El viaje hacia su siguiente destino resultó mucho más tranquilo de lo que el propio Álam había podido esperar en un principio. Tras abandonar el pueblo dirigiendose hacia el Norte, había girado de inmediato hacia el oeste hasta encontrarse con la gran barrera natural formada por la meseta central de Siberia y, una vez junto a esta, había retomado su rumbo hacia el Norte manteniendose siempre por debajo de las estribaciones menores de la meseta y lo más pegado posible a la gigantesca pared de roca a cuyos pies morían las inmensas y blancas llanuras de la Siberia occidental.
Volando de esta forma, Álam esperaba evitar en la medida de lo posible los radares enemigos que de otra forma serían incapaces de localizarle dada la falta de baliza posicional de la nave. Además de esto, el interceptor en que volaban ahora parecía compensar su nefasta maniobrabilidad con una velocidad máxima muy superior a la de los alcones negros de los BlackHawk y esto les había permitido alejarse lo bastante deprisa del pueblo como para evitar las patrullas que, sin duda, no tardarían en empezar a rastrear la zona al encontrar el cadáver del general.
Pero, aún con aquella nave, su viaje sería más largo de lo que en un principio habían esperado. Mariana no solo había tenido la astucia de proporcionarles dos destinos, sino que además había sido lo suficientemente prudente como para ocultar la verdadera posición del segundo hasta que estos abandonaron el pueblo.
De alguna forma, el mapa que esta había ocultado en la espada de Álam había reconocido la posición del pueblo y en ese momento había cambiado por completo mostrándoles donde se encontraba realmente su siguiente objetivo. Y, por desgracia para ellos, este no se encontraba tan cerca como en un principio.
Su nuevo destino era una pequeña isla rocosa al sudeste de la península de Taimir, uno de los muchos islotes yermos y deshabitados que podían encontrarse en la costa Norte del continente rodeados por el gélido mar de Kara. Aunque a ninguno de los dos les resultó difícil darse cuenta de que, estando Mariana por en medio, el hecho de que en el mapa de la nave dicho islote apareciese como deshabitado resultaba del todo irrelevante.
Sin embargo, lo que sí resultaba preocupante era la enorme distancia que tenían que recorrer para llegar hasta allí. Llevaban ya dos días volando sin descanso con la nave siempre a máxima velocidad y su destino todavía no aparecía en el radar. El paisaje se repetía una y otra vez en una continua sucesión de planicies yermas y pequeñas montañas que rodeaban la meseta aportando con los ocres tonos de sus rocas un matiz de color a la interminable y blanquecina llanura. Tan solo de vez en cuando un pequeño bosque o una diminuta colina coronada por acacias rompía la monotonía del paisaje, pero estos desaparecían tan deprisa que no suponían gran diferencia para los pasajeros del aerodeslizador.
Durante aquellos días, Álam se concentró principalmente en pilotar la nave y tan solo la insistencia de Melissa para que la dejase ocupar su lugar y descansase un rato lo hizo abandonar de vez en cuando su puesto en el asiento de piloto. Y durante esos breves momentos en que el viaje no ocupaba por completo su mente, lo único en que conseguía pensar era en qué podría esperarlos en aquella isla y en los recuerdos que el todavía lejano mar de Kara traía a su mente.
Melissa, por su parte, prefería no molestarle demasiado y se conformaba con conseguir que la dejase pilotar de vez en cuando. Sabía lo que le sucedía, todavía recordaba la historia de Álam y comprendía perfectamente el por qué de aquel continuo silencio y la extraña y ausente mirada que podía ver en sus ojos la mayor parte del tiempo.
Devido a esto, durante las largas horas de vuelo en que Álam permanecía a los mandos decidió dirigir su atención hacia Ana en lugar de hacia él y se dedicó a hablar con ella. Tratando de hacer por aquella pequeña lo que ahora no podía o no sabía hacer por el propio Álam: aliviar el dolor de su corazón.
Sus palabras y su cariño eran lo único que podía ofrecerle en aquel momento a aquella niña, pero eran más que suficiente. Poco a poco, hora tras hora, Ana fue abriéndole su corazón mientras las dos hablaban y Melissa sintió una extraña calidez en el corazón al comprobar como la niña que se sentaba sobre su regazo dejaba de mirarla solo como a una desconocida y comenzaba a confiar en ella por algo más que simple necesidad.
