Si no lo hubiera dicho Quevedo, querido Prado, lo pondría en su letra: "Soy un fue, un será y un es cansado". Me gusta Sabina por lo que fue, pues lo que fue es y soy. Pero me sigue gustando por lo que es, que será y será también fue. De modo que comprendo perfectamente, ¡faltaría!, tu antisabinismo, que también podría ser asabinismo. Entiendo menos a quienes en su día fueron "descubridores" del de Úbeda, cuando era pongamos que marginal, y cantaba en la Mandrágora, pero cuando le llegó digamos que el éxito masivo, renegaron: "Sabina, oh, se ha perdido, ya no es lo que era... El bueno era Alberto Pérez, ahí lo tienes tan íntegro, y lo mismo Javier Krahe, éste lo has traicionado". Ese discurso lo tengo muy oído, y como es natural, no sólo en relación a Sabina. Lo mismo que existen tipos que sólo admiran al triunfador bestseller, gente que en su día ninguneaban a Sabina, pero que ahora lo reconocen, hay otros tipos, que inmediatamente condenan a aquel que traspasa la barrera del público masivo. Yo en esto me quedo con Kipling: "Desconfiemos por igual del éxito y el fracaso, esos dos impostores".
Era inevitable, y se ha suscitado, claro, la cuestión de vida y obra. Al respecto sólo digo, que si en la música, la literatura y el arte hacemos un censo de buenas personas, seguramente nos quedaremos en pañales. Ahí están Rimbaud o Quevedo, Mozart o Valle Inclán... los ejemplos son infinitos. Es verdad que nuestros coetáneos es mayor la tentación de juntar vida y obra, pero al cabo a mí me gusta Sabina con independencia de que se meta coca o mate a su padre, otra cosa es la consideración moral que me merezca. Y en el mismo sentido, Prado y todos los que opinan como tú, supongo que seguiría repateandoos Joaquín aunque os constara que donaba en secreto un millón de pesetas al mes para una fundación de niños huérfanos, etc. Quizá como persona cambiarais vuestra valoración, pero, ¿cómo cantante? Son, entiendo, dos universos irreconciliables, el personal y el profesional. Ni ser una buena persona garantiza que se sea un gran artista, ni a la inversa. Ahí os va un supuesto práctico: Si tuvierais que operaros a corazón abierto, ¿a quién prefeririáis de cirujano, a una bellísima y extraordinaria persona, pero torpe con el bisturí, o a un mago de la cirugía, que, tuvierais constancia, que era un hijo de puta, engreído, prepotente, mal compañero y pesetero (o eurero)? ¿Y por qué el degustador de música no había de tener derecho a una elección hecha en función de las mismas variables? (Ah, entre sabinianos y anti, ¿hay por ahí muchos del Atleti? Yo, claro que sí).
Sí, yo creo, amigo Prado, que Sabina sigue componiendo canciones estupendas y cantándolas, con su voz rota, descosida y casi tartamuda. En fin... ¿Nostalgia? Claro, y esperanza, que es lo primero que acaba perdiéndose.