando de traer mi memoria aquel momento, otras fotos me recordaron locuras de antaño que cometí cuando era mas joven y alocado.
Llevaba recogidas la mitad de las fotos cuando me percate de una remesa que estaban agrupadas con un tirante. Intrigado quite el tirante y comencé a ojear las fotografías, en ellas salía siempre una hermosa muchacha de pelo negro, tez clara y ojos almendrados, con diferentes vestidos y en diferentes lugares, ¿Quién era esta muchacha?, avance a la siguiente foto y me quede helado… en ella aparecía la chica en traje de fiesta dando un beso a una figura masculina… entorne los ojos pues no era posible, esa figura era yo mismo…
Confuso observe la foto… intentado descubrir quien era… recordaba vagamente esa fiesta pero había olvidado por completo a esa mujer. Pase las fotos y descubrí muchas mas en las que se repetía la misma estampa, aunque en algunas era yo quien la besaba. No era posible que no recordase quien era chica que me acompañaba. Forcé mi memoria, hasta que sude exhausto, pero no conseguí arrancarle nada.
Mantuve las fotos en mis manos… Cuando de repente, sentí como si hubieran disparado, un nombre apareció en mi mente, Lee… A partir de ahí sentí como si tirara de un hilo, a partir de ese nombre comencé a recordar.
Nos habíamos conocido en una fiesta, me la habían presentado y en un momento la saque a bailar. Bailamos juntos durante toda la fiesta. Al terminar la acompañé a su casa y nos dimos nuestro primer beso. Aquella noche solo fue la primera de muchas que compartimos. Estábamos tan bien juntos, que de mutuo acuerdo vino a vivir conmigo. Los recuerdos llegaban a mi mente como una lluvia incesante, no podía evitarlo. Los sentimientos me embriagaban… la primera noche que compartimos, nuestro aniversario, momentos hermosos que parecían volver loco a mi corazón…
Jadeante caí en la cama… pero aun no podía descansar, quedaba una respuesta sin contestar, ¿Qué había pasado? Poco a poco, se fue levantado el velo que cubría ese recuerdo. Llego a mi mente ese momento, cruzábamos la acera en una concurrida zona comercial. Había gritado, incluso me lance tras ella, pero fue demasiado tarde, el camión la había arrollado, en el último instante me había mirado, nuestros ojos se cruzaron, recordé que en su mirada no había miedo, me sonreía, recordé haber estado gimiendo junto su cuerpo inerte clamando al cielo una respuesta al sufrimiento que me desgarraba el corazón. Todo había terminado aquella tarde. Después del funeral llegue a casa y guarde todas sus cosas en una caja de cartón que descansaba en el desván y olvide toda esa parte de mi vida.
Mis mejillas estaban húmedas de las lágrimas que había vertido recordando… durante un instante desee poder volver a olvidar. Pero no pude… había sido un cobarde haciéndolo… debía afrontar la verdad, honrar su recuerdo…
Aquel sábado llore todas lagrimas que le debía a Lee, y partir de ese día tuve presente su recuerdo imborrable en mi corazón. Puse su foto en mi cómoda para mirarla todas mañanas. A la semana siguiente visité su tumba y deje un ramo de sus flores favoritas. Me prometí ante la fría piedra de la lapida que jamás volvería a elegir el camino fácil, que afrontaría mi vida con dignidad y decisión. Y a día de hoy cumplo esa promesa y se una verdad que me enseño Lee. Que la vida es demasiado hermosa para llorar por ella.