Caperucita Roja
Versión erótico-festiva
En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no puedo acordarme, no corta el mar sino vuela, Caperucita Roja en su Vespa.
Caperucita volvía a su casa montada en su Vespa muy tempranito. Eran las 8 de la mañana y "Cape" había estado toda la noche de juerga, tras el éxito de la conferencia del Partido Comunista (Caperucita es
roja) en el aula de cultura de su pueblo. Caperucita iba tranquilamente pues, con el pedo que llevaba, tampoco podía correr mucho porque se la pegaba. En esto que el semáforo se pone rojo y Cape, muy sensata ella, frena. Al poco, un BMW descapotable negro se pone junto a ella, y quien era el conductor del cochecito, Thomas Lobol, nacido en Wolfsburgo (Alemania), hijo de inmigrantes chilenos. Lobol era un cuarentón que se mantenía bastante bien para su edad. Era alto, 1.80 más o menos, corpulento, moreno, ojos castaños y bigote.´
Lobol hacía poco que se había instalado en el pueblo y, ya desde el primer momento, se había fijado en Caperucita. La verdad es que la chica era un bombón, para que negarlo: 1,75 de estatura, piernas largas y bien formadas, 95-60-90 de medidas, una sonrisa angelical capaz de derretir a cualquiera, pómulos sonrosados, ojos verdes, pelo moreno corto
[babas][babas][babas][babas]. En fin, que Cape estaba muy pero que muy bien, y tenía fama, merecida, de dejarse.
Lobol comenzó a insinuársele a Cape con miradas lascivas, frases insinuantes, enseñándole la lengua... Cape, en la Vespa, pasaba del tema:
Viejo verde, asqueroso. Vete a meneártela a tu casa y déjame, pervertido.
Cape arrancó la moto y salió de allí echando leches en dirección a su casa. Lobol, muy astuto el, la siguió disimuladamente para no ser descubierto.
Por fin, Cape llegó a su casa. Cape vivía en un precioso chaletito, con su jardín y sus bichitos. Entró y, nada más cerrar la puerta...
- ¡¡¡¡Caperuciiiiiitaaaaaa!!!!!, ven a la cocina - dijo su madre con tono de enfadada.
Cape fue a la cocina con la cara gacha esperando el sermón del día.
- Caperucita, me tienes amargada, me tienes en un sin vivir. Esto no puede seguir así, tienes que sentar la cabeza de una vez. ¡¿Qué horas son estas de llegar a casa?!. Mira Caperucita, vete, vete a casa de tu abuela que no quiero ni verte en lo que queda de día.
Caperucita salió de su casa, cogió la moto y se fue. Sin embargo, lo que ni Caperucita ni su madre sabían era que Lobol había estado escuchando toda la conversación, y que se había ido a la casita de la abuelita antes que Caperucita, no sin antes vaciarle la moto de gasolina para retrasarla.
Así pues, después de recorridos unos metros, la moto de Caperucita se paró, y estaba todavía lejos de la casita de su abuelita para ir andando. Sabía que si volvía a casa tan pronto la iba a tener con su madre y que la gasolinera estaba muy lejos, así que decidió otra cosa. La casa de su amiga Patri estaba cerca, así que le pediría que la llevase. Cuando llegó, Patri no contestaba, pero Cape escuchaba algo. Se asomó por una ventana y vio a Patri con Jesús, un primo de Cape, que estaban montándoselo en el sofá. Cape se quedó en la ventana, mirando muy fijamente el espectáculo. Estaba sorprendida de lo que estaba viendo, ya que ella nunca había pensado en Jesús como en un hombre, pero ahora que lo estaba viendo en acción, le estaba poniendo mucho mucho, tanto que, sin inportarle que alguien pudiera verla, metió su mano bajo la falda que llevaba y empezó a toquetear, mientras miraba a Patri y Jesús.
Mientras tanto, Lobol ya había llegado a casa de la abuelita. Era una casa muy mona: blanca, con dos plantas, un huertecito de maría... Lobol se acercó a la puerta y llamó al timbre. Al poco tiempo una mujer abrió la puerta.
