Capítulo 17: Reacciones.
Durante el resto de aquel día, el aerodeslizador continuó su viaje hacia el Norte sobrevolando el joven bosque semi-tropical que cubría lo que en otro tiempo habían sido los áridos desiertos del Asia Meridional.
Ninguno de sus dos jóvenes ocupantes sabía qué los esperaba cuando llegasen al lugar que Mariana les había marcado en el mapa, pero en aquel momento no tenían más opción que confiar ella. El radar de la nave mostraba decenas de patrullas que recorrían una y otra vez las principales rutas hacia la frontera y, aún volando en una de sus propias naves, dirigirse hacia allí sería demasiado arriesgado.
Y Álam sabía que aquel no el momento de precipitarse. Aún con la momentánea ventaja que aquella nave les proporcionaba, lo más importante en aquel instante no era llegar cuanto antes al lugar que Mariana les había indicado sino mantenerse ocultos. No sabía hasta que punto Mariana podría ayudarles, pero lo que sí sabía era que si los descubrían ahora nada de lo que ella pudiese hacer serviría ya de nada.
Por eso, cuando el Sol comenzó al fin a desaparecer en el horizonte el cielo se tiñó con la sangre del crepúsculo, Álam dirigió su mirada hacia el radar de la nave para asegurarse de que no había ningún patrullero cerca que pudiese descubrirlos y decidió que aquel era un buen momento para darle un pequeño descanso a la nave y a la propia Melissa que, tras más de ocho horas pilotando sin descanso, debía estar bastante cansada.
Apenas faltaban ya trescientos kilómetros para llegar al lugar marcado por Mariana y sabía que aquella nave podría recorrerlos en menos de una hora más de viaje. Pero fuese lo que fuese lo que los esperaba allí prefería encontrarselo bajo la luz del día y no oculto en las tinieblas de la noche.
Además, todavía se encontraba demasiado débil como para luchar y en aquel estado no podría hacer nada para protegerse a si mismo o a Melissa si algo salía mal. Era más prudente que ambos descansasen una noche más para dejar que todo se calmase un poco y, ahora que todavía podían ocultarse en alguno de los claros que salpicaban el denso manto verde del bosque como pequeñas heridas, parecía el momento perfecto para hacerlo.
Aunque, por supuesto, antes tendría que asegurarse de que su piloto sería capaz de bajar la nave a tierra. Algo de lo que, después de lo visto tras su más que accidentado despegue, no estaba del todo seguro.
-Melissa, ¿Crees que serás capaz de posar la nave en aquel claro de allí?.
Preguntó Álam al tiempo que señalaba hacia una pequeña abertura en la capa de hojas y ramas del bosque situada a apenas unos metros de donde se encontraban.
-¿Quieres que aterrice allí?. -Respondió un tanto insegura Melissa al tiempo que dirigía un rápido vistazo al claro y volvía a mirar a Álam. -Sí, creo que podré hacerlo. Pero ¿Por qué?. Ya falta poco para llegar.
-Precisamente por eso. -Explicó Álam. -No sé lo que habrá allí pero prefiero llegar de día y estando un poco más descansado. Además, llevamos muchas horas volando sin descanso. Si seguimos así llamaremos demasiado la atención. Y más ahora que se ha hecho de noche y el número de naves patrullando es mucho menor.
-Supongo que tienes razón. -Asintió Melissa aparentemente convencida. -Está bien. Entonces intentaré aterrizar ahí.
Tras decir esto, Melissa miró de nuevo hacia adelante y comenzó a reducir la velocidad de la nave al tiempo que la dirigía hacia el claro y comenzaba a descender lentamente. Una vez sobre él, Melissa detuvo el aerodeslizador de golpe, lo que hizo que Álam la mirase todavía con más dudas, y maniobró la nave haciendo que el gran halcón negro en que volaban desapareciese por completo entre las copas de los árboles y acabase posándose sin mayores problemas en el húmedo suelo del bosque.
-¡Listo!. -Exclamó Melissa visiblemente alegre al tiempo que soltaba los mandos de la nave y se giraba de nuevo hacia Álam. -¿Qué tal lo he hecho?.
-Francamente, mucho mejor de lo que esperaba. -Respondió Álam un tanto sorprendido. -Pero ahora que ya estamos en tierra será mejor que te des prisa y desconectes el motor principal y el sistema auxiliar de energía antes de que nos cause problemas.
-¿Quieres que lo apague del todo?. -Preguntó sorprendida Melissa. -Pero si hago eso no funcionará nada, ni siquiera el sistema de calefacción. Y ahí fuera debe hacer mucho frío, ¿Seguro que es necesario hacer eso?.
