Cuando levantes la mirada, cuando apartes tus pupilas de mis palabras; cuando el sol deje de filtrarse por tu ventana y ya no acaricie el suelo en minúsculas partículas de polvo, cuando el mundo caiga dormido en su abismo de noches estrelladas y la luna bostece sobre tu cabeza, cuando se mueran los sonidos... Entonces iré a buscarte. Justo en ese pequeño instante de transición hacia los sueños, donde las sábanas acarician tu cara y tus manos se acurrucan, entumecidas, bajo las mantas. Entonces iré a buscarte. Jamás podrás evitarlo. Sigilosa, como un espectro, entraré de puntillas para no despertarte; podrás sentir mi aliento, mi perfume flotando en el aire. Podrás sentir cómo, suavemente, me deslizo hasta acurrucarme a tu lado. Intentarás acariciar las tinieblas de mi pelo, pero ya no serás capaz de moverte. Intentarás abrir los ojos para contemplarme, una única vez, pero nunca volverás a abrirlos. Duerme, que yo haré que sueñes bien, mi amor.
Y así, con una última sonrisa, cuando mis dedos acaricien tus labios en un gesto helado y terrible, cuando desciendan hasta prenderse de tu cuello... apretando, apretando, apretando... como un ajustado collar, verás como toda esa oscuridad se convierte en la risa de los días que, abrazado a ella, pasaste la vida; en los días que, entre besos, sentías esta sensación y caías, caías, caías hasta alcanzar la eternidad. Esas sensaciones ahora no serían más que recuerdos difusos y dolorosos, que no hacían más que recordarte que "cualquier tiempo pasado fue mejor".
Jamás podrás evitarlo. Iré a buscarte para liberar este dolor.