La Gran Crisis
Año 2625: La Tierra se muere. El planeta que durante miles de años ha sido la cuna de la civilización humana agoniza consumido por la voraz hambre de recursos de sus propios hijos.
Muchos se preguntaron como habíamos podido llegar a esta situación, cómo habíamos sido capaces de ignorar durante tanto tiempo los problemas de nuestro propio planeta. La respuesta es sencilla, vasta echar un vistazo a la historia del último milenio para saber cómo y por qué sucedió todo:
Todo empezó a finales del año 2400, cuando el petroleo, el carbón y los demás combustibles fósiles se agotaron por completo. Fue en ese momento cuando la humanidad comprendió su error al haber dependido por completo de estas fuentes de energía y trató de cambiar. Pero ya era tarde.
Paradójicamente, las hasta entonces inagotables y limpias energías eólica y solar que podían haber sacado a la humanidad de su crisis eran ahora totalmente inservibles debido al cambio climático que nosotros mismos habíamos provocado.
El calentamiento global había descontrolado por completo el viento y este era ahora totalmente impredecible. Los tornados, huracanes y tormentas se sucedían por todo el planeta descargando indiscriminadamente su furia sobre lugares en los que hasta entonces nunca se habían producido tales fenómenos.
Y el Sol.... el Sol dejó de verse hace ya más de trescientos años oculto bajo la densa capa de oscuras nubes de gases que ahora cubre nuestra atmósfera.
Debido a esto, durante los últimos doscientos años la humanidad se ha visto obligada a recurrir a la energía nuclear para sostener su civilización. Con la tecnología de fusión nuclear todavía en estado experimental, los reactores de fisión se convirtieron en la única alternativa para mantener con vida las moribundas ciudades del planeta que todavía quedaban en pie. Pero todo esto también ha tenido un precio.
La contaminación y la radioactividad se han extendido por todo el planeta debido al uso de estos reactores. La mayor parte de la tierra no es ahora más que un inmenso páramo estéril. Un gran desierto de tierras áridas y envenenadas por la contaminación en las que ya no puede sobrevivir ningún ser vivo.
Pero esto no solo ocurre en los continentes. El estado de los océanos y mares del planeta es, sí cabe, todavía más lamentable. El hermoso color azul que durante años había dado nombre al planeta ha desaparecido convirtiendose en un pútrido color verde. Los océanos se han convertido en gigantescos pantanos de aguas ponzoñosas y envenenadas en las que ya tan solo sobreviven algunas especies de algas y microorganismos.
Ni siquiera los propios humanos pueden ya sobrevivir en un medio ambiente tan hostil para la vida. La población mundial ha descendido drásticamente pasando de los casi ocho mil millones de habitantes estimados a finales del año 2200 a los escasos dos mil millones que se apiñaban actualmente en el interior de las ciudades.
Génesis y el Proyecto Edén.
Ante la desesperada situación en que se encontraba el planeta, los líderes de todo el mundo se reunieron para tratar de encontrar una solución. Por primera vez en la historia de la humanidad, los dirigentes de todos los países de la Tierra llegaron a un acuerdo y trabajaron juntos para salvar el planeta. Así nació el proyecto Edén.
Como su propio nombre indicaba, la finalidad del proyecto Edén era convertir de nuevo la Tierra en el paraíso verde y azul que era antes de que los humanos empezásemos a cambiarlo todo. Para llevar a cabo un proyecto de tal magnitud no solo se necesitaban todos los recursos disponibles, si no también a alguien capaz de coordinarlo todo.
Ese alguien fue Génesis. Un superordenador construido mediante la unión de los ordenadores más potentes del mundo y con una inteligencia artificial millones de veces superior a la de cualquier humano. Tras su activación, Génesis recibió tan solo dos órdenes que fueron impresas directamente en la matriz de silicio de su núcleo de consciencia: Llevar a cabo el proyecto Edén y proteger por encima de todo a los humanos.
Con todos los recursos del planeta a su disposición, Génesis empezó de inmediato a trabajar en la restauración del planeta y el proyecto Edén se puso al fin en marcha. Sin embargo, Génesis se encontró con un problema para llevar a cabo sus planes: la Tierra ya no tenía suficientes recursos minerales y energéticos para un proyecto de tal magnitud.
Para solucionar esto, Génesis decidió resucitar el viejo proyecto espacial que la humanidad había abandonado hacía cientos de años y comenzó a trabajar en el diseño y construcción de naves espaciales al tiempo que empezaba a reformar la superficie del planeta.
