Hola a quien lo lea.
"La vida es complicadamente sencilla", se repite a si mismo una y otra vez para recordar el porqué de su caminar hacia la parada.
Einstein hablaba de la relatividad del tiempo según el observador, lo comprende ahora que nervioso le parece ver como la ciudad se desliza lentamente tras las ventanas del autobús. No recuerda que cinco paradas fueran tan largas de recorrer. Sabe que al ser de letras esta interpretación de Albert resulta demasiado humanista pero bueno, alguna interpretación le ha dado.
La parada del bus queda justo en frente de su destino, llama a la puerta y con autoengañada decisión espera paciente. Una chica aparece en la portaría y tras los besos de rigor caminan por la calle.
Premeditadamente dirige sus pasos hacia un parque en el que, espera, tener un poco de intimidad, si es que en una ciudad se comprende el significado de esa palabra.
Hablan y ríen, ríen y hablan.
Decide que ha llegado el momento de levantarle el velo al futuro y toma la palabra.
- Cierra los ojos.
- ¿Porqué?
- Porque le voy a hacer caso a un refrán.
- ¿Como? ¡JajaJa!
- De verdad, cierra los ojos.
- De acueeeerdo.
El chico se acerca y lentamente la besa en los labios. Ella abre los ojos sorprendida, guarda silencio. Él dice.
- No se me ha ocurrido una manera mejor de decírtelo, te dejo tiempo para pensarlo.
Camina de vuelta a casa con la serenidad del que sabe que nada más puede hacer y con la sonrisa en la boca del que ha visto la sorpresa de la persona amada.
Un día nuevo, llaman a la puerta. Sabiendo a quien encontrará abre la puerta, delante suyo una pareja de testigos de Jehová le invitan a entrar en un mundo espiritual mejor que la insípida anarquía teológica en la que vive. Se equivoca, no los espera a ellos.
Más tarde vuelven a llamar y más recatado en sus predicciones abre la puerta, en esta ocasión es ella. Él guarda silencio. Ella habla.
- Cierra los ojos.
Antes de cerrarlos memoriza cada uno de los rasgos de la chica que tiene delante, sus formas y colores. Con los ojos cerrados espera impaciente, concentrado en sus propios labios nota como una brisa se los acaricia, como el sol se los calienta y como le tiembla, imperceptiblemente, de nervios, la barbilla. Imagina el tacto de los otros labios y la presión que harán sobre los suyos los besos de la chica.
Impaciente abre los ojos, ella sigue delante de él. Le mira a los ojos y dándose la vuelta, se marcha.
"Queda todo dicho" piensa él, y entra de nuevo a su casa.
Un saludo.