Era una sensación nueva para alguien como Melissa cuya vida había dependido siempre de alguien más. Su madre, Mariana, Álfred, ellos la habían cuidado y protegido desde pequeña ayudándola siempre a seguir adelante a pesar de todo. E incluso ahora, lejos de ellos y de todo aquello que conocía, Álam se ocupaba de protegerla y guiarla durante su viaje enfrentándose a todo lo que intentaba detenerlos cómo si nunca tuviese miedo, avanzando siempre hacia su siguiente destino con una fuerza y voluntad que acentuaban todavía más su propia debilidad y la convencían de que Álam habría podido llegar sin problemas hasta allí sin ella.
Sin embargo, con la niña todo era distinto. Durante los días que llevaban juntas Ana tan solo había soltado su mano cuando substituía a Álam a los mandos y solo cuando regresaba y la cogía de nuevo era capaz de volver a sonreír. Aquella pequeña la necesitaba realmente, tanto o incluso más de lo que ella misma necesitaba al propio Álam. Y esto no solo la reconfortaba haciendola sentir al fin útil para alguien, sino que además la ayudó a darse cuenta de lo equivocada que había estado hasta entonces.
Ahora entendía el verdadero significado de lo que Álam le había dicho en el pueblo. Hasta ese momento la fuerza y el valor de Álam habían hecho que olvidase quién era realmente, pero ahora lo recordaba de nuevo y comprendía lo egoísta que había sido al suponer que él no necesitaba a nadie cuando en realidad estaba tan solo como ellas. Puede que ella no supiese como luchar y apenas pudiese defenderse por si sola, pero había otras cosas que podía hacer por él y ahora comprendía su error al creer que dejarlo tranquilo era lo mejor que podía hacer.
-Álam...
Cansada de verle así, sumido en sus pensamientos y con la mirada perdida por completo en el horizonte, Melissa trató de hablar con él dejando por un momento a la niña que ahora se distraía observando como la planicie que habían estado atravesando hasta entonces comenzaba a perder terreno frente a los cada vez más numerosos árboles del vasto bosque que cubría la costa. Pero parecía tan absorto en su propio mundo que ni siquiera la oyó y esto no hizo sino convencerla aún más de que no debía dejarle así.
-¡Álam!. -Lo llamó forzando un poco más la voz para conseguir que la escuchase. -¿Te encuentras bien?.
Cómo sacado de un extraño sueño por la voz de Melissa, Álam giró la cabeza hacia ella para mirarla y esta pudo ver una extraña nostalgia en sus ojos mientras este respondía al fin a sus palabras.
-Perfectamente. -Dijo con voz sosegada y tranquila. -¿Por qué, ocurre algo?.
-Sí. -Afirmó Melissa sin dejar de mirarle. -Llevas casi tres días sin apenas decir nada, parece cómo si no estuvieses con nosotras. Si hay algo que te preocupa por qué no me lo dices, no sé si podré ayudarte, pero te hará sentir mejor.
-No es nada de eso. -Respondió Álam en cuyos labios apareció de pronto una pequeña sonrisa, algo que Melissa no veía en su rostro desde que habían dejado aquel pueblo. -Tan solo he estado recordando viejos tiempos, solo eso. Siento haberte preocupado y no haberos prestado más atención durante estos días, pero al volver a ver el nombre de Kara he recordado muchas cosas que creía olvidadas. Y sabes... no todas eran malas.
Aquella respuesta sorprendió bastante a Melissa. Desde su partida del pueblo había atribuido aquel silencio a algún mal recuerdo que el regreso a aquel lugar pudiese traerle a Álam, pero nunca a que este sintiese nostalgia de su viejo hogar.
-Me alegra que sea así. -Respondió aliviada a pesar de su sorpresa, feliz de verle sonreír de nuevo como antes y lamentando en parte no haberse decidido antes a hablar con él. -¿Tú vivías cerca de aquí?.