Así fue como la humanidad salió de nuevo al espacio. Al principio se trataba solo de pequeñas naves mineras que Génesis lanzaba para recoger los recursos que necesitaba de los asteroides cercanos. Pero con el tiempo otras naves empezaron a surcar el espacio del sistema solar, y ya no se trataba solo de las naves de Génesis.
Basándose en los avanzados diseños de Génesis, las antiguas corporaciones privadas que todavía controlaban algunas de las ciudades de la tierra comenzaron a construir sus propias naves y llegaron a un pacto con Génesis. A cambio de su ayuda en el desarrollo de nuevas naves y de los materiales e instalaciones necesarios para empezar la construcción de sus flotas espaciales, las corporaciones se ocuparían de suministrar todo lo necesario para que el proyecto Edén siguiese adelante liberando así a Génesis de esa tarea.
La era de las Corporaciones.
Cien años más tarde, el proyecto Edén estaba casi terminado y la Tierra se había convertido de nuevo en un hermoso planeta lleno de vida. Mediante el uso de microorganismo modificados genéticamente, Génesis había limpiado los océanos, el suelo e incluso los gases que cubrían el cielo.
Hecho esto, Génesis había usado las nuevas tecnologías de ingeniería genética avanzada, clonación y aceleración del crecimiento para repoblar la tierra con las especies más adecuadas hasta convertirla en el paraíso que el proyecto Edén pretendía.
Sin embargo, mientras todo esto sucedía en la Tierra, en el espacio las cosas no iban tan bien. Gracias a su pacto con Génesis, las corporaciones poseían ahora enormes flotas espaciales formadas por miles de naves que surcaban la galaxia en busca de más y más recursos con los que enriquecerse.
Pero esto no era tan fácil como había parecido en un principio. Los asteroides cercanos a la tierra habían sido completamente explotados por Génesis durante los inicios del proyecto Edén y los planetas de los que podían extraerse minerales de forma rentable eran escasos. Esto hacía que la competencia entre las diferentes corporaciones por los derechos de explotación de dichos planetas fuese feroz y habría acabado desencadenando una guerra si Génesis no lo hubiese impedido.
Siguiendo su programación, Génesis no podía permitir que nadie (ni siquiera ellos mismos) hiciese daño a los humanos y detuvo inmediatamente todas las batallas entre las flotas corporativas. Para hacer esto, Génesis se vio obligado a tomar el control de los grandes destructores construidos por las corporaciones para proteger sus cargueros e incluso a disparar contra varias naves de combate que se negaban a aceptar el alto el fuego.
Esto, por supuesto, contradecía su programación. Sin embargo, los cientos de vidas que se habrían perdido durante la guerra justificaban perfectamente esta acción.
No estamos solos.
Con la paz asegurada gracias a Génesis, las corporaciones desistieron en sus intentos de apoderarse de los planetas ya ocupados y continuaron con la exploración del espacio para descubrir nuevos planetas. Pero por desgracia, esto sería el origen de una terrible tragedia.
El 23 de marzo del año 2746, una de las sondas de la corporación Biotech envió una señal indicando que había encontrado un planeta de clase tierra en el sistema B-7, un sistema con dos soles muy próximo al nuestro. Según los análisis iniciales su superficie era mayoritariamente desértica, pero contaba con una atmósfera perfectamente respirable y uno depósitos de minerales extraordinariamente ricos.
Todo esto convertía a este planeta en un objetivo perfecto para la corporación ya que su atmósfera haría que el coste de extracción se redujese casi a la mitad con respecto a los otros planetas. Sin embargo, había algo con lo que ni ellos ni el propio Génesis habían contado: ya había alguien interesado en ese planeta.
Tres días después de la recepción del primer mensaje, la corporación Biotech informó a Génesis de que su sonda había cortado repentinamente la comunicación y decidió enviar dos naves de exploración al sector del que había procedido la última señal.
El objetivo de estas naves era confirmar los datos iniciales de la sonda, averiguar qué había sucedido con esta y regresar de inmediato para que la flota de Biotech pudiese ponerse en marcha hacia el planeta y empezar con la colonización. Desgraciadamente, solo una de ellas conseguiría regresar para contarle al resto de la humanidad lo que había sucedido realmente en aquel lugar.
Según el informe del piloto, nada más acercarse a la órbita del planeta se habían encontrado con una fuerza alienígena hostil que los había atacado poco después de su llegada. Tras intentar sin éxito establecer comunicación con las naves enemigas, ambos pilotos habían decidido retirarse y regresar a la base de inmediato. Sin embargo, durante su huida uno de ellos había sido victima de los disparos de los alienígenas y su nave había estallado poco antes de entrar en el hiperespacio.
