- Hay una cosa que no entiendo, mamá.
Dijo el niño, mientras la madre batía los huevos sobre la encimera.
- ¿Por qué a nosotros? ¡Si nosotros no hemos hecho nada! Llevamos en este pueblo toda la vida, nos llevamos super bien con los vecinos, ¡nunca nos hemos peleado!, y ahora va y dicen que nos atacan de fuera... pero ¿por qué?.
- Cariño, has de entender una cosa.
Respondió la madre sentándose junto a su hijo, mientras éste devoraba la cazuela de lentejas.
- Nosotros pertenecemos a un país, que es mucho más grande que nuestro pueblo. El país no está bien ahora, porque no se lleva bien con los vecinos, justo lo contrario que nos pasa a nosotros, y entonces, como no se lleva bien, se pelea con el país vecino, y es por eso por lo que quieren atacarnos, porque nosotros también les hemos atacado a ellos.
- Pero mamá, como voy a ser yo de un país, si yo nunca he visto ese país, si yo estoy desde siempre en este pueblo, mami. Y tú cómo sabes que el país es grande, si nunca lo has visto, si tú también llevas desde siempre en el pueblo. Además, si yo me llevo muy bien con los vecinos, por qué me atacan a mi, ¡si yo no he hecho nada! Joe mamá, es como si me expulsan del partido de mañana porque ayer echaron a uno del equipo del país, ¡¡vaya tontería!!
- Ya lo se, cariño, pero...
Tras un silencio angustioso, algunas tímidas lágrimas comienzan a empañar los ojos de la madre.
- ...cómete las lentejas, cariño.
Respondió la madre, mientras los primeros ruidos de guerra comenzaban a escucharse en el horizonte.