La rosa de tu recuerdo aún descansa marchita sobre mi escritorio, bañada en el rayo de plata que entra por la ventana, como intentando robarla. Pero aquí siguen mis manos cansadas, acariciando la madera de esta mesa, la textura de cada una de estas hojas y los pétalos de tu rosa, intentando encontrar entre ellos la suavidad de tu piel. Y nada hallo.
¿Dónde estará la espesura de tus pestañas, el lugar donde me perdía? ¿Dónde dormirán ahora tus curvas y delitos? Y sin embargo, hoy he decidido olvidarlo todo. Hoy he decidido olvidarte, porque esta mañana, al despertar, he querido marchar tan lejos de aquí como me permita el viento, robar las estrellas y domir junto a ellas.
Esta mañana he despertado como cada día, pero hoy sentía la necesidad de huir. Así que he caminado largo tiempo, hasta hallarme completamente solo. He subido hasta la colina más alta del pueblo, aquella que parece devorar el horizonte desde nuestras pobres perspectivas, y me he sentado en una roca a esperar. Quizá a esperar que todo pasase, incluso mis propios pensamientos. Las aves iban y venían, agitando sus quejas en el aire y fundiéndose con las mías. Caía ya la tarde, la brisa me consolaba con sus caricias de aire, incluso más llenas que las tuyas.
Todo parecía morir con el Sol cayendo en su eterno abismo. Y ¿Sabes? Mi amor por tí tambien murió, porque hoy por fín he descubierto que no se puede vivir del recuerdo.
Descendí cabizbajo y pensativo la colina, con las estrellas empezando a brillar sobre mi cabeza. un silencio casi sagrado me rodeaba. Cuando llegué al pueblo, los faroles amarillentos de las calles daban a todo un aire mortecino, y las caras de la gente parecían estar surcadas por profundas ojeras. Y sin embargo, una mirada pura y limpia destacaba de entre las demás. Eras tú, princesa, con tu melena oscura flotando en el aire, jugando con él. Y no parecía que estuvieras andando, sino bailando con los pies. Tu sonrisa perduraba a pesar de nuestra soledad y parecía inundar toda la oscura calle de una radiante luz blanca.
¿Cómo poder olvidar aquellos ojos azules que me atravesaban el alma? Pero de pronto, evitaste mi mirada con la natualidad que siempre has tenido, y cogiste del brazo a aquel hombre, aquel hombre moreno de ojos verdes, que te miraba con una sonrisa en la boca y en su verde. Apoyaste tu cabeza en su hombro y seguísteis caminando sin hablar, pero sonriendo, diciéndoos con ello todo lo que os queríais.
Y aquí estoy yo, cansado, esperando. Esperando quizá a que vuelvan las aves a mi escritorio, a compartir con ellas mis penas. Pero sé que no debo vivir del recuerdo. Veo que tú lo has aprendido rápido, pero yo no soy tan fuerte. Debo ser más fuerte. Y lo estoy intentando. Por ahora, he arrojado tu rosa marchita por la ventana, porque nosotros nos marchitamos hace tiempo. Ojalá encuentre otra mirada que brille entre las tinieblas de las calles...
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Es una redacción que nos mandaron el año pasado en lengua. Tenía que ser de estilo romántico, y aquí está. Ayer la encontré en una vieja carpeta y me acordé de tí, Alvfer y de tu historia de Ayllón.
Salu2