Yo no te conocía de apenas nada... Y me da rabia, porque nunca más tendré la oportunidad de hacerlo. Yo te veía, llendo de aquí para allá por los pasillos, con una perpetua sonrisa, con tu cinta del pelo de colores alegres. Yo te conocía del baño, de roces fugaces, de alguna conversación esporádica, conocía tu nombre. Tú eras amiga de mis amigos, alguna vez tomamos café juntas, con todos los compañeros, incluso salimos un par de noches juntas, volvimos juntas, quejándote tú de ser hija única y tener que volver pronto a casa. Me dijiste dónde vivías, me dijiste tus notas, hablamos una vez en el baño de la cafetería del temido profe de mates, recuerdo que te quejabas de él... Como yo. Esa fue mi última conversación contigo. Eso es lo que me entristece; que aquella última conversación fuese tan superflua, tan breve...
¿Quién nos iba a decir que aquel hombre hacia el que iban nuestras quejas asistiría a tu funeral unas pocas semanas después?
Siento tanto perder tan poco... Porque podría haberte conocido mucho más, tan solo era un poco de azar, de tocarnos en la misma clase, el mismo pasillo, ir a la misma cafetería, compartir amigos. Si te hubiera conocido más hubiese llorado amargamente por tu pérdida, y no me hubiese importado. Reconozco que no lloré, sobretodo porque no quería hundir más a la gente. Cuando nadie cree en ángeles tocando el saxofón en el cielo, ni si quiera tú misma, y lo cuelgan en carteles por todas partes, tan solo te queda un vacío enorme.
Es un segundo, un mísero segundo; la casualidad de aparecer en ese instante otro coche contra el tuyo. Es azar. Y esta vez te tocó a tí...
Ví melancolía desbocada en los ojos de tus compañeros, ví lágrimas a través de ellos, pude verles sangrar. Y parece que tu presencia aún perdura... Ayer entré al baño y encontré una firma torpe con tipex. "Nuria". Me estremecí, imaginándote allí, escribiéndola minuciosamente sobre el verde de la puerta, como una muestra de tu presencia... Ya solo nos queda eso. Sé que mucha gente aún cree oir tu voz por los pasillos, llamándoles, y en un último álito de esperanza, se giran sobre sí mismos esperando ver tu sonrisa. Ya solo nos queda eso.
Estoy orgullosa de todos vosotros, que a pesar de los puñales que tanta gente os ha clavado a partir de esto, a pesar de las mentiras que escombros miserables han ido contando, os veo sonreir cuando habláis de Nuria. En muy poco tiempo habéis sabido salir adelante, a pesar de las dificultades impuestas. Y me siento... no puedo expresar la satisfacción que me causa ver vuestra naturalidad. Y es que no hay nada más terrible y doloroso que hablar en pasado de una persona... Pero habéis demostrado tener una gran fuerza.
Sé que ninguno de vosotros leerá esto nunca, y lo prefiero. Ahora que vuestras heridas han dejado de sangrar, deben cerrarse. No merece la pena volver a abrirlas... No quiero volver a veros con la voz entrecortada.