Llegó el momento en el que paró el viento, ceso el fluir de las olas del mar, el Sol perdió toda su vida y la Luna fruncía el ceño por las noches. Llegó ya el momento en el que los días no son días y las noches son demasiado largas.
Ha llegado el momento en el que casi todo está vacío, en el que espero por esperar y me aferro al último clavo ardiendo que aún no se apagó. Sumido en el vacío intemporal de un alma perdida, cargado del sinsabor de la vida, los lobos de la noche ni siquiera quieren aullar en mi ventana.
Explorando mis caminos, buscando dentro de mí ya no encontrarás nada, salvo el vacío, un vacío vacío de vacío. No me queda ni una alegría ni un lamento, ni una sonrisa ni una lágrima.
Yo no quiero vivir un sueño, no quiero ser feliz, no quiero domar lo indómito ni tener las utopías a mis pies. Yo solo quiero llorar, pero no puedo.