Encuentros 3
Pilar volvió a casa y Pablo se quedó solo, pensando que podía hacer para no verse atrapado por esa mujer.
Pablo era un chico muy atractivo, tenía sólo veintitrés años pero una larga trayectoria sentimental, sabía que las mujeres deseaban estar con él, conocía muy bien su encanto y lo explotaba una y otra vez sin pensar en lo que podían sentir esas mujeres a las que entregaba su amor por unas horas. Pero esta vez algo parecía distinto, quizás Pilar era distinta a las otras mujeres o simplemente él estaba cambiando, lo que estaba claro era que no podía permitirse el lujo de enamorarse de alguien y menos de una mujer casada.
Pablo, seguramente debido a una infancia difícil, había anulado su capacidad para amar, evitando así hacerse daño.
Esa mañana fue muy dura para nuestro protagonista, su corazón luchaba ferozmente con el hombre en que se había convertido, finalmente ganó el ser insensible que pretendía ser. Pilar, por su parte, llegó a casa un poco decepcionado por no haberse enfrentado a sus sentimientos, la verdad es que no sabía hacerlo, nunca había expresado lo que sentía, ni siquiera a su marido porque en realidad nunca supo lo que sentía.
Cada uno ideó un plan para poder llevar acabo sus deseos, Pablo quería dejar claro que él no la quería, que era sólo un juego, en realidad se lo quería demostrar así mismo, Pilar, en cambio, quería aclarar lo que sentían cada uno de ellos e intentar llegar a una solución. Quedaron en verse el miércoles ya que ese día podían disfrutar de más tiempo juntos, pero ese día Pablo no iría a recogerla a la salida del trabajo como solía hacer, sino que ella debía ir su casa, la puerta estaría abierta y dentro le esperaría una sorpresa que Pablo había preparado para ella. A Pilar el plan le parecía bastante interesante, ¿qué le esperaría tras la puerta?, quizás una cena a la luz de las velas o un amante desnudo esperando su cuerpo.
Llego el día esperado y Pilar impaciente por descubrir lo que su amante había preparado para ella salió lo más rápido que pudo del trabajo pero no sin antes pasar a comprar un conjunto de lencería para sorprender a su amado.
Cuando llegó a la casa la puerta estaba entreabierta, como dijo Pablo, la abrió muy despacio, estaba muy ilusionada, nadie la había preparado una sorpresa, ni se había tomado tantas molestias por ella.
Ajena a lo que allí iba a suceder, traspasó la puerta para descubrir que una mujer estaba ocupando el lugar que ella pensaba que le pertenecía, la mujer no debía tener más de veintidós años. Pilar no sabía que hacer, se quedó inmóvil frente a la cama esperando alguna respuesta por parte de Pablo, cuando éste se digno a mirarla fue para indicarla que se desnudara, Pilar estaba confundida, por su mente pasaban todas las posibles soluciones ante esa llamada, podía salir corriendo de allí, pero se arriesgaba a no volver a verle, o bien, podía acceder a sus deseos y así asegurarse poder volver a verle.
Al final optó por desnudarse y hacer lo que él le pidiese. El cuerpo escultural, joven, de la inquilina hacía que ella se viera vieja, imperfecta ante los ojos de su amado.
Pablo se levantó de la cama para dejar su lugar a Pilar, cogió una silla y se sentó enfrente, sus gestos indicaban a Pilar que quería verla jugando con esa mujer, en ese momento Pilar comprendió que para él todo era un juego, que ella era la única que podía elegir, de hecho ya lo había hecho desde la primera vez que se acostó con él.
A la principio Pilar estaba muy tensa, esquivaba las caricias de su compañera, los besos, se sentía muy incomoda, ella no era de esa clase de mujeres, se decía una y otra vez.
Tras esquivar una y otra vez los regalos que aquella mujer pretendía hacerla, comprendió que eso era lo que Pablo quería, pretendía que ella se mostrase asustada, que no accediese a jugar y se marchase, pero eso no lo iba a permitir, estaba dispuesta a entregarse a esa mujer como no lo había hecho con él y demostrarle así que estaba dispuesta a todo.
Pilar se levantó de la cama y se acerco a Pablo, le cogió de las manos y las ató tras la silla. Se sentó en sus rodillas y acercándose a su oreja le dijo: -¿quieres jugar?, pues jugaremos, a ver hasta dónde estas dispuesto a llegar- Ahora era Pablo el que se encontraba desorientado, todo en ella había cambiado, su forma de hablar, de moverse, su inocencia había desaparecido, sus ojos ya no eran los de una dulce niña.
Pilar siguió con su juego, hizo suya a esa intrusa que le había arrebatado su sueño. Acarició su cuello con su boca, con su lengua, su piel aterciopelada la pedía que siguiese recorriendo su cuerpo y así lo hizo, se deslizó por su espalda suavemente, Pilar había dejado a un lado lo que en un principio la motivó a apoderarse de esa mujer, ahora se sentía tremendamente excitada, sabía lo que aquel cuerpo le pedía, lo sabía porque el suyo reclamaba lo mismo. Ambas escuchaban el cuerpo de la otra como ningún hombre podía hacerlo. Mientras tanto Pablo encontró en su cuerpo sentimientos contradictorios, por una parte se sentía tremendamente excitado ante semejante espectáculo, pero a la vez se sentía traicionado por Pilar.
Cuando Pilar acabo con esa mujer, se acercó a Pablo, se colocó tras él y empezó a acariciarle el pecho hasta llegar a su sexo, su boca acabó lo que sus manos habían empezado. Pablo no se podía mover, sus manos aún permanecían atadas, eso hacía que se sintiese indefenso, en cambio Pilar se sentía cada vez más fuerte, más segura de sí misma. Cuando acabó con su amante se vistió y salió de la casa sin pronunciar un simple hasta luego.
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