La Búsqueda: Cap 1

Bueno, no he podido aguantar más, la verdad es que ya lo tenía escrito,a si que por eso posteo tan rapido este primer capitulo. Sólo decir, que a lo mejor por ahora no hay nada que os enganche,porque todavía no esta planteada la trama. Son una serie de escenas para poneros en situacion. Tratad de disfrutarlas, porque he intentado ponerlas segun estaban en mi cabeza.
Solo decir que intentare postear estos comienzos un poco mas rapido (dado que ya stan escritos), para ir llegando antes a la trama y que os enganche un poco mas.

Ahi va el capitulo 1
Día 1, 8:00 de la mañana

Abrí los ojos. El despertador seguía sonando, Eran las ocho de la mañana y mi rutina de todos los días comenzaba de nuevo a funcionar. Como de costumbre tardé poco en estar duchándome.

Abrí el armario. Sí, aquel día iba a ponerme la camisa azul... y los vaqueros. Mi jefe no era muy exigente con el tema del vestuario, y además me tenía bien valorado, por eso sólo me preocupaba por estar cómodo. Me dirigí a la cocina, cogí los cereales, la leche, y me fui al salón. Todas las mañanas acompañaba mi desayuno con las noticias de la mañana. En verdad no se por qué lo hacía, porque era difícil oír algo que te hiciese comenzar el día con ganas. Todos los días aderezaba mi desayuno con asesinatos, violencia conyugal, políticos poniéndose a parir… Lo único “no malo” que había en las noticias a esas horas eran los goles de la jornada que se había jugado hacia ya dos días y que me había cansado de ver desde entonces. Que pena que a mi no me guste el fútbol. No sé, seré un bicho raro, pero nunca le he visto el encanto. A pesar de todo, no necesitaba esto para comenzar el día con ánimo. Justo antes de abrir la puerta para salir de casa podía leer todos los días un cartel que yo mismo había colgado por la parte interior de la puerta y que decía “Tú puedes”. No me miren como a un excéntrico, en realidad la idea no fue mía, me la dio mi abuelo. Recuerdo cuando era más pequeño e iba a verlo a su casa. En el espejo del baño había puesto una etiqueta en la que se podía leer “estás viendo a la persona que puede hacerte feliz”. Un día intrépido, de esos que todos tenemos alguna vez, me acordé de la etiqueta en el espejo y saqué por la impresora este folio que puse en la puerta. Que pena que yo no fuese tan original como él, porque después de pensar toda una tarde no se me ocurrieron más que esas dos palabras. Pensé que me daría ánimos antes de salir a la selva de todos los días, y que además de alguna manera podría acordarme de él. Estuve muy unido a mi abuelo.

Mientras daba la segunda vuelta de llave que cerraba la casa oí la campana del ascensor que paraba en mi piso. Me apresuré en sacar la llave de la cerradura y corrí por el pasillo para llegar justo cuando la puerta del ascensor ya se cerraba. Afortunadamente en mi bloque hay gente amable y la puerta se abrió gracias a que la persona que iba dentro llegó a verme aparecer a la caza del ascensor. Era mi vecina. No me gustaba nada la sensación que tenía al subirme con alguien desconocido en el ascensor. Lo de “desconocido” es un decir, porque conocía varias cosas de aquella persona. Sabía su nombre, Ana, dónde vivía, 3º C, y muchas cosas más que, sin duda, sabía después de años de conversaciones en el ascensor, de esas que no te llevan a ninguna parte. Lo que me agobiaba era la sensación de no recordar ninguna de esas conversaciones, pero tener perfectamente claros los detalles extraídos de ellas. No se si saben a lo que me refiero.

Yo ya estaba en el garaje. Ana se había quedado en la planta baja. Tenía la suerte de poder dirigirse al trabajo andando. Aunque no debería quejarme demasiado de eso. Me gustaban mucho los coches y, después de unos años en el mercado laboral me había convertido en uno de estos jóvenes ejecutivos adinerados y me había podido dar un caprichito con cuatro ruedas. No era uno de estos enormes coches alemanes que llevaban mis compañeros de trabajo. Me había encaprichado con aquel Subaru desde que lo vi por la calle. Era el mismo modelo que corría por la marca en el mundial de rallyes. Ésta era la versión de calle que traía un motor más “divertido” y aquel acabado semi-deportivo que tanto me gustaba. Como todas las mañanas, los intermitentes del coche al abrirse desde el mando me guiaban por el garaje. Me sentaba en el coche, bajaba la ventanilla, y arrancaba el motor. Me encantaba ese sonido. Todas las mañanas no sólo me despertaba sino que me daba la energía que me faltaba para decidirme a ir al trabajo. Ya se abría la puerta del garaje. Desde el final de la rampa se veía una rendija de luz que se iba haciendo poco a poco más grande. Era el primer momento del día en el que veía la luz del sol, que me deslumbraba. El movimiento sincronizado de mis pies me permitía avanzar hacia la luz al final del túnel y finalmente nacer a la gran ciudad.
Muy interesante... el capítulo 0 es una especie de principio final?.. me explico.. quiero decir que si lo que va a pasar ahora (durante estos capítulos) va a desembocar en ese principio

Lo dicho, muy interesante.
buffffff, no vas nada desencaminado. no tardaré en poner el proximo capitulo. La verdad es que tengo unos cuantos escritos, pero quería escribir alguno mas antes de postear los siguientes para ir un poco regular.

un saludo
3 respuestas