Ira
Empuño con rabia las tijeras. Dos de mis dedos se han deslizado bajo las hojas sosteniéndolas con fuerza. Las abro lentamente, haciendo que chirrien en susurros... las cierro de golpe. -Un minuto, déjame un minuto...- murmuro para mí misma.
Hace ya casi un año de todo aquello, pero los recuerdos siguen llegando el avalanchas que me ahogan. Me engañaba a mí misma, empleaba el recurso más facil para sobrevivir; distorsionaba la realidad para que dejase de ser tan terrible. Procuraba no pensar demasiado en el futuro; no imaginar ese futuro turbio que me aguardaba. Y hoy escucho canciones que sólo me recuerdan a aquellos días, veo cómo los días de invierno se avecinan sin remedio, llenos de recuerdos dolorosos. "Una mala racha la tiene cualquiera" solía decirme mientras me miraba al espejo al lavarme los dientes, como rezando el Padre nuestro de cada día.
Y ahora me miro de nuevo al espejo... No reconozco ese reflejo que empuña las tijeras, un rostro tétrico, unas manos huesudas que, como autómatas, abren y cierran las hojas. El pelo liso y empapado se escurre por los hombros y cae hacia adelante como si fuera una vieja muñeca de trapo. "Chiiiis Chas", abro y cierro las tijeras como una niña pequeña jugando con fuego.
Soy capaz de perderme en mis propias pupilas durante horas, rescatando mejores tiempos. Antes solía tocar el piano. Me gustaba recordar partituras de las escolares clases de música, aunque siempre acaba añadiéndole mi propio toque personal. Podía estar tardes enteras delante del teclado, escuchando el tildar limpio de los sonidos contra la pared, tocando tanto y tan poco a la vez... Pero entonces llego él, y acabé con todo lo que me gustaba, todo lo que me hacía sentir bien. En realidad fue él, que me lo proponía de forma sutil y yo, sin pensarlo demasiado, lo hacía. Ahora tocar el piano tambien me duele... No me quedan más que los recuerdos de todas aquellas cosas que siempre me gustaron hacer. Ahora cada rincón de esta casa guarda su presencia como un tesoro.
"Chiiis Chas, Chiiiis Chas, Chiiiis, Chas, Chiiiis..." Tomo un mechón de pelo entre mis dedos "¡Chas!", tomo otro "Chiiis Chas"... Me debería dar igual todo aquello, debería haberme olvidado de todo lo que tiene que ver con él desde hace tiempo, debería haberme librado de él, debería librarme de él... Y me quedó aquí, de brazos cruzados, compadeciéndome, sola. Me vengué por todo aquello, ¿quién vendrá a defenderme ahora? Me quedé sola, por renunciar a todo aquello que me hacía sentir bien. ¿Cuánto tiempo me va a costar volver a ser como antes? -Pero tan sólo dame un minuto...- una sonrisa se dibuja en mis comisuras. Los mechones de pelo cortado caen lacios hasta el suelo. Una pequeña alfombra castaña se amontona a mis pies. Me sacudo con violencia y con la ayuda de una ducha rápida, elimino todos los cabellos que aún se habían amontonado por mi cuerpo. Me pongo el albornoz desabrochado. Decido meter las tijeras en el bolsillo y voy al dormitorio.
La puerta está entornada, una luz muy tenue asoma por debajo y empujo la puerta con suavidad. En uno de los extremos de la cama está su cuerpo recostado, semicubierto únicamente por una sábana blanca. Los primeros rayos del sol entran por las ranuras de la persiana bajada. Doy la vuelta a la cama y me enfrento a su rostro aparentemente dormido, colocándome en cluclillas. -Buenos días, cariño- susurro con una sonrisa. -Veo que has dormido bien...- Un hilillo de sangre asoma por la comisura, mojando levemente la almohada. Su cara se desencaja entre unas profundas ojeras y un tono pálido en la piel. En realidad, el colchón está empapado. Una mancha roja y brillante se extiende por ese lado de la sábana goteando hasta el suelo. Mis pies se resbalan en ese charco. -Veo que no tienes muchas ganas de desayunar aún...- Repaso su mandíbula con el filo de las tijeras, dibujo su silueta con ellas jugando a seguir clavándoselas en la piel poco a poco. Me levanto cansada de jugar y me dirijo a la cocina, tomo por el asa la taza de café que ya estaba preparada. Sorbo el café. Creo que es el mejor café que he probado nunca... Dejo las tijeras ensangrentadas en el fregadero para limpiarlas luego. Va siendo hora de ir al trabajo...