Día 1, por la mañana
Abrí los ojos. Me acababa de despertar. Mi cabeza todavía daba vueltas y había muchas cosas que no acababa de tener claras. ¿Qué estaba haciendo yo allí? Quizás para responderme a eso debería preguntarme primero dónde estaba. Sin duda aquello era la habitación de un hospital. Pero no era capaz de saber por qué razón había acabado yo en un hospital. Fuera lo que fuera, no lo recordaba. El sol empezaba a entrar por la ventana. Bajé la vista, hasta entonces, no había apartado todavía los ojos de la lámpara que colgaba del techo. Pude ver mi propio contorno bajo las sábanas de la cama. En ese momento me di cuenta de un detalle extraño. Sabía que me encontraba en la habitación de un hospital sin ni siquiera haber echado un vistazo a aquel lugar. Simplemente lo sabía. Cuando me decidí a mirar aquella habitación tuve la sensación de que nada me era extraño. La mesilla a la derecha de mi cama tenía un jarrón con flores, rosas rojas, y una caja de bombones. ¿Cuanto tiempo había estado en aquella habitación? Sabía lo que me iba a encontrar cuando girase mi cabeza hacia la izquierda. Allí estaría la ventana con aquel extraño edificio en el que, sin saber cuando, ya me había fijado, con unas formas muy extrañas y con toda la fachada acristalada. Efectivamente, ahí estaba. Acabé de recorrer la habitación con la vista y resulto ser que ya lo conocia todo. Esa silla en el rincón, las paredes blanquísimas y aquel solitario cuadro en la pared que no parecía pegar demasiado. Mi reloj pitó para marcarme una hora en punto. Las ocho. Tenía un montón de sensaciones en aquel momento, pero sobre todo un montón de dudas, que necesitaban respuestas. Habría que buscarlas. Habría que empezar otra búsqueda.
¿Otra? ¿Por qué había pensado así? ¿Qué hice para acabar en este hospital?