La luz detella, como atravesando un prisma, por las lágrimas que se atropellan en mis ojos intentando ver, todas a la vez, lo que les espera en la caída. Si hay una cosa que me divierte de los hospitales es que no está permitido fumar, pero sí llorar.
Con la flexión facial que arrastra una sonrisa doy el pistoletazo de salida a las primeras lágrimas. Mientras yo me muero por dentro, ellas hacen carreras por mis mejillas. "Aún tengo edad para llorar" me digo a mí mismo. No soy más que un crío al fin y al cabo.
Casi fue precisamente ahí, sentado fuera de la habitación de hospital en la que acababa de morir mi madre, cuando me doy cuenta de que, en mitad de mi adolescencia, he empezado la recta final de mi vida. En realidad todo pasó tan deprisa que por lo único que lloraba era por la impotencia de no poder seguir odiando a mi padre. Tanto tiempo, tantos años pegándola, que ahora que la ha matado y, en su ultimo y plausible acto de delicadeza hacia los demás se ha suicidado, todo el odio que sentía por él se ha desvanecido dejándome vacío.
Me levanto, me encamino hacia la puerta para irme a mi nueva y recién estrenada vida como huérfano cuando, tremendamente apesadumbrado por la muerte de mi madre, mi única madre, paso por una sala especial del hospital.
El aire se desgarra con el llantó de un bebé al mismo tiempo que escucho en su interior:
-Es una niña, una niña preciosa
-Ven aquí chiquitita- Arrastraba la voz de la madre entre llantos- ven aquí Teresita
Una nueva sonrisa luchó por salir de mi boca. Me giré y miré la habitación donde descansaba, por primera vez en treinta años, el cuerpo de mi madre. Fue entonces cuando, como en un cambió radical de perspectiva, comencé a llorar. Por la casualidad, por la esperanza. Seguramente no fue nada, más que la mayor de las casualidades, pero según preferí verlo yo, fue la más bonita concesión de una nueva oportunidad.
Mi madre, Teresa Albán Casatños, acaba de morir a manos de hombre que la atormentó durante años e, inmediantamente en una habitación cercana, una niña llamada Teresa acaba de nacer...
¿Una segunda oportunidad?
Una esperanza de muerte a vida...