TENDENCIAS DE LA INDUSTRIA EDITORIAL
EE.UU. no traduce libros
Las editoriales no consideran rentables las obras de autores de otras lenguas
ANDY ROBINSON - 02/08/2003 (La Vanguardia Digital)
Con alguna excepción, los estadounidenses –a diferencia de los europeos– no leen novelas extranjeras, una tendencia “peligrosa” en el mundo tras el 11 de septiembre, según coinciden editores y críticos culturales en Nueva York y Washington. Pero hay grandes discrepancias sobre si el problema es de oferta o de demanda. “The New York Times”, en un reciente reportaje titulado “América bosteza ante las novelas extranjeras”, retrató a un estadounidense de mentalidad cerrada, paradójicamente más chovinista por creer que la multiculturalidad norteamericana contiene toda la diversidad del mundo.
Sin embargo, representantes de pequeñas editoriales y de las agencias federales que subvencionan las traducciones apuntan a una industria editorial dominada por cuatro o cinco megaempresas globalizadas como responsable de la “americanización” de la literatura. Los datos son contundentes: de los más de 100.000 libros editados en EE.UU. en la temporada 1999-2000 (11.500 de ellos novelas) sólo alrededor de 300 son libros traducidos. Cliff Becker, director literario de la Nacional Endowment for the Arts (NEA), que gasta más de 50.000 dólares al año en subvencionar obras traducidas, dice que “es muy peligroso, porque no conocemos otras culturas”.
El contraste entre EE.UU. y Europa es impactante. Todos los importantes novelistas estadounidenses son traducidos a los principales idiomas europeos –lo que desmiente la caricatura del europeo antiestadounidense– y algunos como Paul Auster tienen más éxito en Francia y España que en EE.UU. Las editoriales alemanas compraron derechos de traducción en el 2002 por casi 4.000 libros mientras que las editoriales estadounidenses sólo compraron 150 libros alemanes.
Aunque algunas grandes editoriales, como Random House, siguen comprando derechos de traducción, en una industria basada en la selección de un grupo reducido de títulos que luego se benefician de millonarias campañas de promoción, cada vez más la novela extranjera se ve como una apuesta arriesgada.
Las dos editoriales que más libros traducidos publican son The New Press y Nebraska University Press, ambas sin afán de lucro, que se financian con donativos y subvenciones. Grandes editoriales como Random House, convencidas de que la novela “made in USA” es más rentable, hasta disimulan las obras que traducen y “tratan de dar la impresión de que los autores son de aquí”, dice Barbara Epler de New Directions, que edita las novelas de Javier Marías en EE.UU. Sólo autores de impacto instantáneo, como el francés Michel Houellebecq llegan con facilidad al cotizado espacio de las librerías Barnes & Noble.
Los expertos en marketing rechazan muchas novelas extranjeras porque –como dijo uno en “The New York Times”– “están menos orientadas a la acción, son más filosóficas de lo que estamos acostumbrados”. Eso crea “un círculo vicioso, las editoriales no ofrecen libros extranjeros y la gente no los pide”, dice André Schiffrin, de The New Press.
La verdad es que, a pesar de que me irrita, no me sorprende en absoluto. Los anglosajones, en general, tienen una concepción del arte muy extraña. Por eso, las minorías que no comulgan con estas tonterías son tan interesantes. Pues ellos se lo pierden, qué queréis que os diga. Saludos.