-No. Mi pueblo estaba lejos de esta zona, al Este. -Mientras decía esto, Álam alargó la mano hacia el monitor central de la nave y tecleó una serie de coordenadas hasta que este pasó a mostrar una detallado mapa de la costa Norte del continente pero mucho más cercana a la frontera que la región en que se encontraban. -Estaba aquí. -Continuó a la vez que señalaba hacia un pequeño punto rojo cercano a la costa. -Aunque me sorprende que todavía aparezca marcado en los mapas, por lo que sé el pueblo nunca llegó a reconstruirse.
-¿Ese también es el mar de Kara?. -Preguntó Melissa mirando con una mezcla de curiosidad y fascinación aquel lugar. -Recuerdo que ya me habías hablado de él cuando estábamos en el palacio. ¿Te gustaba mucho el mar verdad?.
-El mar era nuestra vida. -dijo Álam hablando de nuevo con un aire de nostalgia que sonaba casi solemne. -Todos en el pueblo dependían de los domos que flotaban sobre él y pasaban la mayor parte del día sobre sus aguas. Incluso yo pasé gran parte de mi infancia sobre uno de esos domos acompañando a mis padres, tal vez sea por eso por lo que no he conseguido olvidarlo.
-Es extraño oírte hablar así. -Sonrió Melissa mirándolo ahora a él con la misma fascinación con que había mirado al mapa, cómo si en sus ojos pudiese ver algo más que sus oscuras pupilas. -Debe ser un lugar muy especial para ti.
-Lo es. -Afirmó Álam devolviendole la sonrisa al tiempo que dirigía una rápida mirada hacia el radar en cuyo extremo superior acababa de aparecer la inmensidad azul del mar de Kara. -Dime, ¿Tú no has visto el mar nunca verdad?. -En respuesta a esto, Melissa negó con la cabeza y Álam sonrió de nuevo. -Entonces deja que yo te lo enseñe. Kara no es un mar cálido ni tiene las aguas tan azules como los mares del Sur del continente, pero estoy seguro de que os gustará.
Dicho esto, Álam miró de nuevo hacia adelante y tiró de los mandos de la nave haciendo que esta ascendiese de golpe y se alejase de los árboles. Todavía estaban lejos, pero el sol del mediodía brillaba con fuerza en el cielo y la bruma que solía cubrir la costa ya se había disipado permitiendoles ver con claridad hasta el lejano horizonte.
La gran meseta había quedado atrás hacia unas horas al igual que la llanura y lo único que veían ahora frente a ellos era un interminable bosque de abetos cuyas copas formaban un tupido manto gris azulado bajo ellos extendiendose hasta el borde mismo de los abruptos acantilados que marcaban el fin del continente. Allí, la tierra desaparecía de golpe y la costa serpenteaba hacia el sudeste y el noroeste respectivamente formando una serie de irregulares ondulaciones en su camino hacia la península de Taimir y la desembocadura del todavía más lejano río Yenisei. Y tras esta, oculto todavía en parte por las últimas copas de los árboles pero ya visible en el horizonte, se encontraba el helado mar de Kara.
Su tranquila superficie centelleaba en la distancia con un débil y blanquecino color azul cómo si se tratase de un gigantesco espejo en el que se entremezclaban diminutos bloques y placas de hielo cuya inmaculada superficie brillaba también bajo el radiante sol del medio día cómo si se tratase de pequeños diamantes. Dando la impresión a todo aquel que lo observase a lo lejos de que se encontraba mirando un mar de estrellas y no simplemente una caprichosa mezcla de hielo y agua colocada al azar por la naturaleza.
Una vez a la altura adecuada, Álam redujo la velocidad de la nave y volvió a mirar hacia sus compañeras que ahora observaban maravilladas la fantástica vista que el panel frontal de la misma les ofrecía en ese instante. Tal cómo había supuesto, para alguien que jamás había visto antes el mar la visión del fantástico espejo helado de Kara resultaba tan fascinante como para él mismo y ninguna de las dos dijo nada durante un rato. Solo al cabo de unos segundos, cuando la nave comenzó a acercarse ya al borde de la costa y la inmensidad del mar empezó a rodearlos, Melissa apartó sus ojos de él y se giró de nuevo hacia Álam con una extraordinaria sonrisa dibujada en sus labios.
-Es precioso. -Afirmó todavía embelesada por la belleza de aquel lugar. -Jamás había visto algo así, nunca creí que pudiese haber lugares tan hermosos en el mundo.