-No te preocupes, el motor de la nave debe estar hirviendo después de tanto tiempo funcionando sin detenerse, eso bastará para mantenernos calientes toda la noche. -La tranquilizó Álam. -Además, es necesario que lo desconectemos por completo si no queremos que nos encuentren. -Aclaró. -Mientras sus sistemas auxiliares tengan energía la nave estará enviando una señal de posición a todos los radares de la zona y no creo que tarden en darse cuenta de que algo no va bien si ven que nos quedamos toda la noche en medio del bosque. Lo mejor que podemos hacer es desconectarlo y esperar que no se les ocurra rastrear la última posición de la nave. Pero si tu amigo Álfred está realmente con la reina y no nos ha delatado como tu crees dudo que lo hagan.
-Está bien. Supongo que no queda más remedio, pero no me gusta la idea de quedarme a oscuras en medio de este bosque.
Dicho esto, Melissa apagó todos los sistemas de la nave y sacó la tarjeta de activación de Álfred desconectándola por completo. Al instante, el pequeño zumbido del motor desapareció por completo y todas las luces de la nave se apagaron de golpe. Tan solo la pálida y blanquecina luz de la Luna continuó iluminando débilmente el interior de la nave permitiendo que ambos pudiesen verse todavía entre las sombras.
-Tranquila, aquí estamos a salvo. -Dijo Álam sonriendo ligeramente al ver la preocupación con que Melissa observaba la oscuridad que los rodeaba. -Anda, deja de preocuparte e intenta dormir un poco. Ahora mismo es lo único que podemos hacer y creo que los dos lo necesitamos después de todo lo que ha pasado.
-Yo no estoy nada cansada. -Aseguró Melissa mientras se reclinaba en su asiento y giraba la cabeza hacia Álam para mirarle. -Pero tú si lo necesitas. Debiste hacerme caso y descansar mientras volábamos, así no te recuperarás nunca.
-No te preocupes, ahora ya estoy mucho mejor. -Mintió Álam que, a decir verdad, se sentía todavía más débil que antes. -Solo necesito descansar como es debido esta noche y mañana estaré perfectamente. Ya lo verás.
-¿Seguro que estás mejor?. -Insistió Melissa. -Sí. -Repitió Álam al tiempo que asentía con la cabeza tratando de convencerla. -Vamos, deja ya de pensar en eso. No es para tanto.
-Si lo es. -Continuó Melissa con una mezcla de tristeza y de cariño que hizo que Álam se quedase sin palabras durante un instante. -No solo me diste tu sangre Álam, cuando hiciste eso sabías que también me estabas entregando tu vida y que podías haberla perdido. No puedo olvidar eso.
-Pero no pasó nada. Sigo aquí, ¿verdad?. -Dijo Álam sonriendo. -No le des más vueltas a algo que ya ha pasado. Además, después de lo sucedido esta mañana creo que hasta tendría que agradecertelo.
-¿Agradecermelo?. -Repitió Melissa un tanto sorprendida. -Álam, estuve a punto de matarte.
-Eso no es cierto. Fui yo el que te obligué a hacerlo, ¿recuerdas?. -Respondió él sin dejar de sonreír. -Y fuiste tu misma la que me salvó al transformarme en alguien como tú y al darme una parte de tu propia sangre. Eso es algo que nunca olvidaré.
-Entonces... ¿No te importa?. -Preguntó ella con cierto temor. -Aún a pesar de lo mucho que odias a los vampiros, ¿No te importa ser ahora uno de nosotros?.
-Yo no soy un vampiro, tu misma lo dijiste. -Respondió Álam mientras observaba fascinado el reflejo de la luna en la temblorosa superficie espejada de sus maravillosos ojos azules. -Soy como tú, por eso no me importa. Mientras mi mente siga siendo la misma no me preocupa que una parte de mi cuerpo se un vampiro. Al contrario, después de lo sucedido con Álfred esta mañana incluso lo encuentro bastante... "interesante". Jamás imaginé que llegaría el día en que podría hacerle algo así a un BlackHawk.
-Álam.... -Al oír esto, la preocupación desapareció por completo de los ojos de Melissa y en sus labios apareció una pequeña y cálida sonrisa. -Me alegra mucho que pienses realmente así. Me preocupaba haberte hecho algo por lo que no pudieses perdonarme nunca.
-¿Perdonarte?. -Repitió Álam al tiempo que sonreía de una forma casi burlona que sorprendió bastante a la propia Melissa. -Sabes, eres una chica muy extraña.
Evidentemente, estas últimas palabras no eran exactamente lo que Melissa esperaba oír en aquel momento y, unidas a la forma en que Álam lo había dicho, hicieron que esta lo mirase completamente seria y dejase de sonreír al instante.
-¿Cómo que extraña?. -Respondió inmediatamente Melissa en cuya voz podía notarse claramente que aquel comentario no le había hecho demasiada gracia. -¿Qué se supone que significa eso exactamente?.
