Mira a tu alrededor... ¿Qué ves? ¿No ves a gentes paseando como peces en un acuario? ¿No los ves? Fíjate en sus ojos desorbitados, inexpresivos, redondos, mates y muertos como los de los peces exhibiéndose en el mostrador de hielo de la pescadería. Caminan sin rumbo, dando vueltas en torno de una idea ficticia; se dejan arrastrar por las corrientes de agua.
¿Sigues sin verlos? Fíjate en los viajeros del metro, todas las mañanas... Fíjate en sus miradas lejanas, sin párpados, perdiéndose a través del cristal de la pecera del vagón. Haz que te miren... Da un golpecito con el dedo al cristal que os separa, llama la atención de los peces... Se girarán bruscamente; cambiará el sentido de su sosiego, el rumbo de su plácida corriente cálida...
Huirán de ti, como peces huyendo de las mandíbulas del tiburón. Y, en tres segundos, como la memoria de los peces, se habrán olvidado de la forma de tus labios.
No somos más que peces que a veces caemos en las redes de algún pescador, que aleteamos exhaustos, cuando nos sacan del agua y no podemos respirar. No somos más que peces, que nos dejamos llevar por corrientes marinas, hacia donde ellas quieran...