Otro relato inspirado en la serie de relatos iniciada por Galeyla con
No mires atrás, y continuada por
Sospe
Por la mañana
raulicia
El Ermitaño
sapison
La pasajera
La misma noche
¡Exijo! vivir una aventura. Estoy aburrida de la rutina, asi que hoy voy a hacer una locura. Me he puesto arreglada pero... formal, tal vez demasiado, el tiempo dirá; ya comienzo a notar los nervios en la boca del estómago. Debería hacer cosas así más a menundo, me ayudarían a sentirme mas viva.
No puedo aguantar más, le digo al taxista que pare aquí mismo - ¿Aquí? Me dijo el Palace, señorita; y este es el Plaza.
Es lo mismo, me gusta. Tiene glamour, gente interesante, y lo mejor, está aquí mismo
- Pues si que va hambrienta la loba esta...
- ¿Perdón, decía?
- Que son ocho con cincuenta.
Voy hacia la puerta, empiezo a escudriñar a través de los cristales. Vaya, así a primera vista no hay mucho movimiento; en fin, un buen escote y un martini seguro que mejoran las perspectivas. Entro y busco la dirección del cocktail-bar ¡Dios!¡Que morenazo! Con ese culito hacía yo maravillas (siguele, siguele), me voy detrás de él. Ese traje a medida le queda tan bien, hasta lleva un pañuelito en el bolsillo. Seguro que es un cursi y un pasteloso, pero una aventura es una aventura, ¿no? Mientras me trate como a una reina y no hable mucho me doy por contenta.
Poco a poco mis formas se suavizan y entro en un estado como de posesión, comienzo a moverme como un gato. No puedo evitarlo, es la magia del momento. Como si interpretase un papel, libero mis instintos, esos que siempre quedan detrás de las gafas. Saco el pintalabios y casi relamiendome me acercó al pincel en cuestión.
Parece que también es simpático. Me hago la interesante, planto un seto de misterio, y miro para otro lado. Tiene una sonrisa ligeramente nerviosa y la mirada huidiza. Pero no creo que huya de mi, más bien parece buscar algo. Es el momento de poner las largas, me digo. Abro disimuladamente otro botón del escote le giro la cabeza y le pido fuego. ¿Será posible? ¡Ni se ha inmutado! Pues yo me veo la mar de bien, los hombre me dicen que la 90 es el tamaño perfecto. Pero si casi estoy enseñando más que la Jackson, y encima las tengo mejor puestas (aunque este mal que lo diga yo) ¿Comó es posible que no se fije? Me levanto lentamente, en esa posición tan de película, hasta que las pongo a 15 cm de su cara. El sonrie como un panoli y aparta los ojos. ¡No los apartes, tonto! Si las he puesto ahí para que las mires. No hay quien entienda a los hombres. Sólo me falta ponerme un cartel en la frente, aunque seguro que ahí lo ve aun menos. Empiezo a tener un mal presentimiento.
El martini me sabe a poco, un gintonic me caerá mejor. Quizá mañana no pueda mirarme al espejo, pero hoy voy a por todas. Madre mía, quince euros, espero que merezca la pena. Lo peor es que éste sigue en las nubes, y yo tampoco quiero parecer ansiosa. Al fin está aquí mi copa, y el camarero se interesa más por mi que el otro, pero no es tan mono.
Espera, espera, ¿Qué ha ocurrido? ¿Me he perdido algo? Parece que empiezo a reclamar su atención, incluso diría que, calculadamente, me está haciendo un scanning. De una manera descuidadamente interesada. ¿Es así como funciona esta gente? Lo apuntaré en mi libro de "tácticas desesperadas para dias desesperados". Y mirándolo bien, se ha vuelto como más atractivo. Me encanta el perfume, es el mismo, pero no huele igual. Ahora es el de un hombre seguro, que conoce sus cartas y las juega con maestría. Y esa sonrisa me va a matar. Otro gintonic y mi cabeza empieza a dar vueltas; hago esfuerzos por mantener la pose, aunque serguramente esté ridícula. Pero no me importa, no mucho al menos. Lo que necesito es pasar por el baño, y retocarme un poco. Prepararme para lo que viene.
Me excuso y avanzo lentamente, fumando, como recuerdo de las películas de los años 50. Casi me veo en blanco y negro. Echo un vistazo y me doy cuenta de que el camarero tampoco me quita ojo. Vuelvo a mirar al frente. Perder el equilibrio en este instante sería fatal para mis aspiraciones. Ahora necesito despejarme un poco ¿O paso de todo y disfruto del momento tal cual? No, quiero tener todos los sentidos funcionales. Me mojo un poco la cara, ya me siento algo mejor. Salgo y me encuentro a mi moreno en la puerta, instandome a ir a un sitio más privado. Subimos a las habitaciones, y entramos en una especie de sala, con jardín. Este chico sabe elegir los sitios, en la penumbra se me acerca, noto su respiración en mi cuello. Noto mi pulso, como si se liberase de un corsé; aquel en el que lo he mantenido durante demasiado tiempo. Quiero decirle guarradas, pero tengo miedo de romper el momento en mil pedazos, mejor le dejo hacer. Noto una mano subiéndo por mi muslo, ay, ay, ay... ¿Y ahora? ¿Qué pasa? No me lo puedo creer, se ha dejado la cartera en el cocktail-bar, ¡Y se va! Yo que no quería romper el momento, se me acaba de hacer añicos en las manos. Decido esperar un poco, doy un paseo por el jardín. La brisa me ha traido de vuelta a la tierra, pero me ayuda a flotar en la noche.
Ya vuelve, aunque no estoy de mucho humor; creo que he tenido suficiente aventura para esta noche. Vaya, si parece que es el camarero, me parece que alguien ha huido. Pero, ¿Qué hace? Intento escabullirme, me persigue. ¡Dios mio! ¿Qué está ocurriendo? Me he torcido un tobillo. Se acerca, pero solo veo sus ojos, ojos frios. Noto un pinchazo, frio. Me lleva en brazos, casi no puedo ver. Me está desnudando, y hace tanto frio. Intento moverme pero no puedo, no siento, sólo la escarcha sobre mi piel. Entramos en otra habitación, y me echa en la cama, parece que ya hay alguien ¿Porqué hace tanto frio?