-Vamos, no pongas esa cara, no es nada malo. -Se apresuró a aclarar Álam al ver la forma en que esta lo miraba. -Es solo que me sorprende que te preocupes por algo así. Eres una mujer preciosa y además una princesa, no esperaba que fueses tan insegura. Deberías confiar más en ti misma y saber que una tontería así no hará que cambie en absoluto lo que siento por ti.
-¿Las mujeres humanas no se comportan así?. -Preguntó con curiosidad Melissa que parecía haber entendido lo que Álam quería decirle y se había relajado un poco. -No. Al menos no las que yo conozco. -Respondió él. -La mayoría se comportan exactamente igual que un chico. Aunque supongo que tampoco es demasiado justo que diga esto ya que las únicas que conozco son soldados o Hunters como yo. Es posible que no todas sean así.
-Ji, ji, ji... ahora eres tú el que me parece raro a mí. -Esta vez fue Álam el que se sorprendió al ver como Melissa dejaba escapar una pequeña risilla al oírle. -No esperaba que alguien como tú hablase de esas cosas. Ji, ji ,ji...
-Yo no le veo la gracia. -Afirmó Álam tratando de mantenerse serio. Aunque, a decir verdad, sabía que ella tenía razón y al verla reírse así apenas podía evitar sonreír. -Pero creo que por una vez tienes razón. Yo también le estoy dando demasiadas vueltas a cosas sin importancia. Creo que lo mejor para los dos es que lo dejemos por hoy y descansemos un poco.
Dicho esto, Álam dejó de mirar a Melissa y apoyó la cabeza en el respaldo del asiento para intentar dormir un poco. Estaba completamente agotado y, ahora que Melissa ya no parecía preocupada y había aclarado aquel pequeño detalle, no encontró ningún motivo para no darle al fin a su cuerpo el descanso que este le pedía.
Sin una palabra más, los dos cerraron los ojos y se prepararon para pasar la noche en el interior de aquella nave sin saber todavía las sorpresas que el nuevo día podría depararles cuando al fin los planes de Mariana empezasen a revelarse.
Mientras tanto, lejos de allí, en la lejana frontera entre el territorio humano y el reino de Nathaniel, las cosas no estaban en absoluto tan tranquilas. El súbito incremento en el número de patrullas cerca de la frontera y los datos obtenidos por los satélites humanos sobre el movimiento de naves cerca de la fortaleza de Nathaniel habían hecho suponer a los dirigentes humanos que su plan había tenido éxito y estos se preparaba ahora para las posibles represalias.
Tan solo un hombre sabía que no había sido así. Conocía perfectamente a Álam pues el mismo lo había rescatado de entre las cenizas de lo que en otro tiempo había sido su pueblo y lo había entrenado durante más de seis años hasta convertirlo en el perfecto asesino que era ahora. Y si de algo estaba completamente seguro era de que huir no era propio de él. Algo no encajaba en todo aquello, algo que no acertaba a comprender pero que, sin duda, afectaría en alguna medida a sus planes originales.
Pero ese hombre era el mismo que hacía apenas unos días lo había enviado a aquella misión condenándolo a una muerte casi segura. Por eso, cuando esa mañana su primer oficial le pidió que firmase el informe antes de entregárselo al consejo, este lo hizo sin apenas pararse a leerlo y no puso ninguna objeción.
Puede que para los miembros del consejo aquel muchacho fuese tan solo un Hunter más del que se pudiese prescindir, pero él sabía que no era así. Álam era algo más que eso. Hacía diez años lo había encontrado entre las cenizas de un pueblo que él mismo había visto desaparecer en medio de una gigantesca columna de fuego y jamás podría olvidar la sensación de terror que había sentido al ver allí a aquel niño, completamente ileso en medio de toda aquella destrucción.
Durante los últimos días se había repetido a sí mismo que lo había enviado a aquella misión porque eso era lo que Álam quería realmente. Qué lo único que había hecho había sido concederle al fin la posibilidad de morir luchando contra aquellos monstruos a los que tanto odiaba. Pero, en el fondo, sabía que aquello tan solo era un sutil truco de su mente para engañarse a sí mismo y atenuar el sentimiento de culpa que aquella decisión le había provocado.
Lo había enviado allí por una única razón: ¡Por miedo!. Y ahora, le gustase o no, tendría que enfrentarse a ese miedo. Ya no podía hacer nada para ayudarle, pero lo que sí podía hacer era ocultarle todo aquello al consejo y darle a aquel muchacho algo que se le había negado durante los últimos diez años: la oportunidad de controlar su propio destino.
Sin embargo, lo que ni siquiera el mismísimo comandante en jefe de los Hunters podía llegar a imaginar en ese momento, era que alguien más se había dado cuenta de aquello. Alguien que, a diferencia de él, si estaba dispuesto a hacer algo por Álam y se encontraba ya en la frontera dispuesto a enfrentarse a todo aquel que tratase de interponerse en su camino ya fuese vampiro... o humano.