Esta fue la versión oficial del informe que Biotech le entregó a Génesis poco después de la llegada de la nave. Nadie excepto el piloto de aquella nave y los técnicos que analizaron los datos de la misma saben sí eso fue o no lo que sucedió realmente. Pero había algo que sí era cierto: un hombre había muerto y en aquel sector no había ninguna nave perteneciente a otras corporaciones.
La noticia conmocionó a la población. Durante milenios nos habíamos preguntado sí estábamos solos en el universo y habíamos mirado a las estrellas con la esperanza de que no fuese así. Ahora sabíamos que no lo estábamos, que realmente había otras especies inteligentes ahí fuera compartiendo el universo con nosotros..... Pero quizás habría sido mejor que nunca llegásemos a saberlo.
La Guerra contra los Fercat.
Génesis los llamó los "Fercat" por que su aspecto, pese a ser similar al de los humanos en cuanto a tamaño y forma del cuerpo, recordaba al de los grandes felinos de la Tierra. Aunque, a decir verdad, no sabíamos cual era su verdadero aspecto.
Desde el primer contacto entre las naves de Biotech y los alienígenas las batallas entre ambos bandos habían tenido lugar siempre en el espacio y nunca había prisioneros. Sin embargo, las máscaras con forma de felino de sus cascos, la cola y las garras en los puños de sus armaduras de combate eran más que suficientes para despertar el miedo en la población y que todos los considerasen unos monstruos.
Afortunadamente, ese miedo era totalmente infundado puesto que los alienígenas no parecían suponer ningún peligro para las colonias humanas. Sus naves eran tecnológicamente más avanzadas que las nuestras, sí, pero sus pilotos no eran rivales para los nuestros.
Por extraño que pareciese, los alienígenas no parecían estar habituados a la lucha y sus tácticas tan solo eran eficaces gracias a la potencia y velocidad de sus naves. Los humanos, por contra, llevábamos miles de años enfrentandonos entre nosotros y habíamos perfeccionado hasta tal punto el arte de la guerra que nuestras naves podían competir perfectamente contra las suyas aún siendo muy inferiores técnicamente. Eramos una especie nacida para la lucha y así habíamos desarrollado nuestra civilización. Y, por primera vez en nuestra historia, tendríamos la oportunidad de demostrar todo lo que habíamos aprendido.
Tras aquel primer contacto, los enfrentamientos entre naves de las corporaciones y de los alienígenas comenzaron a hacerse más frecuentes alrededor del sistema B-7 y las escaramuzas iniciales acabaron convirtiendose en una guerra abierta. Fue entonces cuando Génesis decidió tomar partido para evitar que más humanos muriesen inútilmente.
Parecía claro que el planeta descubierto por Biotech era en realidad el origen de la disputa y que todo se debía a que los Fercat también estaban interesados en dicho planeta. Por tanto, si quería terminar con la guerra debía conquistar ese planeta cuanto antes. Y esto no parecía excesivamente complicado ya que el número de naves alienígenas en el sector no parecía demasiado elevado.
Pese a todo, y para asegurarse, Génesis lanzó primero un nuevo grupo de sondas al sistema B-7 y esperó los datos de estas. Tal como él esperaba, la cantidad de naves defendiendo el sector era escaso y cualquiera de los destructores de la flota sería suficiente para apoderarse del sector.
Así se puso en marcha el plan de conquista. Confiando en su victoria, Génesis ordenó a uno de los destructores de Biotech, el Sirius III, partir hacia el sector B-7 para limpiar la zona de naves alienígenas. Al mismo tiempo, Génesis comenzó los preparativos para el traslado de una flota formada por la nave colonial Damocles, dos cruceros de combate, cuatro destructores y un gran número de fragatas y otras naves menores que formarían la futura flota de defensa del planeta.
Todas estas naves eran, por supuesto, parte de la armada de la corporación Biotech que, al haber sido la primera en descubrir el planeta, poseía los derechos de colonización del mismo y había conseguido convencer a Génesis para que los dejase ocuparse de todo.
Ambas flotas partirían al mismo tiempo hacia el planeta. Sin embargo, la flota de defensa debería seguir la velocidad de la Damocles y se estimaba que llegarían a la órbita del planeta con varias semanas de retraso respecto al Sirius. Lo qué, según los planes de Génesis, le daría a este último tiempo suficiente para prepararlo todo para la llegada de la nave colonial y su escolta.
Sin embargo, y como el propio Génesis pronto comprobaría, no existe ningún plan infalible y ni siquiera las inteligencias artificiales como él pueden predecir lo que ocurrirá una vez que este está en marcha.