Para los que como yo viajan con frecuencia, los libros marcan distintas etapas de nuestra vida. Generalmente llego del trabajo arrojo el bolso al sofá, pongo el móvil a cargar, enciendo el ordenador y me sirvo una coca-cola light con hielo. De pie apoyada sobre la encimera de la cocina, consumiendo la chispa de la vida que encierra mi único vicio consumible, escucho los pitidos
telefónicos que entona el módem al conectarse a Internet. Antes de que la ventana de conexión se esconda en la barra de tareas yo me pongo las zapatillas de andar por casa, me suelto la apretada gomilla que me recoge el pelo para hacerme una coleta semi deshecha que me aparte los pelos de la cara pero que no me de dolor de cabeza, finalmente me deshago de mis cadenas, anillos y reloj que me acompañan en mi rutina diaria. A partir de entonces me da igual la hora, de hecho nunca tengo un reloj a mano, sólo me voy a dormir cuando noto que los párpados pesan más que mi curiosidad. Día tras día la misma canción. Al día siguiente me despierto con mal humor, ojeras y cara de no haber dormido mucho, ducha rápida y corriendo hacia el trabajo, cojo el autobús y cuando no me quedo dormida, leo.
Hoy me acabé el libro que comencé el día en que, sin saberlo, moriría mi abuela. De eso hace ya más de un mes, me pregunto si la gente se acuerda de la fecha exacta en que murieron sus familiares más queridos, yo no. Un recuerdo borroso me hace imposible distinguir la fecha inequívoca, podría haber sido ayer pero igualmente podría haber sido hace un año, estar separada de mi gente me hace sentir que no formase parte de la misma escala temporal a la que todos están sometidos. Las cosas ocurren, el tiempo pasa para todo el mundo, que evoluciona o cae en picado. Yo no, yo me siento estancada, por mi no pasa el tiempo, ni los días, no tengo proyectos y carezco de motivaciones, simplemente hago y vivo como elegí un día desde hace más de un año, y desde entonces vivo en un bucle temporal.
Uno o dos fines de semana al mes cojo un tren o un avión, aterrizo sobre una ciudad donde no conozco a nadie, asisto a un par de conferencias, negocio estúpidas comisiones y plazos de pago. Al llegar las cinco desconecto, me meto en la habitación del hotel. Igual que los viejos me dejo llevar por el tiempo, si hace malo me quedo en el hotel o voy a un cibercafé; si hace bueno salgo quizás de turista, quizás a tomar algo a algún bar lleno de niñatos, si estoy melancólica y me siento sola, puede que haga caso a algún muchacho, si me resulta gracioso o atractivo puede que lo lleve al hotel, al día siguiente si te he visto ni me acuerdo. Me despierto a las siete, eso es lo peor de las escapadas: cojo mi bolsa me meto en el baño, echo el pestillo, me ducho, me visto, me arreglo, bajo a recepción les dejo mi bolsa y les doy normas explícitas para que no den mis señas ni mi nombre al caballero que está en mi habitación. Me gustaría decir que los tíos buscan desesperadamente el modo de encontrarme pero no es así, tampoco yo me esfuerzo demasiado en dejarles huella, así que sólo paso a formar parte de sus listas, y a los pocos meses seguramente se olviden hasta de mi nombre.
Ya lo he visto un par de veces antes, ese anuncio, me hace pensar, hoy incluso soñé en el, soñé que me iba, que dejaba todo atrás. Una maleta, un coche, un pasaporte... He leído algunos testimonios de la gente que hace tiempo optó por marcharse, no me convence en absoluto, no obstante no puedo parar de pensar en ello, al parecer es un viaje sin retorno, porque nadie vuelve y de los que abandonan, no se vuelve a saber nada de ellos. Sólo un colgado haría caso de esos anuncios, un colgado... yo no estoy colgada, aunque mi madre insista en que no tengo vida social, aunque mi jefe me pida que me implique con la empresa, yo no estoy colgada... tal vez un poco aburrida... tal vez, pero no estoy colgada.
Llega un momento en que uno aprende a dormir, comer, leer, estudiar, e incluso pintarse en marcha, no importa el vehículo, ni la hora, ni el destino, dentro de sus barrotes temporales y físicos el condenado hace lo que le place, mientras respete las normas, los cinturones, las salidas de emergencia, las paradas... Esta vez no, esta vez soy yo la que conduzco, apenas lo he hecho en un par de ocasiones desde que aprobé el carnet pero ya poco importa, el coche no es mío pero como si lo fuera. Estoy en ese momento en el que cogería un cigarro entre mis dedos, lo encendería, aspiraría con delicadeza entornando los ojos y expulsaría el humo lentamente. Si no me revolviese las tripas, fumaría. Ahora entiendo porque fuman todas las mujeres de mi familia, lo veo tan sensual, no es más que otra arma de mujer para hacer bullir las hormonas masculinas.
La maleta mal puesta en los asientos de atrás. Es increíble, apenas llevo tres mudas cuando generalmente llevo más pares de zapatos que días estoy fuera. Esta vez no. Entré en casa, tiré el bolso al sofá, calló al suelo, al recogerlo fui directamente hacia la nevera, no había hielo, así que abrí la lata y di un largo sorbo. Durante un minuto eterno mi mente quedó en blanco. Dije ¿Porqué no? ¿Qué me retiene aquí? Con el armario abierto de par en par fui cogiendo ropa: un vaquero, una sudadera, tres camisetas, bragas, sujetador y calcetines, las llaves, el móvil, el cargador. Con la chupa de cuero y la bolsa de deporte colgada a un hombro cojo las llaves del coche y con la otra mano mi último trago de coca-cola, sólo una cosa más, la trenza. Con el pelo suelto fui bajando las escaleras de dos en dos. Al llegar abajo tiro en un contenedor la lata y disparo la bolsa en el asiento trasero. Sentada al volante, arranco, la lluvia moja los cristales, completamente empapada los mechones que chorrean entorpecen mi visión, noto que mi corazón va a cien por hora, piso el embrague y meto primera, acelero y el sonido estresante me hace frenar en seco, oigo un coche que me pita, un conductor que me insulta y una mujer que me mira con cara de reproche, reacciono. Es mi móvil, joder que susto, ya ha parado de sonar, llamadas perdidas, una. Reanudo la marcha, por primera vez siento que me alejo, que me libero... pero ¿hacia dónde?