- ¿Es usted la abuelita de caperucita? - preguntó Lobol a la mujer extrañado del aspecto de esta. No tenía aspecto de ser muy mayor. Aparentaba pocos años más de los del propio Lobol.
- Sí, ¿quiere algo buen mozo? - contestó ella.
- Pues sí, comérmela!!!!!!!!
- Pues entra mocetón!!! - dijo la abuelita antes de que él pudiera abalanzarse sobre ella, cogiéndole de un brazo y metiéndole dentro de la casa.
Ya dentro de la casa, la abuelita, que tenía mucha fuerza, tendió a Lobol en la cama y ella se puso encima... luego cambiaron de posición, y otro cambio, y otro, y otro, y Lobol cumplió con lo que había dicho y se la comió toda todita toda, por todas partes y varias veces.
A todo esto, en casa de Patri, Cape ya había acabado con lo suyo y, como todavía tenía que llegar a casa de la abuelita, sacó la gasolina chupando por la manguera y la pasó a su moto. Con la moto ya cargada, Caperucita enfiló el camino hacia casa de la abuelita, que ya había acabado con Lobol y se estaba duchando mientras él esperaba la llegada de su verdadero objetivo, Caperucita. Lobol, aprovechando el ruido del agua, encerró a la abuelita en el aseo sin que se diera cuenta y fue a su habitación a buscar ropa que le viniese bien para engañar a Caperucita.
Mientras, Caperucita llegaba por fin a la casa y entraba por la puerta trasera, la de la cocina. Allí, Caperucita sonrió al ver lo que había encima de la mesa: un bote de chocolate para untar, miel y aceite.
- Aaaaabuuuu, como nos pille un día mi madre se nos va a caer el pelo - dijo mientras se quitaba la chaqueta y metía un dedo en el chocolate.
- Caperucita, estoy en la cama - dijo Lobol imitando a la abuelita.
- Ains, que mala eres, Abu. Mira que a mi madre no le gustan estos rollos bolleros - dijo sonriendo Caperucita mientras se acercaba a la cama y se sentaba al lado de esta.
- Abuelita, abuelita, que ojos más grandes tienes - dijo Caperucita
- Para mirarte mejor - contestó Lobol
- Que sinvergüenza. Abuelita, abuelita, que orejas más grandes tienes.
- Para mordisquearlas mejor - contestó Lobol al ver el extraño rollo que se traía la nieta con la abuela.
- Abuelita, abuelita, que boca tan grande tienes
- Para comerte mejoooooooooorrrrr
En ese momento, Lobol saltó sobre Caperucita, que se dio cuenta entonces que no era su abuelita, sino el salido de Lobol, que intentaba propasarse con la buena de Caperucita.
En ese momento, Gregorio, el leñador, pasaba por allí porque venía huyendo de una manifestación de ecologistas en acción y era amigo de la familia. Justo antes de llamar al timbre, Gregorio escuchó los gritos de Caperucita y miró por una ventana para ver qué estaba sucediendo.
Gregorio dio la vuelta y entró por la cocina, dirigiéndose sigilosamente al dormitorio. Cuando llegó allí Caperucita le vió y Gregorio le hizo unas señas que ella supo interpretar
- Lobol, para, para, que así no lo haces bien. Yo te enseñaré si me dejas hacer.
Lobol, complacido por este cambio de actitud se levantó de encima suya.
- Lobol, me voy a tumbar en la cama y tu te vas a poner encima de mi, pero sin tocar, con el culo en pompa.
Y así lo hicieron. Entonces, Gregorio, que conoció a la abuelita y Caperucita en el día del Orgullo Gay aprovechó para envainarle a Lobol, que soltó un gran alarido más parecido a un aullido que a un grito humano. Caperucita se apartó, liberó a la abuelita y dejaron hacer a Gregorio.
Pasada casi una hora, Lobol salió de la habitación caminando con las piernas abiertas, salió de la casa y nunca más volvió a molestar a Caperucita y a su abuela, aunque la abuelita lo llamó un par de veces para repetir, a lo que él se negó.
Por otra parte, Caperucita conoció al gemelo de Gregorio, un pedazo de bombero de 1,90 y con músculos por todas partes, y a este no lo conocieron el día del orgullo.
FIN