Unas hojas rojizas, envueltas en remolinos, bailando en medio del viento del otoño son los veloces dedos que se deslizan por las teclas del piano, por las cuerdas del violín, con su característico lamento... Me encantan las notas del violín, que se funden en medio del silencio, que se funden creando un sentimiento de melancolía, de polvorientos recuerdos. El piano, sin embargo, es más veloz, más potente, más vivo. Contrastando así el uno con el otro se crea una antítesis armoniosa y perfecta.
Unas pisadas duras, en el asfalto de una ciudad lluviosa, sin nombre, es el sonido seco de tu batería. Los graves me expresan más que los agudos. Un sonido grave sale desde las profundidades del hombre, es más trabajoso de crear. Un piano grave, que a menudo queda en segundo plano, tocado en un frenesí, derrochando sentimientos, como rápidas pinceladas, es más bello a mis oidos.
Un silencio en la partitura...
...Para volver a empezar. Cuánto puede expresar un silencio en una partitura de negras, corcheas y demás notas! Qué sensación de vacío, de tristeza, de nada... en medio del trajín de líneas y sonidos sinuosos.
Tempo andante, caminando en un silencio sepulcral, sobre la superficie lisa, brillante y pulida de tu piano, sobre las cuerdas cortantes en tus yemas.
Lentitud en un inicio, casi con torpeza, comienzan a nacer las notas; lentamente, con cariño acaricias los sonidos. Poco a poco, tus manos caminan con seguridad, llenando con lentitud el aire. Unas notas tristes, sin polifonía alguna, agonizan entre tus dedos. Pero tus manos toman la iniciativa, y comienzan a moverse con rapidez, llenando la atmósfera de sentimientos. Cierras los ojos, pero sigues viéndolas, flotando todas ellas en el aire. Cierras los ojos, con fuerza, reteniendo las notas, sintiendo el sonido que pasa a través de ti. Puedes sentir como un alma vibra en cada pulsación, en cada nota. Puedes sentir el lamento del instrumento como propio.
Me dejaré llevar al lugar donde digan los sonidos, abriendo las manos y cerrando los ojos, pudiendo volar usando como alas partituras desgastadas. Dejaré que, por un momento, sean mis oídos los que observen el mundo en mi lugar, viendo mucho más que mis ojos ciegos. Dejaré que mis dedos se deslicen sobre superficies pulidas, imaginando crear sonido en tan iluso acto. Dejaré que mis manos sueñen con melodías lejanas y desconocidas.