-Kara no es solo hermoso Melissa. -Respondió Álam manteniendo todavía en su rostro aquella melancólica sonrisa. -Cómo casi todo en la naturaleza, esa belleza viene acompañada de un gran peligro y sus aguas son prácticamente mortales para los humanos. Pero aún así, para los que hemos vivido aquí no deja de ser un lugar especial... incluso para mí.
-¿Echas mucho de menos todo eso verdad?.
Cómo única respuesta a la pregunta de Melissa, Álam asintió lentamente con la cabeza y en su mirada esta pudo ver durante un breve segundo la misma sombra de tristeza que había visto en sus ojos durante su cautiverio, cuando este le había hablado de su pasado. Pero antes de que ella pudiese decir algo más, notó un pequeño y ya familiar tirón en la ropa y no tardó en oír la voz de Ana llamándola.
-¡Melissa!. -Exclamó la niña impaciente por que esta le hiciese caso mientras señalaba con su mano hacia el curvado cristal lateral de la nave. -¡Mira!.
Sorprendida, Melissa dirigió su mirada en la dirección que esta le señalaba y no tardó en ver la causa de aquel repentino alboroto. Mientras ambos hablaban, un grupo de aves marinas se había acercado a la nave y ahora revoloteaban curiosas alrededor de aquel nuevo compañero del aire maravillando a la pequeña y a la propia Melissa que no tardó en cogerla de nuevo sobre su regazo para que las dos pudiesen mirarlas juntas.
Y en ese instante, justo cuando las miradas de las dos se apartaron por completo de él y supo que nadie lo miraba, Álam dejó por un segundo que la máscara de su rostro se desvaneciese y en su cara apareció una profunda expresión de tristeza. Verlas así, juntas, sonriendo mientras observaban el curioso vuelo de aquellas aves con la inocencia y la alegría que solo un niño o alguien tan excepcional como su joven princesa poseían era algo doloroso para él, tal vez más de lo que ellas podrían imaginar en aquel momento. Porque, en el fondo, él sabía que aquella alegría y la momentánea felicidad que su compañía le proporcionaba a aquella niña y a ellos mismos no era más que una ilusión y que, cuando llegase él momento, sería precisamente él quien tendría que deshacer aquella ilusión.
Pero todavía no había llegado el momento, aún era pronto para decírselo y sabía que hacerlo tan solo les traería tristeza y preocupación a ellas y, aunque tratase de negarlo, también a él mismo. Por eso, cuando Melissa se giró de nuevo hacia él, la falsa a sonrisa que hasta entonces había enmascarado sus verdaderos sentimientos regresó a rostro una vez más.
-Son fantásticas. -Dijo sonriendo Melissa, sin notar nada extraño en el rostro de Álam que continuaba mirándola exactamente igual que antes. -Nunca había visto unas aves tan grandes, ¿cómo se llaman?.
-Son albatros. -Explicó Álam. -Sabes, en realidad ni siquiera deberían estar aquí. Se supone que solo viven en el pacífico, pero cuando yo era pequeño ya estaban aquí, supongo que deben ser otra de las peculiaridades de la reforma climática.
-¿Y aquella?. -Preguntó de nuevo Melissa que jamás había oído nada sobre aquella reforma de la que Álam hablaba y, puesto que no comprendía del todo lo que este había dicho, decidió ignorar esa parte y señaló hacia la parte izquierda de la nave, justo tras la cabeza de este. -Es negra y no blanca como las otras.
-¿Negra?.
Un tanto sorprendido, Álam se giró hacia donde esta señalaba y dirigió su mirada hacia el nuevo habitante del cielo que acababa de aparecer en el campo de visión de la nave. Y no necesitó demasiado para darse cuenta de que aquello a lo que señalaba Melissa no era en absoluto un pájaro.
Fuese lo que fuese no era un animal. Era demasiado pequeño para ser otra nave, pero los destellos que su cuerpo y sus enormes alas membranosas emitían al reflejar la luz del Sol no dejaban lugar a dudas. Se trataba de algo metálico, tan rápido o incluso más que su propia nave y cuya trayectoria lo llevaba directamente frente a ellos.
