Hola, cuchi cuchi,
siento haber tardado tanto en mandarte esta carta, pero el mundo se me ha puesto en contra. Ni el bolígrafo se avenía a escribir ni el papel a retener la tinta. Es ésta la razón de que te la haya enviado escrita con calco, sólo con un punzón y mucha paciencia he conseguido terminarla. Y hay una razón para que pasen estas cosas, - me digo - pero no la veo. Creo que el destino se quiere interponer entre nosotros, quiere que deje de escribirte y tu de mandarme bombones, sobre todo esos con una avellana dentro, que supongo tiene que ser muy difícil meter ahí.
Después no había sobre, y he tenido que improvisar el que ves con papel de estraza, y el sello no admitía quedarse en su postura para ser matasellado como es su misión, y ni con grapas he podido hacer que parase quieto, razón para poner el franqueo en destino. Y tal vez no me creas cuando te diga que el cartero me ha huido durante unos seis kilómetros, que son los que he debido correr para darle caza, y después le he obligado a aprender de memoria tu dirección puesto que, tal vez por mala ventura, la única tinta de que dispongo es de color sepia, y no hay quien la distinga del propio sobre.
Es el destino, él no quiere que te escriba porque está celoso, y me ha dicho a hurtadillas que romperías la carta al tiempo de verla, y que ya no quieres saber nada de mi. Pero no siempre es malo, yo le entiendo. Ha tenido tantas responsabilidades, y ha guiado las vidas de tantas personas, que no ha podido con el estrés, y ahora anda un poco desquiciado. También a veces me cuenta historias de personas que no conozco y correrías que me dejan atónito. Pero nunca quiere hablarme de ti. Cuando le pregunto se pone huraño y empieza a decirme cosas feas que no quiero oír, porque se que son mentira, aunque a veces no esté seguro. Ahora duerme, por eso puedo escribirte. Si me viera me miraría con esos ojos ciegos, ebrios de soledad y de rencor, hasta obligarme a esconderme bajo el camastro. Siento miedo a veces. Pero luego a lo mejor me olvido un rato y bajo al patio a pasear. ¡No, ya vuelve a moverse...! Voy a guardar los papeles. Y mañana viviré lo que te he contado en el párrafo anterior con el cartero. Deseo todos estéis bien. Abrazos.
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Hola amor,
No te preocupes por la carta, la he recibido bien y ya anhelo ansiosamente la siguiente. Espero que los materiales de papelería hayan encontrado la paz espiritual, y sean más comprensivos contigo la próxima vez, y que no tengas que correr para alcanzar al cartero.
Hoy es el cumpleaños de Luis, cumple 5 años, y he traído muchos globos y muchos caramelos, para que él no eche nada en falta. Y le he comprado ese volquete que le gustaba, el que te dije, y no puedo esperar para dárselo. Ya imagino sus ojillos inquietos cuando vea el paquete, deseando hacer trizas el papel. Se parecen tanto a los tuyos, siempre escudriñando el mundo, que es un poco como si pudieras estar aquí. Me recuerda a los paseos por el parque, cuando veías al monstruo del lago Ness en cada fuente; y al Conde de Montecristo batiéndose en duelo con los patos del estanque.
Y al destino no le hagas mucho caso. No creas lo que te diga y no hables con él, que siempre te lía la cabeza con sus historias. Ya sabes que es un señor muy ocupado y no deberías molestarle. Haz mucho caso al doctor y tómate todas las pastillas. ¿Me lo prometes? Y nunca, nunca dejes de escribirme.
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Un relato que escribí hace tiempo con el sobrenombre de
El chef para un certamen de amigos. Aquí os lo dejo.