RELATO CORTO: ABRAZADA A UN DESTINO.
Luisa era una mujer muy activa, todo el dia pendiente de las tareas domésticas, aunque su vida durante estos dos últimos años había pegado un giro. El frío caracter de su marido, y su falta de diálogos, hizo que Luisa se sintiera de cada vez mas decaída y depresiva.
Su vida, durante este último periodo de tiempo, se había enfrascado en sus propios monólogos con su mente, y su arrepentimiento de haber conocido a Alberto. Pensó que sería una mujer feliz a su lado,pero obviamente, las cosas no funcionaban, parecía como sí de algún modo, los dos hubiesen pérdido sus atenciones diarias el uno al otro, y se sumergieran en su propio mundo de dudas e incertidumbre.
No tenían hijos, cosa que se propusieron en los primeros meses de casados, pero que por circunstancias económicas desfavorables, optaron por plantearse el tema mas adelante.
Luisa quería que su vida fuese de otra manera, experimentar nuevas emociones y sensaciones, cosa que su marido no compartía, encerrado en su universo de números y dinero que le proporcionaba su condición de empleado de Banca.
Las 2:10 de la madrugada de un viernes; tras una acalorada discusión con su marido en la cama, Luisa le da la espalda y cierra los ojos, adentrándose en sus penurias y amarguras. Estaba harta. Gritando inconscientemente en sus adentros, imploró al destino que al volver a abrir sus ojos, su vida volviera a ser como en su étapa de noviazgo, un montón de ilusiones y varias metas a alcanzar, que ya estaba harta de tener a una especie de maniki por marido. Gritó furiosa en su interior que cambiaría a Alberto por un vulgar maniki; estaba convencida de que se lo pasaría mejor con él que con su infame marido; creía estar loca.
Dejándose llevar por sus absurdas ideas, Luisa quedó en los brazos de los dominios del sueño...hasta que escuchó el odioso ruido del despertador que indicaba que era hora de levantarse para ir a un rutinario dia de trabajo.
Algo le extrañó, su marido parecía no oir el maldito despertador,ya que éste seguía sonando y no cesaba. Alberto solía levantarse como un rayo; aunque esa noche se hubiera acostado a las 4, Luisa ya habría notado su peculiar movimiento de desprenderse de la manta que los envuelve.
Un poco inquietada, Luisa se acostó sobre su marido y trató de arañarle cariñosamente el grueso bigote que poseía. Cuala fué su sorpresa al descubrir que entre su nariz y sus labios no encontraba ningún indicio de pelos, y en su lugar un tacto un poco frío y muy liso.
Nerviosa, movió su brazo hacia el interruptor de la lámpara de noche y accionó rapidamente el botón. El pánico hizo acto de presencia en su rostro. Intentó pellizcarse una y otra vez para comprobar que lo que estaba viendo no se tratase de una pesadilla.
Aquella mañana, el breve e intenso deseo que Luisa pidió al destino, se había cumplido. Alberto se había transformado en un maniki, inerte, acurrucado junto a ella en su cama........