Esperanzas
Los días me aburren. Cuando para uno esa frase tiene sentido, la cosa empieza a ser grave. Al menos esa era la opinión de Ángel. Menos mal que junto a él siempre estaba Mónica, cuantas veces habrá repetido aquello de “no sé que haría sin ella”. Y es gracias a Mónica, a la cual conoció por casualidad una mañana fría de no recuerda que mes ni que año pues nunca fue bueno para las fechas, que Ángel aguanta la rutina.
El trabajo en la empresa gris, con traje gris y compañeros grises siempre le recuerda una triste canción. Pero cuando llega a casa y se encuentra con Mónica su vida cambia, entonces puede ser cualquier cosa, estando a su lado se siente en la cima del mundo. Pero todo termina a la mañana siguiente. El sueño de no volver a levantarse por la mañana, de permanecer siempre en la cama con ella se hace cada vez más fuerte. Está llegando a ser una obsesión. Algo que le asusta, que trata de olvidar, pero que siempre está ahí.
Cuando era niño era obeso, no tenía amigos y pasaba su vida leyendo y viendo películas. La lectura le enseñó muchas cosas, el cine no tantas. En aquellos tiempos podía evadirse de todo, no había preocupaciones ni cargas. Era feliz sólo, sin amigos que le pudieran traicionar o hacer daño. Refugiado en su madre todopoderosa, amándola por encima de todas las cosas. Por eso no había podido superar su muerte hasta que encontró a Mónica. Si no hubiera sido por ella él seguiría gordo y solo.
Pero Mónica le encontró, lo descubrió. Ella era bibliotecaria y él pasaba media vida en la biblioteca. No quedaba duda, no era una posibilidad, era su destino. Estaban destinados a pasar juntos su vida. Ahora bien, la vida por larga que fuera era poco tiempo para Ángel, si lo que venía después significaba estar sin la única persona a la que amaba.
De repente todo cambió. Sólo algo extraordinario podía dar un giro a la situación. Sólo algo fuera de lo común podía romper la monotonía que invadía a nuestro protagonista. Ángel, infeliz lejos de Mónica, condenado a alejarse de ella todos los días para subsistir, vería con sorpresa como por alguna extraña razón que no lograba entender, su deseo sería concedido.
La pareja llevaba años intentando concebir un descendiente que colmara sus vidas llenándolas plenamente. Pero algo en Ángel fallaba, los médicos no le encontraban explicación, pues parecía sano. Había probado todos los remedios posibles, científicos y no tanto, sin resultado. Él se consolaba diciéndose a sí mismo que para que crear un ser infeliz como lo había sido él. Pero sabía que con esto sólo se estaba engañando, pues al fin y al cabo su vida merecía la pena desde que la conoció.
El caso es que por arte de magia el milagro acaeció. Una mañana, al comienzo de la rutina diario, el principio del infierno personal de Ángel, sus vidas por fin iban a cambiar. Cuando despertó algo no estaba bien, Mónica no dormía a su lado como cada mañana. Se levantó tratando de que su entrada en el mundo de los vivos no le resultará traumática, lo cual fue imposible, siempre lo es. Lo normal es que ella se hubiera desvelado para ir al baño o a beber agua. Al entrar en el baño la escena resultó más que extraña y no por ver a su mujer sujetando una prueba de embarazo, eso ya lo había visto muchas veces. Si no por su cara, una cara que no había visto jamás en todos sus años de convivencia una cara desconocida, pero una cara radiante de felicidad. Aquello sólo podía significar una cosa estaban embarazados.
La felicidad de la pareja fue plena durante el embarazado y tras el nacimiento de Miguel, un niño muy sano que es la alegría de la casa. Diréis que esto no es una solución al problema de Ángel, que pasado el tiempo la rutina y el alejamiento de sus seres queridos le devolverán a su estado anterior de infelicidad. Pero os equivocáis, al nacer Miguel, Ángel por fin aprendió algo. Aprendió que por muy lejos que se encuentre de los suyos, por muy desesperado que esté, por mucho que caiga en depresiones que le hagan pensar en cosas desagradables, siempre podrá volver a su lado y entonces todo acabará, recuperará su poder y será capaz de todo.
Para todos los que alguna vez os habéis sentido en el filo, si miráis dentro todos somos superhéroes.
A Marta, gracias.
A LChana con esto pago parte de mi deuda.