- Dejemos de pasear - me dijo - El paseo se me empieza a hacer monótono, es siempre lo mismo
- No te preocupes, iremos donde quieras, tú mandas.
Con una sonrisa cómplice, satisfecha por llevar el mando, se dispuso a elegir un nuevo destino. En ese momento un estruendo ensordecedor hizo que nos tambaleáramos. Mientras caía vi como intentaba alcanzar mi mano. Estiré el brazo y alargué infinitamente los dedos. Fue inútil. Caí sobre mi espalda, di varias vueltas y acabé boca abajo. La oí gritar. Me levanté sobresaltado mientras la gente me miraba indiferente. Parecía como si nadie hubiese notado nada. Me giré para encontrarla a mi espalda.
Nada. Se me paralizó el cuerpo, se aceleró el corazón. Ella no estaba. Di tres vueltas completas sin dejar de mirar todo lo que me rodeaba, pero no había ni rastro. Había desaparecido. La gente pasaba rápida a mi lado en todas direcciones mientras sonaban villancicos en las tiendas cercanas. Su móvil no daba señales de vida, “numero desconocido” decía la chica de la grabación, que parecía burlarse de mí. Llamé a la policía, informé de lo sucedido. Buscaron su nombre, a su familia… Nada. Nada encontraron, ni un solo dato.
Desesperado, llamé a su casa. Escuché la voz de su padre.
- ¿De quién hablas? ¿Nos conocemos? Si es una broma, no tiene gracia
Estupefacto, dejé caer el teléfono. Había desaparecido completamente, se llevó con ella su pasado y con este, el mío…
¿O quizás nunca existió?
Nadie se creía lo que contaba, parecía que solo yo la hubiese conocido. Amigos comunes, familia… Todos decían no conocerla. Cada incoherencia por su ausencia en mis recuerdos era arreglada por otra persona, hasta hacerme dudar de mi estado mental
No pude superar algo así. ¿Estaba loco? Algo me decía que no, era imposible, no pudo ser una ilusión. Pero ¿estaba todo el mundo loco? Abandoné la ciudad, dejé mi pasado atrás y mi vida pasó, sin hacer ruido.
Pasaron los años, no conocí a nadie más. Vivía solo, con un pequeño gato que encontré algún día. Me ganaba la vida con un pequeño negocio, una tienda que monté cerca de casa y que me daba lo suficiente para vivir. Nunca nadie se interesó por mi silencio, que era sepulcral. Aunque conservé los buenos modales y no dejaba pregunta sin respuesta
Un día como otro cualquiera, Navidad. Y como cada Navidad, los recuerdos y amagos de locura volvían a mi cabeza con más fuerza que el resto de noches. Puse el televisor y mi corazón se aceleró. No había duda. La había visto, era ella. Parecía una reunión de jóvenes, no me enteré, todos mis sentidos estaban pendientes de esa imagen. Creo que era un concierto, pero no presté atención.
Llevaba otro peinado, otro tipo de ropa, me sorprendió verla maquillada, no era normal en ella. Los brazos de un chico la rodeaban. Se la veía feliz. Sonreí, cerré los ojos y soñé
Y soñé…. Y soñé….
¡¡¡¡¡…!!!!! De repente un nuevo estruendo en mi cabeza Aturdido, me levanté, no podía ver nada. Pensé que estaba sufriendo una especie de infarto, pero la visión se fue aclarando. Y entonces la vi, enfrente. Corría hacia mí con lágrimas en los ojos. Nada ni nadie alrededor, solo un incomodo silencio que parecía eterno. Y por fin, llegó a mis brazos. No pude abrazarla, estuve asustado, no entendía que estaba pasando, pese a todo, finalmente la rodeé con mis brazos.
- ¿Dónde has estado? ¿Qué ha pasado? - pregunté paralizado
- No te preocupes, ya estoy aquí
Al cabo de eternos segundos escuché de nuevo los villancicos, parpadeé y vi como la gente iba a toda prisa por las calles, haciendo las últimas compras del año. Estreché su mano. Me miró a los ojos mientras seguíamos paseando
- ¿En qué piensas?
Típica pregunta envenenada que esquivé con una sonrisa
- ¿A dónde vamos, señorita?
- ¡Al fin del mundo! - dijo poco antes de besarme con fuerza la mejilla
Mi constipado servia de tapadera para mis vidriosos ojos, que aún recordaban escenas que nunca vieron.
Si algo tenía claro es que mi corazón era fuerte, pero mi cabeza no estaba para muchos trotes.