-¡Sujetaos!. -Las advirtió Álam sin dar más explicaciones al tiempo que sujetaba con fuerza los mandos de la nave y su mirada se volvía una vez más fría como los cascotes de hielo que sobrevolaban. -No sé que es eso, pero sea lo que sea viene hacia nosotros.
Aunque sorprendida y visiblemente desconcertada, Melissa decidió hacer caso a Álam al ver el cambio en sus ojos y buscó la manera de sujetarse lo mejor posible sin soltar en ningún momento a la niña cuya sonrisa había desaparecido igualmente y la miraba preocupada. Mientras tanto, Álam aceleró de nuevo la nave para tratar de evitar el encuentro con aquella criatura, pero resultó completamente inútil. Con una facilidad sorprendente, esta incrementó su propia velocidad superando con mucho a la de la nave y trazó un amplio arco desde la izquierda de la misma hasta colocarse justo frente a ellos. En ese instante, sus alas arquearon por completo frenándola de golpe en el aire y giró sobre si misma dirigiendose a continuación hacia ellos en una trayectoria que lo llevaría a chocar de frente con el interceptor. Aunque pronto comprobarían que esa no era su intención.
Mientras la nave y aquel monstruo se acercaban cada vez más el uno al otro, Álam vio de pronto un destello verdoso brotando de uno de los brazos de la criatura y su mente reaccionó de inmediato forzando a sus brazos a empujar los mandos de la nave hacia la derecha. Al instante, la nave respondió a sus órdenes girando bruscamente a la derecha y Melissa se sujetó como pudo al asiento sosteniendo al mismo tiempo a la niña mientras veía cómo un brillante rayo de luz pasaba a escasos milímetros de una de las alas.
-Creo que eso resuelve la duda de si es amigo o enemigo. Veamos si es igual de ágil que de rápido.
Dicho esto, Álam activó las armas de la nave, apuntó el morro de la misma hacia el monstruo y pulsó ambos gatillos a la vez lanzando dos mortales ráfagas de plasma hacia su adversario. Pero por desgracia, a diferencia del interceptor la maniobravilidad de aquel monstruo si era comparable a su velocidad.
Con tan solo un movimiento de sus potentes alas metálicas el monstruo esquivó ambos rayos, aumentó todavía más su velocidad cómo si no le importase estrellarse contra la nave y desapareció por encima de la misma justo en el momento en que Álam empujaba los controles forzándola a descender bruscamente para evitar el impacto.
Pero la criatura no había fallado. Justo en el instante en que la nave descendía, algo golpeó el techo de la cabina y el aerodeslizador se tambaleó en el aire durante unos segundos mientras sus estabilizadores de emergencia se activaban de golpe para compensar el impacto y un agudo y chirriante sonido invadía la cabina. El sonido de algo afilado y punzante atravesando el metal de la nave, desgarrándolo como si de la piel de un simple animal se tratase.
-¡Estáis bien!. -Gritó Álam girándose hacia sus dos compañeras al tiempo que dirigía una rápida mirada hacia el techo y comprobaba aliviado que no había ninguna hendidura- S... sí. -Respondió temblorosamente Melissa con la niña fuertemente sujeta entre sus brazos. -Pero que ha sido eso, ¿Qué es esa cosa?.
-No lo sé. -Dijo Álam cuya atención estaba ahora completamente puesta en los sonidos procedentes del exterior. -Pero por los golpes que se oyen en el casco creo que sigue ahí arriba. Tenemos que deshacernos de él antes de que pueda causar más daños a la nave. Preparaos, esto va a moverse bastante.
Nada más decir esto, Álam cogió de nuevo los mandos, deslizó de golpe hacia adelante la palanca que controlaba la potencia del impulsor principal de la nave y descendió en picado hacia el mar tratando de librarse de su indeseado pasajero. A una velocidad endemoniada, la afilada silueta del interceptor se precipitó hacia la helada superficie de Kara casi hasta encontrarse con su propia sombra, sus motores auxiliares se dispararon de nuevo, la nave giró sobre si misma a apenas un metro de las afiladas agujas de hielo que crecían entre las placas mayores y Álam la hizo descender aún más mientras volaban en posición invertida.
