El enterrador, continuación.

Hola a quien lo lea.

(Este texto tiene su inicio aquí )

- No era mi papá. Lucille responde combinando palabras, sollozos y aspiración de mocos.

- ¿No era tu papá?. Robert intenta darle un tono de verosimilitud a la pregunta de la que ya conoce la respuesta.

- No, yo no tengo papá.

- ¿Y tienes mamá?.

- Sí, si tengo.

- ¿Era la señora que te llamaba? Robert de nuevo, conoce la respuesta.

- Sí.

Robert miraba de soslayo a Lucille, era de esas niñas que tienen una mirada inteligente más que evidente. Hay niños que intimidan a los adultos por su mirada, esperan que un niño sea inocente y despreocupado, risueño y preguntón. Cuando los adultos se topan con un niño que mira directamente a los ojos, que mantiene un silencio antes de hablar en el que demuestra que está cavilando antes de pronunciar palabra, que responde a lo que quiere y no sigue el juego de los adultos...quedan intimidados por el niño. Ello conlleva a tratar al niño con indiferencia o como al más niño de los niños, pretendiendo inconscientemente recordarle la posición que ocupa en el mundo.

Lucille desprendió esa sensación en Robert desde el primer momento, en cada mirada de soslayo sabía que la niña sentía que la miraba y que se dejaba mirar. Le hubiera gustado saber que pensaba en esos momentos la niña, para ayudarla.

Lucille dejó de llorar aproximadamente a la mitad del camino al cementerio, se serenó y no respondió a las preguntas desenfadadas y sin relación con lo que estaban viviendo en ese momento que le hacía Robert. Mantenía su mirada fija en el retrovisor, viendo como las casas se alejaban de ellos, como los adoquines impacientes se lanzaban bajo las ruedas del coche y poco a poco, metro a metro, se durmió.

Robert pudo ver como la tormenta se vaciaba de su enojo y el sol se colaba por las holguras que en las nubes se producían. Dedicó una sonrisa al modo en que se había apagado su cigarrillo hacía unos minutos y miró a la niña dormida. Vio que tiritaba y recordó lo empapada que estaba, paró el coche a un lado de la carretera desnudó a la niña y la envolvió con una manta.

Cuando Lucille despertó se encontró en un cementerio a las afueras de Londres, en un banco improvisado Robert tomaba una taza de algo que humeaba, a sus pies un ataúd le hacía compañía. Lucille caminó hasta él agarrando fuertemente la manta, se colocó a su lado y le preguntó.

- ¿Porqué se entierra a la gente muerta?

Robert respondió que así lo pone en la Biblia, el señor nos dejó indicado en el libro sagrado que es lo que debemos hacer con los muertos. Enterrando su cuerpo su alma podrá llegar al reino de los cielos para reunirse con Dios.

Lucille le miró a los ojos y le respondió.

- Kranf me dijo que es porque cuando se pudren los cadáveres ponen mala a la gente.

Robert comprendió que las fábulas no valían para esta niña, ni siquiera una fábula de mayores. Intuyó que Kranf, al parecer era el nombre del muerto. Supo al ver la cara de indignación de Lucille por la respuesta que le había dado, como ayudar a la niña.

- Es por las dos cosas. Ven, vamos a enterrarle. Añadió Robert.

Con la ayuda de Phillip (otro enterrador), Robert colocó el ataúd en la fosa y se sentó al lado de Lucille.

- Hace unos años, durante la guerra, en uno de los bombardeos la casa en la que vivíamos mi mujer Michelle, y mis hijos Frederiech, Michael, Eduard y Cristine se derrumbó con nosotros dentro. Desperté en un hospital días después y me enteré que había perdido a mi familia poco antes de salir del hospital.

Robert esperó la reacción de la niña, había comprendido como podía llegar hasta ella. Explicar la historia que había vivido también le ayudó a él, por primera vez, hablaba de ello con alguien.

- Kranf era el único que me gustaba de todos los que conozco.

Robert supo al instante que Kranf fue una persona totalmente sincera.

- A mi no me dejaron despedirme de mi familia, y no se donde están enterrados porque en aquellos días en que moría tanta gente se les enterraba en fosas comunes. Yo de ti me despediría de Kranf, esperaré a que termines.

Entonces Lucille, pronunció lo que Robert, ni en sus más oscuros sueños, esperaba que dijera una niña.


Un saludo
Muy bueno Kefale... (¿puedo llamarte Kefale?)

Eres un maestro en el arte de ofrecer intrigas. Sabes perfectamente como dar un motivo para que sigamos leyendo tus historias. Me gusta mucho el tratamiento que le das al texto, sobretodo en la primera parte de la historia, la cual veo mejor ilustrada por tus palabras que esta segunda, cosa que entiendo y veo totalmente comprensible. Veo que en esta segunda parte has dejado de profundizar en los detalles para ahondar un poco mas en los personajes.

Sera interesante ver como te desenvuelves en la parte final.
Mi mentor tu texto me intriga. Q puede decir una niña q a un enterrador sorprenda? Intriggado estoy y necesitado de beber de tu conocimiento. Que bien escribes jodio, pero sigo tus pasos jeje. MOLA ;)
Por favor, cómo nos has dejado con la última frase, espero que haya una continuación y que ¡¡no se acabe aquí el texto!! Esta escrito tan suave que entra solo ;). Queremos más (^_^)
Hola a quien lo lea.

arsygraft escribió:Muy bueno Kefale... (¿puedo llamarte Kefale?)

Sí, claro, como si me llamas K, tranquilo que comprendo perfectamente lo molesto de escribir nicks raros XD.

arsygraft escribió:Sera interesante ver como te desenvuelves en la parte final.

Sí, tengo pavor a los finales porque no me desenvuelvo bien en ellos.

MaFDeS escribió:Q puede decir una niña q a un enterrador sorprenda?

Por ejemplo "supercalifragilisticoespialidoso", que siendo la época que era seguro que al enterrador le dejaría flipado.

Gracias por los comentarios, ¡animan mucho!

Un saludo.
4 respuestas