¿Y qué soy yo? Me muestras tus garras, tus fotografías de oscuridad, llenas de curvas, llenas de los pensamientos sociales y asquerosos ideales. ¿Qué soy yo en toda esa trama? ¿Qué soy yo? Triste y pequeña sombra... Rodeada de tinieblas me toca posar ante tu cruel objetivo, ante la cruel realidad y los crueles defectos que, como dagas, desgarran mi mente. Me toca esperar cabizbaja ante tu penetrante y altiva mirada a que el tiempo pase y haga justicia. Es entonces cuando el mundo se fragmenta en millones de colores... El mundo se fragmenta ante mis ojos y se convierte en un caleidoscopio, porque ya no puedo retenerlo más dentro de mi pecho. Atrévete ahora a disparar. Es horrible cuando quieres esconder tu cara y no hay ningún rincón cercano, cuando te gustaría acostarte en tu cama y dormir durante horas para olvidar un poco y descubres que el día acaba de empezar.
Es mi propia mutilación la que me hace creer que quizá, si consigo deshacerme un poco más, pueda desaparecer. Por eso procuro desgastarme en cada esquina afilada. ¿Amor a la vida? Jamás lo conocí. ¿Amor a los demás? Quizá por eso no queda nada para mí... pues ya estoy vertida por las aceras, como el agua de la lluvia.
Intento esconder mis ojos bajo diversos rizos deshechos; a mi cabeza llegan recuerdos que, como el incesante tronar de las campanas de una Iglesia, no cesan de atormentarme... Esa mirada penetrante, sus burlas, el reflejo de un escaparate desértico, el eterno rincón, sus palabras llenas de odio, aquella ventana rota, sus palabras... Sus palabras sin malicia que me revolvían el alma, la sonrisa ajena...
Y es entonces cuando las fotografías se convierten en los disparos de un ruin cazador; cuando dispara sobre su presa que ya, acorralada y moribunda, no le queda más que levantar la mirada en un último esfuerzo.