Pero no sirvió de nada. El sonido de las garras de aquella criatura al rasgar los paneles de titanio de la nave mientras se aferraba a ella se hizo más fuerte, pero nunca llegó a desaparecer y tan solo el débil chasquido de algunas de las mayores formaciones de hielo con que se encontraban en aquel suicida vuelo invertido hacían pensar que aquello sirviese de algo.
-¡Maldición!.
Furioso, Álam empujó de nuevo los controles haciendo que la nave se elevase volando todavía invertida y la hizo girar de nuevo sobre si misma dando un brusco giro de ciento ochenta grados sobre su eje horizontal hasta enderezarla de nuevo. Aunque, una vez más, esto no serviría de nada.
Lejos de deshacerse de él, su enemigo pareció no notar apenas nada y pasó al ataque. Antes de que Álam pudiese hacer algo más, un fuerte golpe abolló el techo de la cabina justo encima del asiento del piloto y, tan solo una décima de segundo después, una brillante hoja de plasma atravesó el casco de la nave pasando a escasos milímetros del rostro de Álam que reaccionó a tiempo y consiguió evitar el golpe pegándose por completo al siento.
Cuando la hoja del arma desapareció de nuevo, Álam dirigió una rápida mirada hacia el agujero antes de que el fluido de sellado que corría entre el doble blindaje de la nave lo cerrara por completo y pudo ver durante un breve segundo el diabólico brillo rojizo de los ojos del monstruo. Y la inteligencia que pudo ver en ellos lo convención de que nada de aquello funcionaría.
-Esa cosa no parará hasta que acabe con nosotros. -Exclamo al tiempo que abandonaba el asiento del piloto y saltaba al centro de la cabina con la espada ya en la mano, consciente de que aquel monstruo no estaba allí por casualidad sino por un motivo concreto y de que tan solo tenía una forma de librarse de él. -Sea lo que sea parece dispuesto a derribarnos. Y si eso sucede mientras volamos sobre el mar... estamos perdidos.
-¡Álam!. ¿Qué vas a hacer?. -Se apresuró a preguntar Melissa terriblemente preocupada al adivinar sus intenciones. -Eso es una locura, no puedes...
-No hay más remedio. -La interrumpió Álam. -Toma los mandos y cuida bien de Ana, ¿De acuerdo?. Volveré enseguida.
Dicho esto, y tras dirigirle una última sonrisa a Melissa para tranquilizarla, Álam tiró de la palanca que activaba la trampilla de emergencia de la nave situada justo sobre él y preparó su arma temiendo que su rival lo estuviese ya esperando. Pero no fue así, lo único que lo recibió cuando las dos hojas semicirculares de aquella trampilla terminaron de abrirse fue el helado viento del norte que lo golpeó de lleno en la cara dandole la bienvenida al que una vez había sido su hogar.
Sin dudarlo apenas un segundo, Álam apretó con fuerza la empuñadura de su arma cuya hoja ya siseaba a su lado con el campo de plasma completamente activo, subió en un par de saltos la pequeña escala que comunicaba con la trampilla y saltó fuera justo antes de que esta se cerrase una vez más.
En ese momento, sola de nuevo, aterrorizada por lo que pudiese estar esperando a Álam allí fuera y sin poder hacer nada por ayudarle una vez más, Melissa reunió toda la fuerza de voluntad que le quedaba y fue a sentarse al asiento del piloto para manejar la nave tal y cómo este le había pedido. Una vez más no podía hacer nada por ayudarle, tan solo esperar que regresase a su lado y no callese en aquella nueva batalla... ¿O tal vez si podía?. Recordando todavía todo lo que había pasado por su cabeza durante aquellos días, Melissa se secó las lágrimas que acudían de nuevo a sus ojos y decidió intentar hacer algo para ayudarle.
Y así, mientras Álam se ponía en pie en el exterior frente a su nuevo enemigo y la niña lloraba aterrorizada una vez más aferrandose a Melissa con todas sus fuerzas, con el rostro hundido entre sus pechos como tratando de esconderse de aquella horrible realidad que una vez más las había alcanzado e intentaba destruirlas, los motores auxiliares de la nave se dispararon una vez más y Melissa la guió lentamente hacia el mar tratando de mantenerla tan derecha como le era posible.