Que dios me perdone

Este "relato" es el fruto de la admiración y la sana envidia que me he sentido al leer la serie de relatos concatenados escritos por Galeyla, Sospe, Raulicia, Sapison y Jotamaza. El listón está alto, pero tampoco pretendo estar a la altura de esos máquinas.
Antes de leerlo, y para entender la historia completa puedes leer:
No mires atrás de Galeyla
Por la mañana de Sospe
El ermitaño de Raulicia
La pasajera de Sapison
La misma noche de Jotamaza


Que asco. Es lo peor de estos trabajos, tu estas asqueado mientras todo el mundo se divierte, y además, tienes que evitar que se te note. Tengo 43 años y llevo ocho sirviendo copas en la barra del bar de un hotel de lujo en una ciudad de lujo. Aquí todo es lujo, a veces tan falso como las sonrisas que cruzo con los clientes. A veces daría cualquier cosa por cambiar la rutina, por dar el gran golpe y largarme a Río de Janeiro, con una bolsa de billetes y una cara nueva, como el Dioni. Muchos días pienso que eso es lo único que me mantiene vivo, la esperanza de que un golpe de suerte me sonría, que acierte una quiniela o enganche una primitiva de esas que asustan sólo con oír la cifra, gran parte del día la paso así, perdido en ensoñaciones, imaginando que estoy debajo de unas palmeras tropicales sin más preocupación que lo pasada de ron que está la piña colada.
Hoy hay menos gente de lo usual en el bar, una pareja comiendose con la mirada en una de las mesas del fondo, apostaría a que son pareja clandestina, un par de encorbatados riendose las gracias mutuamente y un chico con aspecto de tener dinero de verdad, parece uno de esos aburridos niños de papá que ha salido de caza. Estoy absorto en mis pensamientos, inventandome las vidas de los que están detrás de la barra cuando la puerta del bar se abre, y entra una preciosa mujer, con un escote que, siendo gentil, podemos calficar de exagerado. Se sienta al final de la barra mientras la sigo con la mirada, no consigo quitarle el ojo de encima, y me pide un martini. Esta vez mi sonrisa es sincera, aunque sé que es imposible para mi seducir a una mujer así. Sé lo que busca, y no busca a un camarero mediocre sin más ilusión que la que le puede dar una victoria de su equipo de fútbol.
Agita el martini con una gracia inusual, tiene clase, es evidente, y es realmente preciosa. Bebe sorbos cortos, y se los dedica cada vez más evidentemente al imbécil del traje caro, que no parece darse por enterado. Desde mi privilegiada platea observo como se va desarrollando la película.
Después de un largo rato de flirteo, y algunos gintonic más tarde, se levanta con movimientos perfectos y se dirige al baño. No puedo apartar la mirada de sus caderas, su bamboleo me hipnotiza a mi y también a su víctima. El chico se levanta y la sigue al baño, yo, vuelvo a mis rutinarias tareas envidiando la suerte del joven. Al recoger el vaso que ha dejado este, veo una nota debajo del posavasos. "Si quieres ganar un dinero fácil, reúnte conmigo en el jardín".
Más por curiosidad que otra cosa, le digo a mi compañero que me cubra un momento, que salgo un par de minutos y llego hasta donde está el guaperas, se le ve nervioso, muy nervioso. Lo primero que se me pasa por la cabeza es que me va a pedir un favor, que le prepare una habitación especial, por eso cuando me revela sus intenciones me quede lívido. Me entrega 60 billetes de 100 euros y me dice que me dará otros 600 como esos. En total, 11 millones de las antguas pesetas. Creo que mi corazón ha dejado de latir, siento como el estómago se me cierra y no puedo pensar.. 11 millones de pesetas por matar a una mujer.. ¿pero que digo? ¿como puedo pensar en el dinero? ¡Hablamos de asesinato!. El chico debe darse cuenta de que no respiro y me despierta preguntandome ¿Que es lo peor que te puede pasar? No consigo articular palabra pero lo pienso para mi, pues que me cojan, claro.. que me metan en la carcel y mi vida se convierta en una rutina diaria.. osea, que no va a cambiar mucho. Avergonzado por mis pensamientos, acepto el sobre y siguiendo las instrucciones del diablo, me escondo en el jardín esperando a la chica. Que Dios me perdone.